Uno de los momentos de reinicio, por llamarlo de alguna manera, de Guadalajara fue aquel en el que la Ciudad decidió hacerse cargo de su propia basura. No fue un gesto simbólico ni un cambio administrativo cualquiera. Fue, en buena medida, un ajuste profundo en la forma de entender el servicio público y la relación entre el gobierno municipal y quienes habitan la capital jalisciense. Y ese cambio lleva un nombre: Verónica Delgadillo. A poco más de un año de ser la primera Presidenta Municipal electa de Guadalajara, el tema que parecía imposible —la recolección de residuos— terminó convirtiéndose en la bandera más sólida de su administración.
Desde diciembre de 2024, cuando el Ayuntamiento retomó oficialmente el servicio tras la salida de Caabsa Eagle, la ciudad inició una transformación que no solo reorganizó rutas y horarios, sino que recuperó la confianza de miles de tapatíos hartos de semanas con bolsas acumuladas en las esquinas. Con la creación del Organismo Público Descentralizado (OPD) para gestionar la recolección, Delgadillo apostó por dignificar a los trabajadores, comprar unidades nuevas y transparentar el servicio con herramientas digitales. Los camiones, impecables y aparentemente “recién salidos de agencia” incluso un año después, son parte de la nueva narrativa urbana. Y no es casualidad: la propia alcaldesa realiza inspecciones sorpresa para verificar que las unidades estén limpias, en buen estado y brindando la atención que exige una ciudad de esta magnitud.
Uno de los avances más celebrados por los tapatíos es la tecnología aplicada al día a día. La aplicación oficial que permite rastrear en tiempo real la llegada del camión —con alertas anticipadas y notificaciones cuando la unidad está cerca— cambió hábitos y redujo la incertidumbre que durante años marcó al servicio. Saber a qué hora pasará la recolección dejó de ser un acto de fe. Ahora es un proceso predecible que permite ordenar la vida doméstica y mantener las calles libres de bolsas abandonadas. Esta modernización vino acompañada del programa Guadalajara Limpia, que no solo se centra en recoger, sino en mantener la ciudad cuidada, supervisada y con un modelo de corresponsabilidad ciudadana que convoca a más de 400 colonias.
Y en un gesto que rompe con la rigidez burocrática, Delgadillo ha insistido en predicar con el ejemplo. No se trata de la foto ni de un acto de campaña: la Presidenta barre banquetas, recoge basura tirada y se suma a brigadas espontáneas de limpieza. Su objetivo es claro: demostrar que la limpieza urbana es una tarea compartida y que nadie —ni siquiera quien gobierna— está por encima del trabajo que exige el espacio público.
En otros asuntos
En una comida más relajada con medios de comunicación, ya sin la formalidad del protocolo, Delgadillo habló del tema que tiene a la Ciudad emocionada: el Mundial. Habló sobre los partidos que le tocarán a Guadalajara, el Fan Fest que será uno de los más extensos del país y las remodelaciones que ya están en marcha para recibir tanto a visitantes como a locales. La Minerva, el Centro y la Plaza de la Liberación están siendo intervenidos con una lógica muy clara: respetar la identidad tradicional, pero dotarlos de infraestructura capaz de soportar eventos masivos y convertirlos en escenarios dignos de una ciudad que quiere presumirse al mundo.
Ahí mismo soltó una primicia que llamó la atención: las Tres Gracias —el conjunto escultórico de Sergio Garval ubicado actualmente sobre Avenida Lázaro Cárdenas, a la altura del Álamo— serán reubicadas. Demasiado escondidas entre tráfico y concreto, pasarán a Chapultepec y Avenida México, colocadas a una altura que permita disfrutarlas, observarlas y devolverles el protagonismo que merecen en una Guadalajara que también apuesta por embellecer su traza urbana.
Y aunque el año uno ha estado marcado por el éxito del nuevo modelo de recolección, la alcaldesa ya tiene clara la ruta que viene. Las visitas a colonias continúan como prioridad: escuchar qué urge —iluminación, seguridad, mantenimiento de vialidades, mejoramiento de espacios públicos— sigue en el centro del plan municipal. Y es que su proyecto de gobierno, lo dice abiertamente, está diseñado para seis años. Y es que parte del 2026 tendrá un tramo particular: el Mundial funcionará como un impasse social y político que marcará el ritmo de la ciudad hasta agosto o septiembre. Después vendrá el cierre del año… y con él, toda la política rumbo a 2027.
Aun así, si algo ha demostrado este primer año es que Guadalajara puede cambiar cuando hay orden, visión y constancia. Empezar por la basura quizá pareció un desafío menor para algunos, pero en realidad fue la piedra angular: si la ciudad es capaz de resolver lo básico, está lista para aspirar a lo grande. Y en esa aspiración, Vero Delgadillo ya puso manos y gestión en movimiento.