Cronomicón

Un fotógrafo en las calles de la favela

Un niño de no más de diez años de edad mira a la cámara, trae puesta una camisa del Sao Paulo Futbol Club, el equipo local de esta ciudad que cuenta con casi doce millones de habitantes y que se encuentra al este de Brasil. Al fondo se pueden ver, difusas, las casas que conforman la favela Jardim Angela y, aunque el niño tiene una expresión seria, parece no importarle lo que hay a su alrededor. Click. La cámara toma la fotografía y el niño regresa a sus actividades normales.La persona detrás de la cámara es Edú Salazar Henao, un fotógrafo nacido en Manizales, la capital del departamento de Caldas, en Colombia. Estudió filosofía; sin embargo, en un viaje a Brasil, para ser más específicos a Sao Paulo, comenzó a tomarle cariño al arte de la fotografía; de esa manera creó una serie de imágenes de Sao Paulo, que luego se convirtieron en una exposición sobre los lugares más bellos de la ciudad que no eran percibidos por sus habitantes debido a la normalidad con que los veían.El Instituto Social Santa Lucía, que maneja el proyecto Familia CJ, una organización dedicada a ofrecer cursos y talleres de arte para los jóvenes, contactó a Edú a través de uno de sus líderes pues “conoció mi trabajo y por el mismo supo de mi cariño por Brasil y en particular con Sao Paulo, se planteó la idea y me animé mucho con ella, se ultimaron detalles y se realizó el viaje”, comenta Edú desde su ciudad natal.Durante una semana, el manizaleño se reunió con jóvenes de la favela. “La idea era compartir, hablar de mis experiencias, sobre mi país y mi trabajo, de igual manera ellos compartir conmigo un poco de sus vidas, de lo que hacen y mostrarme un poco la realidad de la favela”.Una vez que se conocieron los jóvenes y el fotógrafo, la idea consistía en que los “principiantes” acompañaran al “maestro” para hacer algunas imágenes con este último para mostrar situaciones y expresar sentimientos que ellos quisieran contar a través de la fotografía.Pero el trabajo no fue fácil desde el principio. “Hubo algo de timidez de parte y parte, al comienzo, se sentían un poco intimidados por las cámaras tanto ellos como las personas que fueron fotografiadas”; algo que parece sacado de regiones donde la gente aún cree que cuando les toman una fotografía les están robando el alma; “pero en poco tiempo la timidez se perdió y descubrí personas increíblemente buenas en estas actividades”.No todos los asistentes a este taller eran principiantes; uno de ellos, William Barbosa se interesó en el proyecto porque ya tomaba fotografías para otro proyecto de la comunidad dónde vive. El hecho de tener un fotógrafo experimentado, aunque no supiera nada de él o de su trabajo, le llamó la atención.Al final, esa persona que entró al taller por curiosidad, fue la que más se adentró al mundo de la fotografía al ser de los pocos que verdaderamente perdieron el miedo de tomar una de las cámaras que llevaba Edú para el taller. “Rescato mucho su interés, tiene mucha idea de fotografía y fue mi guía constante durante los recorridos, tomó excelentes fotos”.En medio de la guerra y el arteUn sujeto de unos veinticinco años sostiene un cartel hecho con una cartulina verde claro, con la que pide que la gente vote por un tal Jeferson para ser dj del día en la radio comunitaria, la CJ. Viste shorts cafés y gorra azul volteada para atrás. La camisa, azul también, es tapada por la cartulina. No mira a la cámara y en su expresión se nota un aire de nostalgia. Esta favela, con más de 250 mil habitantes, es considerada por la Organización de las Naciones Unidas como la zona más peligrosa del mundo. Click. La persona detrás de la cámara toma la fotografía y el sujeto que sostenía el letrero se acerca a Edú para ver cómo salió la imagen.La idea original consistía en llevar este taller a dos favelas, Jardim Angel y Parisópolis, la segunda favela más peligrosa de Sao Paulo; sin embargo, “por cuestiones de logística no se alcanzó a realizar en esta favela (Parisópolis)”, platica Edú.Es natural sentir miedo en una comunidad que se visita por primera vez y más si se está hablando de la favela más peligrosa del mundo. “No niego que iba un poco preocupado, sabía de esto pero también había hablado con los líderes comunitarios, en específico con Cilo Gomes quien me explicó bien cómo sería y me dio fe de mi seguridad; se trata de respeto y de dar confianza, demostrar que uno los respeta y que el interés en ayudar es serio, también la otra parte es la del tráfico de drogas, con ellos no hay problema siempre y cuando los líderes les aseguren que no se va a denunciar y que no se es de parte de alguien que les pueda hacer daño”.Sin embargo, al final las ganas de ayudar de Edú se notaron y en menos de veinte minutos, tanto él como los asistentes al curso se sentían seguros con la persona que les estaría enseñando fotografía durante la siguiente semana.

La fotografía como medio de denunciaUn callejón con no más de un metro de ancho y paredes color naranja desgastado, es visto a través de la cámara de Edú; al centro hay cuatro muchachas de no más de veinte años, bajan un colchón sin darse cuenta de la compañía que tienen. Todas sonríen en señal de apoyo a ellas mismas, al fondo un edificio que, de no ser por el contexto, parecería en obra negra todavía; sin embargo, es ahí donde viven cientos, si no es que miles de personas. Click. El fotógrafo dispara y las cuatro muchachas no se dieron cuenta de lo que pasó.Si bien el curso que dio Edú no va a sacar de la miseria a todas las personas que viven en esta favela, por lo menos funciona como una herramienta de denuncia social para que la gente que no conoce esta realidad lo haga.“Como cualquier otro medio de expresión la fotografía se vuelve importante, pues es una herramienta para expresarse, mostrar su realidad, sus rabias, su sentimientos y no tener que hacerlo con violencia o caer de nuevo en cuestiones de armas y de drogas”, explica Edú.“Le da a los jóvenes herramientas para hacer cosas diferentes, incluso para denunciar todas las injusticias que hay dentro de la favela, quien se interese por la fotografía o cualquier otra actividad, si son sus gustos y se vuelven buenos en ello ya es un buen comienzo para salir adelante”.

Agradecimiento y desprecioPor parte de la gente que vive en la favela, el hecho de que Edú se tomara el tiempo de crear un taller de fotografía hizo que estuvieran muy agradecidos y, al final, se logró donar un espacio en lo alto de un  cerro ubicado en la favela para hacer un grafiti en honor a su novia.“Dentro de la favela es ilegal hacer grafitis si no son arte, no pueden ser firmas y cosas de ese tipo; debe ser un buen diseño y demás, la otra parte es que el grafiti al ser una forma de expresión lo usan también para mandar mensajes, como yo era ajeno a la favela. La comunidad no sabía de qué se trataba y podían preocuparse, sobre todo en el caso del tráfico, les plantee la idea y agradezco mucho pues me respondieron que harían lo que fuera para conseguir hacerlo en forma de agradecimiento, ahora soy yo el que no tengo como agradecerles todo”, dice Edú con expresión sincera de gratitud.El encargado de hacerlo fue Wylk Henrique Silva de Melo, grafitero y artista que reside en Sao Paulo, considerada como la capital mundial del grafiti; sin embargo, no es grafiti para marcar territorio, se trata de un arte que está arraigado en la comunidad y que “es una forma de expresión, carga consigo una forma de comunicación o mensaje”, comenta el creador de esta obra.La idea de hacer este mural fue de Edú, quien un día se puso a pensar sobre qué le llevaría de souvenir a su novia en Colombia, pronto se dio cuenta de que casi nadie lograría hacer un grafiti como recuerdo de que estuvo ahí, por lo que sería un recuerdo único.“El grafiti no fue hecho en un lugar especial, fue hecho donde las autoridades nos dieron permiso; aún así, espero visitar este sitio con ella y que le guste y que se vuelva un lugar especial para nosotros dos”.El rechazo vino por parte de los medios de comunicación colombianos que no publicaron nada sobre este acto. “Al parecer son más importantes los reinados de belleza y las narco novelas que hablar de trabajos sociales y de quienes necesitan más que las mentiras de nuestros gobernantes”.

*Colaboración de Raúl Armenta Ascencio

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