Cronomicón

Letras Rebuscadas: Viva el Rey Julien, animada y tropical crítica al capitalismo

Los pitufos son comunistas. Así lo dice un texto de primaria uruguayo, titulado “Uy-siglo XX”; en una de sus páginas, que bien pasa por un meme de Internet, aparece en su parte superior la icónica figura de Lenin arengando a las masas proletarias; debajo de la fotografía tenemos la desconcertante ilustración de la aldea de los hongos con su tropa pitufos afanados cada quien en lo suyo; esta proletaria comuna de duendes azules es la viva estampa (señala el libro) de la división del trabajo normada por el comunismo e igualitarismo (digámosle mágico o pacheco). Noble aspiración de todo buen comunista; hacer realidad la utopía de los pitufos (es decir, Pierre Peyo, padre de los pitufos resultó más acertado y visionario que Tomás Moro y Carlos Marx juntos).

La antípoda o contracara de esta patriarcal sociedad de duendes célibes (entiendo que Pitufina no es la novia y menos la mujer de ninguno de ellos) podría ser, el reino de los lémures, gobernado por el siempre enfiestado Rey Julien. Este personaje secundario de la película Madagascar tuvo el suficiente carisma mercadológico (obvio después que los pingüinos) para merecer su propia serie animada. producida por DreamWorks en mercantilista amasiato con Netflix.

Viva el Rey Julien es un spin off de las películas protagonizadas por  Alex, el león;  Marty, la cebra; y Melma, la hipopótama; la caricatura  narra el sobresaltado e inspirado ascenso y gobierno del lémur de corona herbal  que le encanta “mover el bote”. Julien llega al trono porque su tío, Julien XII, le endilga el puesto y huye del reino pues dice la profecía que el rey será devorado por un foosa, el depredador natural de los lémures.

La serie da la impresión de ser plana y sin muchas posibilidades argumentales. ¿Qué tanto puedes contar de un roedor marsupial fiestero ascendido al trono por su mala suerte? No mucho, al parecer. Para hacerle la corte a Julien están personajes ya conocidos: el sabio consejero, Maurice; el pajecito de ojos tiernos, Mort  más una iguana vidente o psíquica, una tucán hembra parlanchina y reportera de nota rosa  y  Clover, una lémur que recuerda a las monjas de Gaddafi pues le sirve de guardaespaldas (y nada más) al rey.

A la mitad de la primera temporada, las temáticas de la serie van cobrando un inesperado giro hacía la crítica social. A diferencia de la aldea de los pitufos, en el reino de Julien, los lémures son más bien egoístas, individualistas y desobligados; a estos tan capitalistas y postmodernos defectos, contribuye su rey, quien lejos de gobernarlos con sabiduría (como un padre para su pueblo), hace todo lo contrario.

En una muy cínica crítica a la moderna sociedad de consumo;  uno de los capítulos de la serie nos muestra al rey lémur saturar de artefactos electrónicos a su pueblo con la ayuda de un puerco espín ingeniero; el resultado, los marsupiales se vuelven adictos y sobre-dependientes de la tecnología. En otro episodio,  Julien tiene la feliz idea de comprarle a un murciélago, traficante de alimañas, todo un lote escorpiones que sirven como arma arrojadiza; al tiempo todos sus pacíficos súbditos portan el suyo y lo utilizan a la más mínima provocación. En otro, su pajecito Mort le comparte la fábrica de chocolates que heredó de su abuela, y con ella empieza un negocio de comida rápida. Las bote barras acaban sustituyendo a la fruta de la dieta lémur; lo que nadie sabe es que la golosina tiene por ingredientes restos de naufragios y demás chatarra y basura vomitada por el mar.

Por último, uno que recomiendo ampliamente ver, trata sobre el proyecto que emprende el rey de construir un muro que aislara a su pueblo de los demás reinos animales; la idea se la siembra en su loca cabeza un par de lémures anarquistas y subversivos; el proyecto incluye una catapulta que sirve para deportar a todos los no-lémures. En todas sus malas ideas, por fortuna, Julien siempre es aconsejado y corregido por sus cortesanos, en particular por Maurice. Ojalá el amigo de México, Donald Trump, tuviera en su gabinete un sabio lémur o de menos una iguana psíquica que, como Julien, le previeran las consecuencias de sus malas decisiones de gobierno.

lg

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