Qué gusto era para mí el juego por el juego. Lanzar la pelota desde la línea de tres, elevarme para alcanzarla de entre muchos brazos y sorprender a todos con mis saltos. Pero qué gusto el tuyo de ignorar mis jugadas para buscar las cámaras y las miradas.
Mucho gusto me daba mi fotografía en las páginas deportivas, como jugador del año en la mejor liga de basquetbol. No me daba gusto tu gusto por los managers, ni los regalos caros comprados para ti a mi nombre.
Si tu gusto era la vida que llevabas conmigo a pesar de mis disgustos, nada mejor que quitarte lo a gusto que estabas. Yo ya no sentía ese gusto de verte.
¿Cuándo cambiaste tus gustos? Me apoyaste desde abajo pero veía tu gusto por lo bueno. Aunque yo ya no era del gusto tuyo.
El destino tiene gusto por las tragedias, hace caer a un equilibrista experimentado de una silla del comedor y lo desnuca; le quita el gusto por la vida a quién antes vivía intensamente enamorado, o disgusta a la naturaleza y ésta decide extinguir a una especie antes exitosa.
Le gustó al destino que retomará mi gusto por usar la bicicleta y se me atravesara un Ferrari del cual emanaba una música de muy mal gusto arrojándome por la calle. Me arrastré a la banqueta y un motociclista no mostró disgusto en acelerar y pasarme sus ruedas por encima de la pierna derecha, antes de poder ponerla a salvo.
A partir de entonces mi equipo, el entrenador y mi representante perdieron todo el gusto de saberse mis dueños. ¿A quién le gusta tener algo caro y que no funciona?
Admito que mi gusto fue tu disgusto. Me dejé crecer el cabello y no me lo peinaba. Odiabas mi cabello largo y chino al estilo afro. Me gustaba verte rabiar, irte de la casa y volver con cara de decepción cuando a nadie le daba ya gusto verte. La mujer de un jugador cojo que ya no podía darle gusto a la afición.
Perdiste tu gusto por lo caro y refinado. Sin millones en las cuentas de banco no puede darse uno el gusto de comer en restaurantes caros o comprar en tiendas exclusivas. ¿Aún te sentías a gusto conmigo?
Tuve el gusto de ver cómo te rechazaban productores y fotógrafos. Fue un gusto gastar mis tristes ahorros en sobornarlos para negarte cualquier gusto. Creo que no era ningún gusto para ti ver mi pierna adelgazada, mirar mi bastón y no poder largarte gracias a las cláusulas matrimoniales sugeridas por mi abogado. No creo que tuvieras gusto por pagarme una compensación e irte sin nada.
Me llenó de gusto saber de la liga para atletas especiales. Cuánto gusto sentía por volver a jugar por jugar. Creo que no te quedó más opción que fingir gusto por mis partidos.
(Colaboración especial de la Escuela de la Sociedad General de Escritores de México, SOGEM, para La Crónica de Hoy Jalisco)
lg
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