Frente a un espejo, mirándose de arriba para abajo y recordando años atrás, cuando vivía en casa de sus padres, la señorita se dijo:
– Este vestido fue el último regalo de mamá,¿cómo puede ser posible que ya no me quede?
En ese justo momento entró una sirvienta, que había servido por muchos años a sus padres y le dijo:
–Señorita, su madre tiene más de diez años que falleció, quince para ser exacta.
–¿Qué insinúas, Ema?
–Nada, solo que ya pasaron muchos años y usted ha cambiado.
–¡Me estás diciendo gorda!
–Solo digo, que nada en esta vida es igual, ni la luna, ni las plantas, ni las nubes, mucho menos las personas. Todo cambia, hasta los sentimientos.
–¡Vaya, de pronto me saliste filósofa!
–No se necesita serlo para comprender la vida. Los años le abren a uno no solo los ojos, también la mente.
–Está bien, hoy en especial estás inaguantable; en vez de estar hablando tanto, vete a preparar la comida y déjame sola.
–Como usted guste, señorita.
Ema sale de la recámara de la señorita, mientras ésta se dirige a un ropero viejo, con olor a rosas mezclado con naftalina, a buscar otro vestido. Sacó uno rojo, otro gris de cuello blanco, un azul marino, el negro...
– No, ese no, es para los funerales.
Por fin tomó una falda con un saco café, empezó a desnudarse para cambiarse; al irse quitando la ropa se fija en su imagen reflejada en el espejo, y observa cómo su piel está colgada y seca; su pecho, antes firme, perdió su atractivo igual que sus caderas y el cuello forma caminos de arrugas que suben hasta el rostro. De pronto empezó a llorar. Una señorita vieja eso es lo que soy… debería de ser vieja pero no señorita...tantos años han pasado y he fingido no darme cuenta que envejecí para olvidar todas esas noches de oscura soledad. Envidiando a mis amigas y hermanas que se casaron enamoradas e ilusionadas; esperando me tocara a mí el ramo de novia, viví todas las bodas de las mujeres casaderas de mi juventud, y la mía... nunca llegó . Murió papá, luego mamá, una hermana… me quedé sola, tan sola, que ya se me olvidó como es estar acompañada; tan sola que no recuerdo si alguna vez, alguien besó mi boca. He vivido día tras día, viviendo por vivir, levantándome a la misma hora para ir a misa, no sé si realmente hago oración, si realmente me escucha Dios. .
Deseando cambiar su soledad que tanto le duele; que le muerde como dientes filosos el corazón; metida en mil noches frías; imaginando escenas febriles de los enamorados; llamando a nadie; buscado el vacío; así, en ese triste monólogo, bañada en lágrimas, se quedó dormida la señorita vieja.
(Colaboración especial de la Escuela de la Sociedad General de Escritores de México, SOGEM, para La Crónica de Hoy Jalisco)
lg
Copyright © 2024 La Crónica de Hoy .