Seguimos compartiéndoles las historias de los principales creadores del jazz.
Hoy es el turno de una mujer que con su música creó un estilo musical que logró ir más allá de los géneros y subgéneros existentes en lo clásico, el jazz, el blues, el R&B y el soul, para amalgamarlos todos y crear, muchas décadas antes de que apareciera, el vocablo: “fusión”, en referencia a la mezcla de géneros musicales, una música que abreva de varios géneros en su construcción, pero que tiene una característica claramente universal: a quien se atreve a escucharla lo encarcela y lo libera, lo acaricia y lo golpea, lo guía y lo pierde, lo subyuga y lo enaltece, y finalmente lo reviste de la más pura y cristalina pasión liberadora.
Eunice Kathleen Waymon, mejor conocida por su nombre artístico: Nina Simone; mujer americana nacida en 1933 en Carolina del Norte, formó parte de una familia muy grande y vivió rodeada de música todo el tiempo, pues sus padres eran músicos amateur.
Su madre, ministra de la iglesia metodista y pianista dedicada solo al góspel, un buen día se dio cuenta de que su hija apenas podía subirse al banco y ya tocaba las canciones que más le gustaban en el órgano de su casa, sin haber recibido instrucción alguna, por lo que de inmediato buscó quién le diera clases de piano.
A los 6 comenzó su estudio formal y a los 10 dio su primer recital; se cuenta que sus padres estaban en la primera fila, pero se les ordenó pasar a las filas de atrás para dejar el espacio a espectadores “blancos”, pero la pequeña Nina mostró desde entonces el temperamento y se negó a tocar si sus padres no estaban sentados hasta el frente; lo logró, y este hecho, seguramente natural, instintivo e inconsciente, marcaría el inicio de su eterna lucha social contra la segregación racial y a favor de los derechos civiles de los negros.
Con la ayuda de su maestra de piano, sus padres crearon un fondo dedicado a su educación y así lograron costear su preparatoria; en el verano siguiente a su graduación, asistió a un curso en la Julliard School of Music en Nueva York, como preparación para ingresar al Curtis School of Music en Filadelfia; la familia decidió cambiarse a esta ciudad por apoyar a Nina, pero al final su solicitud, a pesar de que sus capacidades y habilidades eran extraordinarias, fue rechazada; ella siempre afirmó y creyó que la razón del rechazo era simplemente discriminación racial.
Tomó clases particulares con el maestro Vladimir Sokoloff y tomó un empleo como asistente de fotógrafo, otro como pianista acompañante en una escuela de canto y comenzó a dar clases de piano desde su casa.
A sus 21 años y con el fin de continuar con sus clases particulares de piano, buscó trabajo en el Midtown Bar & Grill de Atlantic City; aunque ella buscaba sólo ofrecer sus servicios como pianista, el dueño le ofreció un sueldo semanal de 90 dólares siempre y cuando cantara y tocara.
Con el fin de ocultarle a sus padres que estaba trabajando en un bar porque su madre estaba en contra de toda es música “diabólica”, creó su nombre artístico, Nina por su novio del momento, que tenía origen latino y le decía Niña, y por la actriz francesa Simone Signoret, tomó su apellido.
Inició su camino en la escena musical local creando su propia mezcla de blues, jazz, clásica y muy pronto creó una base de seguidores asiduos, pequeña, pero muy sólida.
Nina Simone al fin había nacido.
Continuará…
@jorgehhm
lg
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