El recorrido por la Ciudad podría empezar más o menos así: Tomas la Avenida Lázaro Cárdenas y en su cruce con Mariano Otero te enfrentas a los “Arcos del Milenio” de 52 metros de altura que diseñó Sebastian; sigues por Avenida Unión y, justo a unos pasos de la vía del tren, está el “Pájaro de Fuego” que en 1957 el arquitecto Luis Barragán le encargó al escultor Mathias Goeritz para colocarla en la entrada de la Colonia Jardines del Bosque. ¿El remate? los emblemáticos Arcos de Vallarta y La Minerva.
Ésta es solo una pequeña muestra del arte urbano que existe en la Ciudad de Guadalajara y que la convierte en una de las entidades más ricas, si se compara con otros lugares del mundo, reconoce Arabella González Huezo, arquitecta y especialista en restauración de sitios y monumentos.
De ahí la importancia de que el gobierno esté comenzando a invertir presupuesto en el rescate de esculturas urbanas como “La Gran Puerta”, de Fernando González Gortázar; “Las Pistolas”, que se ubican en el Parque González Gallo y, recientemente, el símbolo que identifica a los tapatíos, La Minerva, esculpida por Joaquín Arias.
“Por primera vez tengo que decir que el Ayuntamiento está haciendo una fuerte inversión en escultura pública, porque las viviendas cada quien las restaura, pero la obra pública es de todos y nadie le ha metido dinero, y aunque haya mucha gente que diga: uy, con lo que se gastaron en La Minerva se pudieron hacer muchas cosas -y es verdad-, pero nunca nadie le había importado (La Minerva) y se estaba cayendo”, señala.
“Guadalajara tiene arte urbano y tiene mucho, y no podemos dejar que se caiga; nos distingue de otras ciudades y esas son de todos y como que nadie se había fajado, porque además no es algo que luce tanto, por qué, porque la gente lo ve igual, no sabe cómo está la estructura”.
La cultura de la restauración, aunque no es la óptima, ha crecido, reconoce González Huezo, quien ha participado en la restauración de Conventos Dominicos en Oaxaca, en la rehabilitación del Centro Histórico de la Habana, Cuba, y en la documentación del primer Freeway del Oeste de los Estados Unidos.
Llegaremos a lo óptimo, agregó, cuando la restauración se convierta en una materia obligatoria en las escuelas del País, así como se integraba la ética o el civismo a los programas educativos.
“Sí se nota el interés por respetar, hay asociaciones, restauradores… Pero hay mal información porque la gente cree que si es de valor no se puede tocar y no, todo se puede adaptar. La mal información será latente mientras no se incluya la clase de restauración en las escuelas, hasta en la primaria los niños deberían de tener clases de conservación porque los que tienen que preservar el patrimonio son todos no solo los arquitectos sino a todos porque es nuestra casa, por eso creo que desde niños, así después estudies contabilidad o odontología, sí es importante tener ese acercamiento sentimental con tu cultura y las cosas que han hecho tus padres, tus abuelos, tenerle cariño a la riqueza que tenemos, conocerla, valorarla aunque no hayas estudiado nada de arquitectura. Guadalajara es atractiva para mucha gente porque es muy bonita”.
El siglo 20: el centenario de “oro”
Aunque la obra pública se ha ido levantando con el paso de los años, los diseños y los proyectos que hoy son reconocidos no sólo por los jaliscienses sino por los extranjeros, se realizaron en el Siglo 20. Arabella se refiere a esta época como la más polifacética y variada.
“Cuando se empezó a poblar en los 30 después de la Guerra Cristera, en los 40 se hace la primera Escuela de Arquitectura y se traen a maestros europeos; con la tradición local, que ya era buena, y las ideas europeas de Mathias Goeritz, por ejemplo, se creó un laboratorio y egresaron alumnos hicieron una obra buenísima, súper vanguardista, el teatro experimental, muchos edificios”, señala.
El Parque Agua Azul, la Concha Acústica, el complejo de la Normal y el Aranzazú se suman a los ejemplos de lo que los arquitectos de esa época lograron heredar a futuras generaciones.
“Nuestro siglo 20 fue riquísimo, tienes una cantidad de preservar valiosísima y deberíamos de explotarla turísticamente”.
Además, Guadalajara tiene otro aspecto que lo distingue de los demás: el Reglamento del Centro Histórico y Barrios Tradicionales; una herramienta legal que no sólo contempla las categorías que señala el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Contempla siete categorías más que permiten conservar todos los inmuebles funcionalistas y vecindades.
El “encuentro” con La Minerva
Uno de los últimos proyectos en los que se ha involucrado es en la restauración de La Minerva, coordinada por el Ayuntamiento de Guadalajara.
Su experiencia en proyectos de restauración le ganó a Arabella González que la Dirección de Proyectos del Espacio Público, encabezada por el arquitecto Ricardo Agraz, la invitara junto con otro grupo de expertos, a ver de cerca La Minerva y opinar sobre su rescate.
Después de ver de cerca la escultura, la arquitecta confirmó la pertinencia de restaurarla; la escultura prácticamente estaba “volando”, cuenta.
Hay un interés común de que ya no quiten un árbol, antes era como la pelea de dos tres pero ahora ha permeado a toda la gente. Lo ideal es saber más y eso se puede lograr con la educación infantil.
“Sí eran necesarios los trabajos. Qué bueno que lo grabaron todo porque a lo mejor no han podido explicar a todo el mundo y a lo mejor había mucha gente escéptica, pero ya cuando vas y ves la estructura volando te das cuenta de que un viento fuerte sí la podía tumbar”.
lg
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