En la secuencia que hemos llevado, hablando de Jazz, les hemos compartido historias de muchos jugadores profesionales que se han enfocado en los logros individuales, a pesar de ser muy colaborativos en general, pero la historia de Edward Kennedy Ellington, gira más alrededor de las hazañas y logros grupales que de los individuales, sin demeritar su jerarquía como el rey de las orquestas de Jazz.
Desde muy joven ya era mejor conocido como Duke Ellington; bautizado así, con un título nobiliario, el Duque, gracias a la admiración que generaba entre sus compañeros de la primaria por sus buenos modales, su excelente educación y su elegancia. Su padre trabajaba en la Casa Blanca como uno de varios mayordomos, por lo que esta influencia marcaría su vida.
Tenía sólo 7 años cuando comenzó su instrucción musical, con una maestra de piano particular, elegida por su madre, aunque su interés estaba más dirigido hacia el beisbol; obtuvo su primer empleo vendiendo cacahuates en los partidos de los Senadores de Washington.
Su primera composición al piano fue “Soda Fountain Rag”, mientras trabajaba en una fuente de sodas; la pieza es un ragtime que ya nos muestra la capacidad de Duke, pues él nos ha contado en su autobiografía “Music is my mistress” (La música es mi amante), que esta pieza la compuso de oído, pues aún no aprendía a escribir partituras, además, cuando comenzaba a tocar ante el público, tocaba esta misma pieza repetida pero cambiándole solo el ritmo, transformándola en vals, tango o foxtrot, solo para simular que tenía más repertorio.
A los 14 años comenzó sus escapadas a los billares que en ese tiempo, 1913, la música con la que contaban era tocada en vivo por un pianista solo; reafirmó su compromiso con la música y consultó y recibió consejo de todo pianista a quien conocía. A los 18 dejó la escuela, se decidió a dedicarse a la música y comenzó con la tarea de armar su primera orquesta para bailes y fiestas de sociedad; tenía un trabajo de día, como mensajero, pintor o lo que surgiera, pero con la condición de que le permitiera hacer contacto con gente adinerada para entonces ofrecerles los servicios de su orquesta.
Su estrategia funcionó y solo un año después se mudó a vivir solo en su casa propia, en el inter, Duke se convirtió en un pianista virtuoso y exitoso. Su primera orquesta: The Duke’s Serenaders, se anunciaba en el directorio telefónico como “Colored Syncopators” (sincopadores de color). Eran tiempos en los que la segregación racial seguía dominando a la sociedad americana, pero en Washington, Duke era contratado tanto por blancos como negros.
En los años 20, ya con la mayoría de edad decidió probar suerte en la Gran Manzana, en donde tuvo un inicio complicado por la feroz competencia y poco a poco fue haciendo nombre en la escena musical neoyorquina. Realizó sus primeras grabaciones y por las limitaciones inherentes del formato de un vinil sencillo de 78 rpm, se hizo un experto en componer piezas de 3 minutos.
Su primera pieza grabada fue: “East St. Louis Toodle-Oo” en 1927; la influencia que recibió Duke en la gran ciudad fue decisiva en su carrera, logró amalgamar tersamente los sonidos del ragtime y swing de una big band, con los ritmos de las calles de Harlem, y los sonidos de instrumentos como trombón, trompetas y saxofones pero con arreglos de Duke, tomando estilos y trucos callejeros, poco clásicos, fuera de los cánones musicales.
En el Club Kentucky por fin se le dio la oportunidad de ser el líder de la orquesta The Washingtonians.
Continuará…
@jorgehhm
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