La carrera de Duke despegaría cuando lo invitaron a ser la orquesta base del Cotton Club de Harlem, mítico antro por haber sido el único que en los años 20, vendía alcohol a pesar de la prohibición. En este recinto se darían a conocer todos los grandes del jazz de aquí en adelante. Su contrato incluía una emisión semanal en la radio, por lo que su fama comenzó a crecer y se cuenta que los blancos adinerados hacían fila para entrar al Club.
En estos años, Duke se asoció con Irvin Mills, agente, editor, productor y músico, quien fungía como su manager de negocios; esta decisión cambiaría su vida y lo convertiría en la estrella que hoy es tan reconocida.
Su trabajo de composición desde joven comenzaba a dar frutos; comenzando los 30 publicó las canciones: “Mood Indigo”, “Sophisticated Lady”, “It Don't Mean a Thing (If It Ain't Got That Swing)”, “In a Sentimental Mood” y “Solitude”, todas convertidas por la historia y el público en lo que años después se denominó: Jazz Standards.
Duke Ellington era famoso por su gran estilo al conducir a su propia orquesta; nunca usó una batuta, sino que jugaba solo con los gestos, señales y ademanes, pero con un muy buen humor, encantador y adulador.
Aunque ya contaba con experiencia en la composición de musicales, por su cercanía con Broadway, y también de soundtracks (ya había compuesto algunos y aparecido en cameos musicalizados por él), en 1935 musicalizó el cortometraje: Symphony In Black, que incluye su pieza extendida “A Rhapsody of Negro Life”; como vocalista, da a conocer a Billie Holiday, además de que ganó el premio Oscar al mejor corto con tema musical.
A finales de los 30, el swing bailable se puso de moda entre los jóvenes, además de que aparecieron las primeras rockolas que estaban llenas de discos de swing bailable. Su crecimiento comercial y en la cantidad de público que lo seguía, causó que Duke dijera públicamente que “el jazz es música, pero el swing es negocio”. En respuesta Duke grabó sus piezas “Caravan” y “I Let a Song Go Out of My Heart”.
Duke rompió su asociación con Mills, y contrató al letrista Billy “Sweet Pea” Strayhorn, quien muy pronto se convirtió en el nuevo socio de Duke Ellington; Strayhorn le aportaba su entrenamiento clásico y fue quien pulió el trabajo de Duke para aportarle mayor sofisticación. Duke, agradecido por su colaboración, lo llamaría: “mi mano derecha, mi mano izquierda, todos los ojos de mi nuca y las ondas cerebrales en mi cabeza”; Strayhorn se convirtió en el doble de Duke, que podía suplirlo en cualquiera de sus facetas, en el piano, en la batuta, en los ensayos, en los escenarios o en el estudio de grabación. Ya en los 40, la pieza: “Take the A Train” se convertiría en la pieza favorita de la obra de Duke Ellington.
La historia del Jazz sufre aquí una bifurcación; por un lado surge el sendero del be bop de Monk, Parker, Gillespie, Davis y Coltrane y del otro lado las big bands, Duke Ellington y Count Basie, que pretendían mantenerse más unidas a sus raíces clásicas, y en este último camino fue en donde hicieron su aparición voces como Frank Sinatra, que intentaba llevar a las big bands a un camino más comercial.
Duke se mantuvo fiel a su orquesta y contra viento y marea grabó colaboraciones muy exitosas con todos los mencionados, especialmente su trabajo con Armstrong es quizá de lo más memorable de su obra.
Su arreglo de “Rhapsody in Blue” de Gershwin le mereció su lugar definitivo en el cielo.
@jorgehhm
lg
Copyright © 2024 La Crónica de Hoy .