Todas las religiones sufren cismas y divisiones. Es difícil encontrar una fe en la que no existan discrepancias entre sus hierofantes y creyentes, ni disidencias doctrinales o rituales tachadas de herejías. En el cristianismo, pluralizado en distintas iglesias, están quienes defienden tesis progresistas y quienes se circunscriben a ideas neoconservadoras.
Un buen ejemplo de esta división se ilustra fílmicamente en la película inglesa “Conclave” (2025), del director Edward Berger. Como si de un parlamento se tratara, los cardenales electores papales aparecen divididos entre izquierda y derecha.
En el mundo de las iglesias protestantes, tanto recientes como históricas, existen aquellas de avanzada, acordes con agendas globalistas de tintes progresistas y "woke", y, en contrapunto, las que apoyaron la candidatura de Trump, particularmente en los estados del sur de la Unión Americana, el famoso Cinturón Bíblico.
Desde esta perspectiva, es comprensible que no todos los pastores y sacerdotes de las denominaciones cristianas de Estados Unidos y del mundo apoyen al nuevo inquilino de la Casa Blanca. Una mujer, una obispa, se lo hizo saber con un sermón pronunciado un día después de su toma de protesta, en la Catedral Nacional de Washington.
Para el mundo católico resulta extraño hablar de una obispa, pero entre luteranos, anglicanos y otras iglesias cristianas, esto es común desde hace décadas. Es el caso de Mariann Edgar Budde, primera mujer al frente de la Diócesis Episcopal de Washington, D.C., quien es además madre y abuela.
En su sermón, la obispa se dirigió directamente a Trump, cuestionando con palabras claras el providencialismo del que ha hecho gala. Recordemos que el magnate neoyorquino se ha presentado a sí mismo como un elegido de Dios, asegurando que sobrevivir a varios atentados es prueba de ello. La obispa le recordó que ese Dios al que él presume conocer es un Dios de amor, y, apelando a Él, le pidió ser indulgente con las personas que en este momento temen.
¿Quiénes son los que temen, según la obispa? En su respuesta, dejó ver su posicionamiento ideológico como mujer religiosa progresista: los niños gays, los transexuales, las lesbianas, las familias demócratas… quienes, a su entender, quizá con algo de exageración, temen por sus vidas.
Trump escuchó, pero su lenguaje corporal expresó lo que sus palabras no pudieron en ese momento: movió la cabeza hacia otros lados. Su vicepresidente, también presente en primera fila, volteó la cara para mirar a su esposa.
Es difícil saber si la obispa intentaba aleccionar a Trump en el amor cristiano (tarea nada fácil) o buscaba provocarlo para confrontarlo. Lo cierto es que tocó puntos sensibles de su programa y del perfil que busca dar a su gobierno, al salir también en defensa de los migrantes. Le pidió indulgencia hacia ellos, considerando que son quienes trabajan para todo el pueblo norteamericano: recogen las cosechas, limpian oficinas, trabajan en empacadoras de carne y lavan platos en restaurantes.
Contradiciendo el discurso antiinmigrante de Trump, señaló que la mayoría de los migrantes, aunque sin documentos que legalicen su estancia en Estados Unidos, no son criminales, sino gente honesta que paga impuestos, vive en los vecindarios y asiste a iglesias, mezquitas, sinagogas y templos.
Cerró su sermón recordándole que muchos niños temen que sus padres sean deportados y le pidió clemencia. Subrayó que Estados Unidos ha sido un país de acogida para aquellos que sufren guerras y persecuciones en sus naciones de origen.
Este servicio religioso, al que asistieron el presidente ya en funciones y parte de su gabinete, no fue lo que esperaban. En Estados Unidos todavía prevalece la libertad de expresión, que es bidireccional: corre tanto de ida como de vuelta. La obispa reaccionó con su sermón a una serie de órdenes ejecutivas de Trump que afectan directamente a minorías, migrantes y la comunidad LGBT.
Entre estas acciones, declaró estado de emergencia en la frontera con México, comprometiendo el flujo de migrantes que solicitan asilo; amenazó con deportaciones masivas de indocumentados; y firmó una orden que niega la ciudadanía a niños nacidos en Estados Unidos de padres migrantes sin documentos.
Pero Trump no solo ha arremetido contra los migrantes. Desde una postura totalmente conservadora, ha desmantelado instituciones gubernamentales encargadas de políticas de inclusión, despidiendo a muchos de sus empleados. Enfatizó que su gobierno solo reconoce dos géneros: masculino y femenino.
TE RECOMENDAMOS LETRAS REBUSCADAS: El 2025 da la bienvenida a la generación Beta
Tras el servicio religioso, ya en la Casa Blanca, Trump no tardó en responderle a Budde con expresiones despectivas. De entrada, calificó el sermón como “poco emocionante” y agregó: “No me pareció un buen servicio… pudieron haberlo hecho mejor”. Más tarde, en su plataforma Truth Social, describió a la obispa como una radical de izquierda que odia a Trump, exigiendo que ella y su iglesia ofrecieran una disculpa al público.
La cristiandad es cada vez más plural, tan abigarrada y diversa como las sociedades globalizadas. Si algunos creían que todos los cristianos están con un presidente que promueve enseñar la Biblia en las escuelas, están equivocados. Ya sea una minoría o no, hay figuras religiosas como Budde y muchos de sus seguidores que se oponen al neoconservadurismo de Trump. Él no es el mesías, el elegido de Dios para todos los cristianos del mundo, ni siquiera para todos los estadounidenses.