La Iglesia como institución no es un todo unificado. Sin estar plenamente fragmentada en ella existen facciones, grupos de poder con visiones y proyectos distintos, antagónicos o contrapuesto. Así ha sido desde siempre tanto entre el clero secular como con las congregaciones y órdenes religiosas. Estas discrepancias y rivalidades han ocasionado cismas como el de 1054 cuando las dos Iglesias: la de Oriente y Occidente, la de Constantinopla y la de Roma se separaron por diferencias teológicas, políticas y rituales; siglos después, durante el Renacimiento vendrán las rupturas protestantes al interior de la Iglesia iniciadas por Martín Lutero…
La película “Conclave” retrata estas divisiones políticas y hasta doctrinales; entre hombres consagrados, dirigentes de la grey unidos en Cristo; pero difieren entre sí acerca de su interpretación y práctica de las verdades y valores del Evangelio. En nuestro tiempo tanto entre los epíscopos como entre los presbíteros hay una polarización que delinea principalmente dos bandos: los neoconservadores y los progresistas. El creyente común puede que no esté muy familiarizado con estos intríngulis de la política vaticana por esa razón la película “Conclave”, sin duda, lo puede llegar a sorprender.
El evento que detona como ningún otro las divergencias políticas de la Iglesia es la Conclave o la elección de un nuevo papa. Tras fenecer o dimitir un sucesor de San Pedro los príncipes de la Iglesia, los cardenales, acuden a Roma para elegir, en conclave, a un nuevo pontífice. El ritual electivo pontificio data de la época medieval. Un cónclave es básicamente una reunión privada en la que se toman decisiones importantes y que más importante que designar al titular del Vaticano y dirigente máximo de la grey católica.
Previa a la votación, se celebran reuniones llamadas Congregaciones generales en las que se discuten las problemáticas y desafíos de la Iglesia y se barajean los posibles candidatos al Trono de San Pedro. Con una catolicidad en vilo, una sede bacante y la fe puesta en los designios del Cielo viene entonces la reunión de los purpurados. Son por decirlo metafóricamente secuestrados en la Capillas Sixtina; aislados del mundo con el alma y la mente dispuestas a la inspiración de Dios. Los cardenales electores y elegibles deberán tener menos de 80 años. Sobre los debates y discusiones que ocurren durante esos días al interior de la Capilla nada se sabe; guardan los convocados el mayor secreto por regla. Solo cardenales presentes, el recito queda cerrado tras pronunciarse el Extra omnes (¡Fuera todos!).
Se pueden realizar hasta cuatro votaciones por día, dos en la mañana y las restantes en la tarde. A cada cardenal se le da una papeleta en la que escribe el nombre de su candidato y la deposita en una urna. Si en el conteo de votos nadie obtiene dos tercios de los sufragios, las papeletas utilizadas se queman con químicos que producen humo negro que señala que no habido elección de momento. El esperado es el humo blando que indica que ya hay un nuevo Papa.
El nuevo Papa es llevado a una sala privada llamada Sala de las Lágrimas en la que ora y reflexiona acto seguido se le viste con los hábitos pontificios. Luego se le pregunta: ¿Aceptas tu elección canónica como Sumo Pontífice? Si acepta se le vuelve a cuestionar sobre qué nombre adoptará, ahora como Papa. Para anunciarlos al mundo, un cardenal se asoma por el balcón de la Basílica de San Pedro y pronuncia las esperadas palabras Habemus Papam (tenemos Papa) seguida del nombre del nuevo pontífice. Para cerrar, el nuevo Papa da su primera bendición Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo).
La política vaticana como la política en general es compleja. Tómese en cuenta que todos los pontificados son distintos dependiendo del carisma y las orientaciones teológicas y políticas de su titular. Como lo dijimos al comienzo de este artículo la película “Cónclave” se toma la indiscreción, a través de la ficción cinematográfica, de hurgar hipotéticamente al interior de una Cónclave. Dirigida por Edwar Berger y escrita por Peter Straughan está basada en la novela Robert Harris, publicada en el 2016.
Sin ser un rotundo éxito en taquilla tuvo una buena recaudación de 82, 4 millones de dólares en todo mundo. La película prometía causar mucho revuelo, sobre todo en sociedades como la mexicana con una mayoría de católicos aún respetuosos con la Iglesia.
Estaba el precedente del “Código Da Vinci” (2006), una película de misterio basada en la novela homónima de Dan Brown. La dirigió Ron Howard y la protagonizó Tom Hanks, en el papel de Robert Langdon. Este filme retoma la vieja idea de una supuesta dinastía de reyes de linaje crístico iniciada por Jesús y María Magdalena, cuya existencia la Iglesia ha tratado de ocultar. “El Código Da Vinci”, tanto la película como la novela, dieron mucho de qué hablar en su momento; pero con “Cónclave” la Iglesia y los católicos más militantes guardaron la discreción y no externaron casi quejas y desaprobaciones. En portales católicos como Aciprensa, Actuall o Catholic.Net no encontramos alguna reseña descalificando a la película a pesar de que esta deja mal parada a la jerarquía católica.
De qué va “Cónclave”: tras morir el Papa, los cardenales se reúnen en cónclave, los favoritos para ocupar el trono de San Pedro son el ultraconservador cardenal Tedesco, el progresista y ultraliberal cardenal Bellini, el pragmático cardenal Trambley y el africano también conservador moderado Adeyemi. Otros dos cardenales se sumarán a la contienda casi involuntariamente; el decano del Colegio Cardenalicio, Thomas Lawrence y otro que apareció sorpresivamente, el arzobispo de Kabul, nombrado en secreto por el anterior Papa, el mexicano Benítez.
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La película retrata a los príncipes de la Iglesia como hombres de magra religiosidad y escaza espiritualidad; grises y con severas crisis existenciales que bien los descalifican para estar al frente de la Iglesia. Sí, la película no disimula su pretensión de desmitificar a la alta jerarquía católica entregándonos un retrato de ella un tanto estereotipado en el que resaltan muchos de los lugares comunes de las descalificaciones al alto clero, incluidos los escándalos sexuales y financieros. El final de la película resulta un tanto inesperado y le da razón a los corrientes progresista de la Iglesia que señalan, como lo recalca también el filme, que el si el catolicismo quiere sobrevivir tiene que renunciar a su tradición y abrirse a un reformismo radical de corte progresista e incluso woke.
Con “Cónclave” es todo menos una película imparcial, está bien realizada, nada qué criticar a las actuaciones y menos a su dirección; pero en su descripción de la política vaticana no les da representación a los moderados, como el Papa Francisco, que no están entregados a la modernidad ni defienden a ultranza las viejas formas del pasado preconciliar.