Cronomicón

Letras Rebuscadas: “Adolescencia” la serie de Netflix que nos cuestiona acerca de las nuevas problemáticas emocionales de la juventud nativodigital

Hay una problemática que no advertimos las viejas generaciones que, sin embargo, nos afecta en nuestros roles de padres o abuelos: los niños y pubertos sufren de una precocidad demasiado adelantada e intensa a la vez.

Están expuestos a sufrimientos emocionales que sus antecesores afrontaban en años más aventajados. Se llega hoy en día psicológicamente muy pronto a la adolescencia y en esa edad mental se permanece por mucho tiempo; hay quienes incluso nunca la logran superar del todo.

“Adolescencia”, miniserie de Netflix

De esa problemática va la miniserie que está causando furor en la plataforma de Netflix. Se encuentra entre las más vistas y en redes sociales es muy comentada, y vaya que tiene contenidos narrativos y simbolismos fílmicos para ser analizados.

No es una serie de suspenso con un trasfondo policiaco-escolar; es quizás todo lo contrario. No hay un crimen por resolver. Desde los primeros minutos del primer episodio sabes que hay un culpable que no supo encubrir su crimen. No es para nada una mente maestra. El factor que sorprende y que suscita duda sobre su culpabilidad es su edad. Hablamos de un niño de 13 años que navajeó a una compañera de escuela hasta propinarle la muerte. Esto no debería de pasar en la vida real; pero, visto el caso planteado con ojos menos inocentes lo encontramos verosímil y posible.

El meollo de la serie no es detectivesco; lo que propone es desentrañar las causas que motivaron al puberto a convertirse en un asesino. Con este propósito la serie explora las múltiples aristas desde las que puede ser abordado el caso sin darle la preponderancia a ninguna; mejor todavía dejando a criterio del espectador la valoración del móvil y de los factores que hicieron de un niño un asesino.

Una premisa que está presente a lo largo de toda la serie es que el mundo amortiguado en sus asperezas y rispidez física no ha dejado de ser cruel bajo distintas formas. La figura de los padres verdugos que muelen en sus actos de disciplina a sus hijos es arcaica y superada por una modernidad que presume de humanista y libertaria; el mantra educacional que seguimos es: “déjalos ser”. Pero las atribulaciones persisten ahora más psicológicas que físicas.

“Adolescencia”, miniserie de Netflix

La fragilidad de carácter y la vulnerabilidad emocional la padece el individuo de una postmodernidad que ha convertido lo privado en público por el encantamiento de las redes sociales. Todos los usuarios del Internet por consentimiento estamos expuestos. Somos patitos de feria para que nos funen o cancelen en el tribunal masivo del ciberespacio.

Afrontando el riesgo, el narciso contemporáneo purd quiere notoriedad en Instagram, en TikTok, en YouTube… pero por regla hay que tener algo qué mostrar; ser especial, lindo o dueño de una simpatía o encanto. La búsqueda de aceptación y reconcomiendo cifrada y cuantificada en likes comienza desde muy temprano.

Este el contexto en el que está inmerso Jamie el protagonista de la serie, el niño de 13 años que desalmadamente mató a su compañera Katie; de la que poco nos enteramos a lo largo de los cuatro capítulos de “Adolescencia”.

De Katie sabemos sólo lo necesario: que fue la víctima y que le gustaba a Jamie, y que no se limitó a despreciarlo, lo expuso y humillo en el ágora publica de nuestro tiempo, el Internet. Estamos ante un crimen pasional puesto al día que involucra literalmente a adolescentes. Esto es lo que hace reveladora la serie. Ella expone los factores y contextos, y nunca sentencia o da un veredicto. Aunque con símbolos y representaciones tiene críticas certeras, para empezar a las redes sociales que esclavizan a la vez que cosifican y deshumanizan a los usuarios.

Para los defensores de la modernidad es una obviedad trillada el hecho de la que la tecnología no es mala per se; la maldad está en sus usuarios, ella sólo la potencializa dándole alcance y resonancia virtual y pública. Pasamos del grafiti del baño escolar que ridiculizaba al profesor faltista a las notificaciones y a las descalificaciones codificadas con emojis cuyo repertorio conforma el nuevo esperanto de las generaciones contemporáneas.

“Adolescencia”, miniserie de Netflix

Las nuevas tecnologías de la información no venían con una manual de uso ético. Simplemente llegaron a nosotros con la prontitud del progreso industrial alcanzado en estas últimas décadas. La serie muestra cómo les damos un uso irresponsable y muchas veces pernicioso. Los padres dejamos expuestos a nuestros hijos a la tecnología sin la suficiente supervisión como lo expone la serie. Y en un descuido tenemos a uno de nuestros vástagos siendo procesado por un crimen pasional. Este es un riesgo real no una ficción.

En la soledad de su cuarto, con su computadora prendida, el joven no sólo está expuesto a la ciber depredación de criminales de Internet; también es vulnerable al hostigamiento y la violencia de sus pares. En su habitación no está seguro y puede convertirse esta en la mazmorra de sus pesadillas, vergüenzas y sufrimientos.

Si lo padres no están preparados para educar a sus hijos; para dotarlos de las herramientas emocionales para sortear los retos y peligros de las nuevas dinámicas sociales establecidas por las nuevas tecnologías de la información; en mejores términos tampoco lo está la escuela.

En su visita a la escuela de los involucrados en el crimen, un par de inspectores policiacos pudieron escuchar a los profesores en sus aulas dar sus clases; pareciendo su vital propósito el sobre informar a sus estudiantes de datos científicos y precisiones históricas; pero qué hay de prepararlos para afrontar los dramas emocionales de su precocidad adelantada por la influencia de una cultura de la sexualidad libre y expuesta que no hace distingo de edades en su erotización; no los instruyen para sortear con cautela un ciberespacio donde los mismo se reciben likes que cancelaciones, dependiendo de su carisma, originalidad y encanto, y que en esas evaluaciones constantes cifran su felicidad o desdicha.

“Adolescencia”, miniserie de Netflix

Jamie el niño asesino es un personaje de televisión que puede replicarse y estar materializado en ciento de miles de jóvenes a los que despectivamente apodan incel (acrónimo de la expresión inglesa involuntary celibate o célibe involuntario).

Estos jóvenes de edades tan tempranas como la Jamie son acosados en todas partes incluida la escuela y no se diga en las redes sociales por su mala fortuna o impericia para relacionarse con las mujeres; pesa sobre ellos el estigma de una virginidad que los señala como perdedores, opacados y carentes de encanto. Sufren y traducen su sufrimiento en una misoginia direccionada en particular hacia las mujeres atractivas y populares; a esas mujeres que les resultan inalcanzables y de quienes reciben desplantes y rechazos en persona, y de forma virtual en las redes sociales.

“Adolescencia”, la miniserie de Netflix, nos cuestiona acerca de los desfases generacionales en lo referente a las epistemologías y la comunicación intergeneracional (los jóvenes tiene sus propios términos y símbolos para intercambiar mensajes y emociones, sobre todo en las redes sociales que los adultos desconocen); lanza una advertencia acerca de la hipersexualización de los adolescentes e incluso de los niños y cómo es que ésta les complica la vida obligándolos a sobrellevar problemáticas psicosociales e incluso pasionales para las cuales aún no están listos ni maduros.

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