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León XIV, un pontificado que enfrentará los retos de una avanzada postmodernidad

El esperado humo blanco fue expelido por la chimenea de la Capilla Sixtina el 8 de mayo de 2025. La catolicidad del mundo tenía un nuevo pontífice. No fue ninguno de los favoritos: ni europeo, ni italiano, tampoco asiático o africano. Vaya sorpresa: resultó ser un estadounidense nacionalizado peruano, Robert Francis Prevost. Conocido entre los 133 cardenales asistentes al cónclave —la razón: estuvo al frente del Dicasterio para los Obispos, designado para el cargo por el propio Papa Francisco—. Al igual que su antecesor, también pertenece a una orden religiosa: la agustina.

Papa León XIV

Quiso, en su primera aparición, mostrarse con todo el fausto de la investidura papal: esclavina y estola de bordado dorado, anillo y cruz de oro. He aquí un gesto para los tradicionalistas que tanto criticaron la sencillez de Francisco, a quien acusaban de demeritar su investidura con gestos de modestia. Pero, por otro lado, asumió el nombre de León XIV, y tal elección nos remite a un pontífice que, en lo social, vino a revolucionar a la Iglesia de finales del siglo XIX y comienzos del XX.

Muchos serán los retos que enfrentará el nuevo pontífice, y el nombre que asumió nos anticipa cómo será que los enfrentará. En su encuentro con el Colegio Cardenalicio, tras el cónclave, dio detalles de su elección. Su inspirador, León XIII, fue el pontífice de los obreros: con su Rerum Novarum, se erigió como el padre de la nueva Doctrina Social de la Iglesia.

Papa León XIII

Cuando una parte de los trabajadores del mundo veía con desconsuelo la automatización del trabajo fabril —la máquina desplazando al hombre—, también resentía el robustecimiento de un capitalismo casi darwinista, indolente ante la precarización del obrero forzado a cubrir largas jornadas laborales por un mísero salario. La desventura del obrero tuvo respuesta de parte de la Iglesia en esta nueva doctrina social.

Hoy estamos ante una nueva revolución industrial que presenta viejos y nuevos retos, ahora amplificados por desarrollos en ramas como la informática y la robótica, con la inteligencia artificial y las computadoras cuánticas. En el rubro biotecnológico, tenemos los desafíos y controversias que se avecinan con la clonación y la recodificación del genoma. Para estos retos, en el Vaticano hay un nuevo Papa al que no le son ajenas la ciencia y la tecnología, pues tiene una licenciatura en matemáticas.

Está preparado. Los intricados lenguajes de esta modernidad sobre tecnologizada no le son ajenos, para fortuna de su grey. En sus manos estará dar las orientaciones necesarias, con la oportunidad de evitar que el tren del progreso marche sin rumbo ni norte. Todo desarrollo, según los principios de la Iglesia, debe encaminarse hacia el engrandecimiento del hombre; nunca debe procurar su sobajamiento, enajenación o esclavitud.

El Papa, de la mano de la Iglesia, enfrentará la pobreza que la modernidad no ha sabido revertir, a la cual se suma el problema de la migración en el contexto de un mundo cada vez más globalizado, donde son comunes los desplazamientos masivos de poblaciones que migran a países de Europa o Norteamérica huyendo de la marginación, la criminalidad o la guerra. Es bien sabido que el ahora León XIV ha sido crítico con las políticas migratorias de su coterráneo, el presidente Donald Trump. Está presente la pregunta: ¿logrará influir en un Trump que sólo acepta consejos del espejo y de alguno que otro corifeo?

Vaticano

Suenan los tambores de guerra en distintos continentes. Azuzados por rencores históricos, India y Pakistán enseñan los colmillos de sus arsenales nucleares; en Ucrania continúan los combates entre lugareños e invasores, de momento sólo empleando arsenales convencionales; en la Franja de Cisjordania, palestinos e israelitas dirimen diferencias geopolíticas, religiosas y hasta culturales con las armas en las manos.

El Papa, en sus primeros mensajes, ha llamado a la paz, una paz desarmada. ¿De qué nos sirve replicar y superar tecnológicamente la inteligencia humana e ir a colonizar Marte si aún sigue latente el peligro de un apocalipsis nuclear y, quizá más probable, uno de índole ambiental?

Necesitan la Iglesia, y con ella el mundo, un Papa como el recién electo: que defienda la verdad y actualidad del Evangelio y que exhorte a su observancia en los ámbitos personales, grupales y globales. Después del Habemus Papam viene, a continuación, la tarea de dar respuestas a los reclamos y necesidades de una grey que aún suplica por un orden social, político y económico más justo y caritativo, como el que propuso la Doctrina Social de la Iglesia con un León XIII.

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