Viajar a las estrellas, ¡qué empresa tan trascendente! Ya la ciencia ficción lo había anticipado. En la popular serie de los años ochenta Star Trek, acompañábamos a la tripulación del USS Enterprise, capitaneada por James T. Kirk y Spock, en su travesía interestelar por distintos mundos habitados por diversas razas extraterrestres.
Ahora pensemos en llevar a una población entera en naves espaciales tipo arca, en una travesía por distintos sistemas solares, como en la película “Pasajeros” (2016). A bordo de la nave Avalon, los tripulantes permanecían en hibernación hasta llegar a su destino.
“Interstellar” (2014), planteando un escenario más catastrofista, lleva a un grupo de astronautas a explorar los confines del universo en busca de un planeta habitable, porque la Tierra, sencillamente, atraviesa una agonía ambiental. Mientras tanto, ya están listas las naves que vencerán el anclaje gravitacional para llevar a una parte de la humanidad a su nuevo hogar.
Migrar a otro planeta con el propósito de llevar a la raza humana más allá de la Tierra podría ser una realidad encaminada a concretarse. Ya existe el proyecto de colonizar otros mundos distantes, como lo plantea la obra de Isaac Asimov, “La Fundación”.

Dadas las condiciones de la tecnología actual, un viaje más allá del sistema solar duraría varias centurias. Sería la empresa no de un grupo de astronautas, sino de una colonia humana confinada en su vuelo por el espacio a bordo de una nave-colonia.
Esta microsociedad vería sucederse varias generaciones, todas con el único destino de llegar a un mundo en otro sistema solas. Sería un experimento sociológico en sí mismo, un símil de una granja de hormigas surcando el espacio por el sueño de alguien más de conquistar el universo.
Una empresa de este calado requiere la cooperación de varias naciones. Es así que un equipo internacional de científicos y diseñadores ha presentado ya un modelo de nave-colonia: la Chrysalis, proyectada para albergar una población de 2,400 personas durante un viaje de 400 años rumbo al sistema solar más cercano a la Tierra, Alfa Centauri.
Explorar las profundidades oceánicas, conquistar la Antártida, escalar el Himalaya… ningún reto que la humanidad se haya propuesto había sido tan ambicioso y desafiante. De llevarse a cabo, sería quizás el proyecto del siglo, equiparable —guardando las proporciones— con la llegada del hombre a la Luna.

El proyecto rebasa en complejidad a cualquier otro de viaje espacial. Requiere un diseño y una planeación que involucren disciplinas como la biología, la arquitectura y la psicología, pues se trata de crear todo un hábitat autosuficiente capaz de sustentar a una población humana durante varias generaciones.
La tarea no es sencilla y, obviamente, requerirá de muchos recursos y una cuantiosa inversión. ¿Vale la pena invertir en un sueño tan elevado? Alguien diría que el ser humano tiene cifrada, en lo profundo de su alma, la ambición de ir siempre más allá de su inmediatez. No sabemos darle tregua a ningún muro, físico o mental, que pretenda obstaculizar nuestra marcha hacia la excelencia y la trascendencia.
La británica Initiative for Interstellar Studies es la que ha emprendido lo que, de momento, es todavía un sueño: el Proyecto Hyperion, que contempla la construcción de la Chrysalis. Esta nave-colonia será realmente colosal; el artefacto más grande construido por la humanidad, bajo un diseño modular de 58 kilómetros de longitud, estructurado en anillos concéntricos con viviendas, áreas de cultivo y ecosistemas artificiales.
Lo mejor y más desarrollado de la tecnología estará comprometido en este proyecto. La nave-colonia replicará las condiciones bióticas de la Tierra bajo la exigencia de sustentar una población por un tiempo prolongado: el sistema producirá oxígeno, purificará agua, reciclará residuos y generará alimentos mediante cultivos asistidos robóticamente.
El proyecto conllevará varias etapas. La primera será de adaptación de los tripulantes en entornos aislados de la Antártida durante hasta 80 años. Luego, entendiendo que una nave-colonia de las proporciones de la Chrysalis no podría despegar desde la Tierra, su construcción se efectuará durante dos años en el punto L1 del sistema Tierra-Luna, valiéndose de los recursos minerales que serán extraídos precisamente de nuestro satélite natural. Como paso previo, habremos de instalar la primera base y astillero lunar, de donde despegará la Chrysalis, que alcanzará su velocidad de crucero en aproximadamente un año. Su travesía estelar durará 400 años hasta llegar a Alfa Centauri.

Otra implicación trascendente de este viaje será el nacimiento de los primeros seres humanos fuera de la Tierra. Serán nuevos hombres y mujeres: los hijos del espacio interestelar. Sobre el control de la natalidad habrá reglas estrictas. La población inicial será de 500 personas —mitad mujeres y mitad hombres— de edades entre 25 y 28 años, con un máximo de dos hijos por pareja. Se estima que la decimotercera generación será la que llegue a Alfa Centauri.
Será este un viaje sin retorno, en búsqueda de exoplanetas con condiciones aptas para la vida, algunos ya detectados en Alfa Centauri. Las generaciones futuras de la Chrysalis tendrán la misión —una que, por cierto, no escogieron— de colonizar y llevar a la humanidad más allá de la Tierra. Serán los pioneros que trazarán la ruta para nuevas misiones espaciales colonizadoras.