Tras desaparecer por la persecución religiosa del régimen callista, La Época resurgió en 1958. Uno de los hombres importantes de la institución, Jorge H. Aguirre Jáuregui, quedó a cargo del periódico en 1966. Desafortunadamente, la publicación no pudo sostenerse por muchos años y, por problemas económicos, el semanario, con un tiraje de 10 mil ejemplares, dejó de imprimirse en enero de 1970.

En la misma imprenta que publicaba La Época, Ediciones PAX, (que, en octubre de 1965, hereda el Pío XII junto con el periódico), salió la revista Actualidades, cuyo director era Luis González Gallardo y el jefe de redacción Luis Gutiérrez Esparza. Los articulistas y periodistas eran ex alumnos de la carrera de periodismo; de la revista, tan sólo, se publicaron dos números (Díaz Ceja, 1991).
Las inquietudes periodísticas no cesaban; esa era, de momento, la vocación del Pío XII. Tras asistir al Congreso de la Unión Latinoamericana de Prensa Católica, celebrado en la Ciudad de México de mayo a junio de 1967 y en compañía del Lic. Jaime García Elías, el Lic. Santiago Méndez Bravo regresó con una nueva idea: fundar semanarios regionales a los que intitularía Radares. La inquietud condescendía con la necesidad de romper con el centralismo noticioso; no sólo Guadalajara importaba, los municipios también generaban sus propias noticias y su gente quería estar enterada; así que fueron editados semanarios regionales para las diferentes localidades del Estado de Jalisco.

Los Radares empezaron a publicarse en el año de 1967. Dirigidos por Liberato Rosales Barreto, el primero en ser publicado fue el de Tuxpan y, con un mes de diferencia, le siguieron los de Tala, Tepatitlán y Atotonilco el Alto. Las páginas editoriales eran redactadas por Jaime García Elías y Luis Gutiérrez Esparza; para cada pueblo se tiraban 2 mil ejemplares. Estas publicaciones tuvieron una duración corta y a los dos años dejaron de editarse (Díaz Ceja, 1991).
De igual forma el instituto se mantenía fiel a su esencia clerical; consonante con su objetivo de divulgar las ideas y doctrina de los católicos, por los años de 1967 a 1969, publicó La Hoja Pastoral: la versión moderna de la tradicional Hoja Parroquial, pero con las particularidades de que era impresa a colores y de una redacción ágil. La distribuían en los templos a la par de la Hoja Parroquial y se imprimía un número considerable, entre los 100 y 120 mil ejemplares cada domingo.
La escuela de Teología no logró sostenerse, la falta de inscripciones y de alumnado obligaron su cierre en 1967, cuando el instituto estaba domiciliado en el local de Av. La Paz #1665 (Díaz Ceja, 1991). En cambio, la carrera de periodismo seguía en pie y con nuevas prospectivas. Invitado por la Federación Latinoamericana de Escuelas de Periodismo, el Lic. Santiago Méndez Bravo asistió a un seminario para Directores de Escuelas de Periodismo Latinoamericanas en la Ciudad de Lima, Perú. La experiencia resultó más que enriquecedora para Méndez Bravo; departió con directores de escuela de más de 17 países quienes compartieron sus experiencias acerca del oficio. El fundador de la UNIVA regresó con ideas e inquietudes que fructificaron en la creación de especialidades: Relaciones Públicas, Periodismo y Publicidad, Radio y Televisión que vinieron a reforzar, y modernizar, la rebautizada Escuela de Ciencias y Técnicas de la Comunicación.

La Teología, la que le había dado esencia y razón de ser a la escuela, quedaba en el pasado; el futuro de la institución estaba en el periodismo y en todas sus variantes. Y había que ser consonante con esta tónica; así que, en 1969, se tomó la decisión de cambiarle el nombre de Pío XII a Instituto de Comunicaciones y Humanidades (1969-1970). Para agosto de 1970, el instituto contaba con 120 alumnos distribuidos en tres escuelas: La Escuela de Ciencias y Técnicas de la Comunicación, la Escuela de Relaciones Industriales y la Escuela de Secretarias.
Así cerraban los años 60 para la institución. La siguiente década le depararía nuevos cambios, algunos sumamente importantes y trascendentes.