
El futbol es una ruleta rusa, dicen. Entrega revanchas cada domingo, o tal vez cada muchos domingos.
Lo saben perfectamente todos los que han vivido la vida en pantalones cortos y tras un balón. Para muestra un par de botones o dos Migueles. Layún y Herrera viven hoy seguramente los días más felices de sus carreras como futbolista y técnico, respectivamente. Ambos se han reivindicado ante la afición del América, que no hace mucho, los veía con incredulidad y escepticismo, o incluso, en el caso del lateral derecho, con repulsión.
Todo era radicalmente diferente hace exactamente cinco años, en mayo de 2008, cuando Layún y Herrera coincidieron en el Veracruz y les tocó descender la tradicional franquicia a la entonces Primera A.
Fue un duro golpe para ambos. Layún cumplió el castigo jugando un año con los jarochos en el ascenso antes de conseguir, gracias a su promotor, una inédita oportunidad en el Atalanta de Bérgamo de la Serie A italiana, donde se dio el efímero lujo de debutar, y convertirse en el primer mexicano en disputar un juego oficial de Liga en aquel país.
Para Herrera, quien había ganado muchos elogios en su estancia en el Monterrey, el descenso con el Veracruz fue un duro golpe en su carrera. Meses más tarde sería rescatado del desempleo por los Tecos, en donde sin hacer nada extraordinario, entregó cuentas discretamente positivas.
Fue Ricardo Peláez quien a finales de 2011 decidió apostar por el “Piojo”, entrenador que entonces vivía su segunda etapa como timonel atlantista. Muchos criticaron al directivo. No parecía sensato contratar para un equipo obligado a ganar campeonatos a un entrenador de buenas hechuras pero que no había sido campeón nunca. Año y medio después aquella arriesgada decisión rindió frutos.
Herrera se ha convertido en el noveno entrenador que se corona monarca de Liga con el América, quinto de origen mexicano, uniéndose a nombres como los de José Antonio Roca, Raúl Cárdenas, Manuel Lapuente y Mario Carrillo.
Casi como un capricho del destino justo el jugador más resistido por toda la afición americanista, Layún acabó anotando el penal que les otorgó el título. Criticado ferozmente desde hace un par de años, cuando en el Nido las cosas no andaban nada bien, este veracruzano de 24 años fue señalado como el gran culpable. El hashtag
#TodoesculpadeLayún se hizo un clásico en el twitter; bromas y burlas no pararon cada vez que Layún jugaba, sin importar si fallaba o no.
Layún y Herrera sólo tenían un camino para romper con la tendencia y los tendenciosos: ser campeones. Lo lograron el domingo pasado y ambos han mostrado la estatura suficiente para entender su éxito sin necesidad de exponer rencores viejos o recordar a quienes nunca creyeron en ellos. Los dos han aprendido la lección y a la vez nos han enseñado que en el futbol los fracasos y los éxitos se sientan en la misma mesa, son destinos frecuentes de quienes hacen de su vida competencia.
Ganar y perder; caer y saberse levantar. Quienes lo entienden así con madurez seguramente estarán más cerca de la sabiduría que es necesaria para ser más felices.
América-Cruz Azul, la final más vista
Fueron 41 puntos de rating los que marcó el duelo América-Cruz Azul para convertirse en la final más vista en la historia del futbol mexicano, cifra que marcó un récord en la Liga, pues ninguna de las finales anteriormente disputadas se había acercado a ese registro.
La final que los equipos de Pumas y Chivas disputaron en el Clausura 2004 que le valió el primer título a los universitarios tras 13 años, tenía el rating más alto hasta el pasado domingo. En aquella ocasión el partido se jugó en Ciudad Universitaria a las 12 del día y el rating alcanzó los 36 puntos.
De hecho, el cotejo entre América y Cruz Azul que se decidió en tanda de penales sólo es superado por dos encuentros de la Selección Mexicana. El primero de ellos en la final de la Copa Confederaciones de 1999 ante Brasil que llegó a marcar 43 puntos de audiencia, mientras que el duelo del mundial de Sudáfrica 2010 ante Argentina por los octavos de final marcó 42.23 puntos de rating.
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