
En medio de una ciudad marcada por el tránsito acelerado, los espacios olvidados y la hostilidad urbana, surge una propuesta que busca mirar la ciudad desde los ojos más pequeños: los de la primera infancia. La Fundación Placemaking México impulsa un proyecto que recupera parques y lotes baldíos para convertirlos en espacios de juego, cuidado y encuentro comunitario, donde la niñez se sitúe en el centro de las decisiones.
En entrevista con este medio, Luciana Renner, representante de la fundación, explicó que el objetivo principal es repensar los espacios públicos desde la perspectiva de niñas y niños de 0 a 6 años. “Si nos pusiéramos a la altura de sus ojos y tuviéramos que caminar por la ciudad, veríamos lo hostil que puede llegar a ser”, apuntó.
La organización trabaja bajo el concepto de placemaking, una metodología que busca que la comunidad no solo presencie cambios, sino que participe activamente en el diseño, uso y mantenimiento de los lugares. Esto, señala Luciana, no solo genera entornos más seguros, sino que impulsa beneficios sociales, económicos y ambientales.
Un modelo adaptado al contexto local
El proyecto no se limita a instalar los típicos columpios o resbaladillas. A través de una metodología inspirada en Holanda, pero contextualizada a México, se promueven siete tipos de juego: desde retos físicos y sociales, hasta actividades de imaginación, lectura y contacto con la naturaleza. Además, se busca utilizar materiales locales y sostenibles, reduciendo costos y fomentando la economía regional.
“En Tabasco, por ejemplo, fueron las maestras y la comunidad quienes diseñaron los juegos, integrando tradiciones y cultura local”, relató Renner.
El programa ha logrado alianzas con gobiernos locales y estatales, así como con organizaciones internacionales como la Fundación Bernard Van Leer y Fundación FEMSA, referentes en la promoción de ciudades más amigables con la infancia. Sin embargo, uno de los principales retos sigue siendo la falta de continuidad en las administraciones municipales.
“A veces los programas empiezan desde cero cada tres años”, reconoció Luciana, aunque destacó casos como Zapopan, Jalisco, donde el plan Ciudad de las niñas y los niños ha tenido seguimiento durante seis años.
Impactos visibles y medibles
Entre los principales logros, la organización ha documentado un aumento en el tiempo de juego, la calidad de la interacción entre cuidadores e infancias, y una mejora en la percepción de seguridad en las comunidades. El uso de metodologías como CPTED (Prevención del Crimen mediante Diseño Ambiental) permite que los espacios se conviertan en lugares más seguros y con mayor apropiación social.
Además, la creación de áreas verdes y entornos más inclusivos impacta de manera directa en la salud mental y en la cohesión social.
Luciana subrayó que cualquier barrio puede iniciar la transformación de sus espacios sin necesidad de grandes presupuestos: “Con acciones ligeras, rápidas y de bajo costo se pueden lograr cambios de alto impacto”. El primer paso, asegura, es la organización comunitaria con un objetivo común, identificar la propiedad del predio y empezar con actividades que den vida al lugar.
El mensaje es claro: una ciudad pensada para la infancia y las personas mayores es, en esencia, una ciudad amigable para todas y todos. Y si los parques y calles logran convertirse en espacios de cuidado y convivencia, también lo hará la ciudad entera.