
”La mayor amenaza para la libertad no es el poder en sí mismo, sino su legitimación ideológica”, escribió Slavoj Žižek. Una máxima que asusta porque encierra mucha verdad... ¿o no?. Cobra sentido al momento en que vemos que Donald Trump busca machacar aquello que ideológicamente contradiga su narrativa sostenida para perfilar una imagen futura: la de una América que relumbra de grandeza ante sus ojos.
El líder republicano encabeza una ofensiva histórica en EU dirigida a desmantelar las políticas de diversidad, equidad e inclusión (DEI) que desde hace años buscan corregir desigualdades estructurales en instituciones clave como las Fuerzas Armadas, las universidades y los centros culturales.
Esta cruzada, que sus defensores presentan como un intento por “restaurar la meritocracia y la neutralidad”, es en realidad una campaña sistemática para consolidar una narrativa homogénea de la identidad estadounidense. Excluye deliberadamente voces, historias y perspectivas que desafían lo que es prioridad en el Proyecto 2025, que es el marco programático para esta purga ideológica sistemática.
Universidades sumisas
En principio, hemos visto que el presidente ha intensificado su presión sobre universidades como Harvard porque las percibe como centros de resistencia ideológica a su proyecto político ultranacionalista.
Las tacha de academia de “adoctrinamiento izquierdista”, pero en realidad su ofensiva responde al papel que estas juegan en formar líderes que desafían las narrativas oficiales del trumpismo: migración como amenaza, racismo sistémico inexistente o el negacionismo climático. Harvard, con su influencia mediática, académica y judicial representa, para Trump, una amenaza estructural.
De ahí que esté presionando con recortes a fondos federales, restricciones a estudiantes internacionales o auditorías ideológicas. Trump busca amedrentar a estas instituciones mediante una perspectiva de “guerra cultural” en la que las universidades son parte del “enemigo interno” que debe ser desarticulado para consolidar un nacionalismo autoritario y blanco.
Bibliotecas militares sin diversidad
El Departamento de Defensa, bajo la dirección del secretario Pete Hegseth, emitió hace una semana una orden que instruye a todos los mandos militares a revisar sus bibliotecas y eliminar los libros que aborden temas vinculados a diversidad, equidad e inclusión. La medida busca retirar de circulación cualquier material que promueva “conceptos divisivos o ideología de género que sean incompatibles con la misión central del Departamento”, según el memorando filtrado a la prensa.
La orden se suma a una medida previa que ya había llevado a la Academia Naval de EU a retirar cerca de 400 títulos, entre ellos obras como I Know Why the Caged Bird Sings de Maya Angelou y textos académicos sobre teoría racial crítica, feminismo y privilegio blanco.
Los encargados de las bibliotecas han sido instruidos para utilizar palabras clave como “acciones afirmativas”, “anti-racismo” o “teoría crítica de la raza” para filtrar los libros que deben ser removidos.
A la par de esta purga literaria, el Pentágono envió una directiva a las academias militares de West Point, Annapolis y la Fuerza Aérea, ordenando que en sus procesos de admisión no se tomen en cuenta factores como raza, etnia o sexo. “Las academias deberán centrarse exclusivamente en el mérito”, reza el documento, aunque deja una salvedad para los candidatos con talento deportivo o experiencia militar previa.
Según la Casa Blanca, esta medida busca erradicar lo que consideran una “discriminación inversa” contra los candidatos blancos y varones. Sin embargo, críticos de la decisión señalan que eliminar estas consideraciones podría hacer retroceder la representación de minorías raciales y de género en las fuerzas armadas, un ámbito históricamente dominado por hombres blancos.
Golpe a la Biblioteca del Congreso
Una de las decisiones más simbólicas de esta cruzada ideológica fue la destitución de Carla D. Hayden, directora de la Biblioteca del Congreso desde 2016 y la primera mujer afroamericana en liderar la institución en sus 225 años de historia. Designada por Barack Obama, Hayden fue destituida por su “promoción activa” de contenidos DEI, según informó la portavoz presidencial Karoline Leavitt.
“No creemos que estuviera sirviendo adecuadamente a los intereses del contribuyente estadounidense”, dijo Leavitt, sin ofrecer ninguna prueba. La decisión ha sido duramente criticada por figuras del Congreso y defensores de la cultura.
El líder demócrata en la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries, calificó la destitución como “una vergüenza” y la consideró parte del “esfuerzo insistente de Trump por prohibir libros, encubrir la historia estadounidense y dar marcha atrás en el tiempo”.
El Smithsonian bajo vigilancia
Trump también firmó una orden ejecutiva contra el Instituto Smithsonian, el conglomerado de museos más grande del país. La orden exige a la vicepresidencia “eliminar toda ideología impropia, divisiva o antiamericana” de sus museos, centros de investigación y hasta del Zoológico Nacional.
Esto implica revisar exposiciones en museos como el de Historia Afroamericana o el de la Mujer, y eliminar contenidos considerados “políticamente cargados”, como la presencia de mujeres transgénero o narrativas sobre racismo estructural. Las organizaciones de derechos humanos denunciaron esta medida como censura estatal y un ataque directo a la pluralidad cultural.
Reescribir la historia
Detrás de estas decisiones hay una estrategia política clara: movilizar a la base electoral de Trump, que percibe las políticas DEI como un instrumento de la “izquierda radical” para reescribir la historia y debilitar los valores tradicionales estadounidenses. La narrativa de que EU debe “volver a sus raíces” ha sido un componente central del discurso trumpista desde 2016.
La promesa de eliminar la “ideología woke” se ha convertido en una de las principales banderas del segundo mandato de Trump, reforzada por las declaraciones de figuras clave de su gabinete. El secretario de Defensa Hegseth, por ejemplo, declaró que “nuestro diversidad es nuestra fortaleza” es “la frase más estúpida en la historia militar”.
La purga ideológica impulsada por el magnate estadounidense puede tener consecuencias duraderas. Al eliminar contenidos que reflejan la complejidad y diversidad de la sociedad estadounidense, se promueve una versión simplificada y excluyente de la historia nacional. En el ámbito académico, podría limitar el acceso a obras fundamentales para comprender las luchas por la justicia social.
En las Fuerzas Armadas, la eliminación de perspectivas diversas podría afectar la cohesión y la moral de las tropas. Investigaciones previas han demostrado que entornos más inclusivos tienden a generar mejores resultados en eficiencia operativa y liderazgo.
En la esfera cultural, la intervención directa del gobierno en museos y bibliotecas representa una amenaza a la libertad de expresión y al derecho a una representación justa.
Numerosas organizaciones, incluidas la American Library Association, el Centro para la Democracia y la Sociedad Abierta y Human Rights Watch, han condenado estas acciones. Académicos, veteranos de guerra y artistas también han expresado su alarma.
“Estas medidas son una regresión peligrosa a una visión de país que niega su diversidad y complejidad”, afirmó Kimberlé Crenshaw, catedrática de derecho y una de las creadoras del concepto de interseccionalidad. “Eliminar la DEI no es neutralidad; es elegir una narrativa de exclusión”.
Es así como la sombra negativa de Trump recorre rincones del país. Cercenando la diversidad como valor y moldeando la memoria colectiva según una visión excluyente. Demanda e impone en nombre de la unidad, y censura voces que han luchado por igualdad, justicia y representación.