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¿Qué se puede esperar del presidente de EU si, tras asisitir al funeral de Francisco, su delirio de grandeza lo llevó a recrearse como Papa y anunciar que nadie lo haría mejor que él?

Trump, según Trump: las imágenes que difunde de sí mismo revelan a un narcisista extremadamente peligroso

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Megalomaníaco Tras asistir al funeral de Francisco, Trump difundió su imagen de Papa, reclamando el Trono de San Pedro: "Nadie lo haría mejor que yo"

Donald Trump se mira en el espejo y es feliz; pero no lo es plenamente: necesita que todos sientan esa misma felicidad al contemplarle (o por qué no: que infunda veneración o temor). Por eso repostea en las redes hasta lo absurdo su imagen, de la que destaca su cara maquillada de naranja tono WPF06. No es banal el detalle de su peculiar bronceado, ya que dice mucho de su personalidad: por alguna razón oculta, lejos de sentir que hace el ridículo, cree que su cara anaranjada artificialmente lo convierte en alguien especial, superior al resto, según reflexionó en sus memorias James Comey, exdirector del FBI.

Pero que Trump (79 años) pase varios minutos al día en la cabina bronceadora de la Casa Blanca —la empleada Angella Reid fue despedida en su primer mandato por no tener lista la cabina cuando la solicitó— es el único detalle inocente del magnate populista neoyorquino. El resto de sus delirios lo convierten en el más imprevisible y peligroso de los 45 presidentes que ha tenido EU.

El culto a la personalidad es un rasgo propio de dictadores y tiranos a lo largo de la historia —César Augusto, Napoleón, Mao Zedong, Stalin, Rafael Trujillo, Mao Zedong, Gadafi…—, pero es una rareza entre líderes democráticos, excepto en los que se vendieron en las urnas como demócratas para luego transformarse en autócratas, como el ruso Vladimir Putin o en su versión caribeña Hugo Chávez y su heredero, Nicolás Maduro.

Trump vendría a ser una mezcla de los tres. Le atrae tanto el lado macho-alfa y rostro duro que proyecta Putin, como el aura mesiánica del fallecido Chávez, sin hacer ascos a la versión caricaturesca de Maduro, reconvertido en SuperBigote, una suerte de Superman antiimperialista, ampliamente usado en la propaganda del régimen venezolano a través de la televisión y los comics.

El resultado que arrojó hace unos días la Inteligencia Artificial cuando Trump le pidió que mezclara este coctel eslavo-caribeño, junto a una versión hiperidealizada e hipermasculinizada de sí mismo, dio como resultado a SuperTrump, que le gustó tanto al presidente de EU que lo lanzó a las redes este fin de semana, aprovechando el tirón del estreno de la última película de la saga Superman.

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SuperTrump El presidente de EU disfruta imáginándose como superhombre (IA)

Y tan falso como la imagen de SuperTrump es el mensaje que lo acompaña: “El símbolo de la esperanza, la verdad y la justicia”.

¿Esperanza para quién? Los pocos que han visto cumplidas sus esperanzas desde que regresó al poder son los que asaltaron violentamente el Capitolio en enero de 2021, incitados por Trump para subvertir la democracia e impedir el reconocimiento de la victoria de Joe Biden. A lo mejor, esta es la explicación de por qué aparece de fondo el edificio profanado, símbolo de la democracia de EU, y no sun mansiíon Mar-a-Lago.

¿Su santidad el Papa Trump?

La constatación de que Trump sufre delirios de grandeza se hizo evidente el pasado 2 de mayo, cuando Trump publicó en su cuenta de la red Truth Social una imagen suya disfrazado de Papa, en pleno duelo por la muerte de Francisco y en víspera del cónclave que eligió a su compatriota León XIV como su sucesor.

El 26 de abril, Trump y la primera dama Melania asistieron en la plaza de San pedro al funeral de Francisco junto a otros líderes mundiales. Los fastos en honor al pontífice argentino y el impacto mundial tras su muerte debieron calar profundamente en su mente enferma de megalomanía, al extremo de fantasear creyéndose sumo pontífice de la Iglesia Católica, pese a que ni siquiera es católico, sino protestante.

Junto a la imagen que difundió de sí mismo disfrazado de papa, Trump escribió el siguiente mensaje, sin ningún tipo de pudor: “Me gustaría ser papa. Esa sería mi opción número uno. Creo que sería un gran papa. Nadie lo haría mejor que yo”.

No hace falta que Trump se someta a pruebas psiquiátricas (a las que se ha negado siempre, pero se las exigía a Biden), para constatar que el presidente de EU se comporta (a sus 79 años) como un niñato berrinchudo y caprichoso, que lo mismo un día se siente superman, papa, dictador o mesías. La tragedia es que los políticos estadounidenses le tienen tanbto miedo que los republicanos le rien sus chistoretes y los demócratas callan. Casi nadie con autoridad en Estados Unidos se atreve a decirle al emperador que está desnudo y está lo.

Los pocos que lo hicieron siguen pagando las consecuencias, principalmente académicos y científicos, despojados de fondos públicos para seguir investigando.

En octubre de 2024, un mes antes de las elecciones que ganó Trump, más de 225 psiquiatras y psicólogos firmaron una carta abierta publicada en The New York Times, alertando del peligro de que el magnate populista volviera a ganar, ya que representa una “amenaza existencial para la democracia”. Tras años observando su comportamiento, todos ellos concluyeron en el mismo diagnóstico, mucho más peligroso que el narcisismo patológico: el narcisismo maligno.

Llegados a este punto, la pregunta es pertinente: ¿Qué define a un narcisista maligno?

Daikiri sobre los muertos en Gaza

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Burla Trump convertido en estatua de oro, brindando con Netanyahu en un hotel en la reconstruida Gaza y Musk repartiendo billetes de dólares (Toma de video)

Dentro del espectro del narcisista patológico, el catalogado como maligno —descrito por el psicoanalista Otto Kernberg— se sitúa en el extremo de la maldad absoluta, en el que estaría Adolf Hitler. Aunque la ley Goldwater no da validez a un diagnóstico psiquiátrico sin que la persona señalada haya aceptado someterse a decenas de pruebas científicas, los firmantes de la carta señalaron que tampoco hizo falta pedirle al “führer” que acudiera a un psicoanalista para conocer su naturaleza racista y genocida: cumplió, punto por punto, todos los requisitos para ser señalado como narcisista de malignidad extrema.

Sin ánimo de comparar al líder genocida nazi con Trump, los expertos que encendieron la voz de alarma sobre el republicano advirtieron que presenta, en mayor o menor grado, características que lo catalogan como narcisista maligno; entre ellas: grandiosidad extrema (creencia delirante de superioridad), falta total de empatía (separó sin inmutarse a niños migrantes de sus familias), sadismo (disfruta solo de pensar el destino de un inmigrante que escape de la prisión Alcatraz Alligator cuando se encuentre con los caimanes), paranoia (los inmigrantes son violadores e invasores) o ausencia de culpa (la noche del 4 de julio, día de la independencia, bailó en el balcón de la Casa Blanca, pese al drama de decenas de niños muertos y desaparecidos por las inundaciones de Texas).

De otra manera, no hay una explicación lógica sobre por qué Trump se regodeó difundiendo un video de la Franja de Gaza, convertida en una Disneylandia en Oriente Medio, en el que se ve, al presidente de EU convertido en una gigantesca estatua de oro a su mayor gloria; a su (entonces) aliado, el también magnate Elon Musk, lanzando billetes de dólares; o de nuevo a Trump, en la alberca de un hotel imaginario brindando con su amigo Benjamín Netanyahu, quien, por cierto, declaró durante su nueva visita a la Casa Blanca, la semana pasada, que Trump, quien le distribuye masivamente armas para su genocidio de palestinos en Gaza, es merecedor del premio Nobel de la Paz.

Pero más grande aún que el premio de la Academia Sueca sería que su rostro quedará inmortalizado de forma gigantesca, por los siglos de los siglos.

A la altura de los fundadores… y más allá

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Inmortalizado Recreación de busto de Trump junto a -george Washington, Thomas Jefferson, Teddy Roosevelt y Abraham Lincoln en el monte Rushmore (Dakota del Sur)

El pasado 1 de julio, Trump publicó una imagen editada de él en el legendario monumento en el Monte Rushmore (en Dakota del Sur), conocido como el “Santuario de la Democracia”, junto a George Washington, Thomas Jefferson, Teddy Roosevelt y Abraham Lincoln.

La idea no es nueva. En 2020, The New York Times informó que el presidente Trump (en su primer mandato) se comunicó con la oficina de la gobernadora de Dakota del Sur, Kristi Noem, para obtener información sobre el proceso de agregar su busto en la montaña.

Noem esquivó la polémica propuesta regalando a Trump una escultura de bronce que bautizó como “Monte Trumpmore” (una miniatura de su rostro añadida al monumento).

De nuevo en la Casa Blanca, Trump ha vuelto a las andadas y tras elegir a Noem como secretaria de Seguridad Nacional de EU, espera que use las influencias que sigue teniendo en Dakota del Sur para romper la fuerte resistencia interna ante tamaño despropósito.

En cualquier caso, si no lo logra, puede que tenga ya en mente un plan B y ordene que se esculpa su rostro en otra montaña dependiente del gobierno federal, pero esta vez en solitario, y a ser posible mucho más grande. A fin de cuentas, Trump lo dice cada vez que puede: “El mejor presidente de Estados Unidos que ha existido jamás en la historia soy yo”.

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