Invasión al estilo Irak (escenario catastrófico, probabilidad de que ocurra: nula)

La invasión de Irak, ordenada por el presidente George W. Bush en marzo de 2003, logró el objetivo de eliminar a Sadam Husein (fue ahorcado en 2006, tras la derrota de su régimen), pero el país del golfo Pérsico se vio arrastrado a una sangrienta guerra étnica entre la minoría sunita (a la que pertenecía el “tirano de Bagdad”) y las minorías chiíta y kurda (beneficiada indirectamente por los invasores estadounidenses). El costo en vidas humanas fue enorme, entre 180 mil, la cifra más conservadora, y 600 mil, la estimada por observadores internacionales, y provocó además, el nacimiento del grupo terrorista Estado Islámico.
Extrapolado al caso venezolano, una invasión estadounidense en toda regla (con decenas de miles de soldados y una poderosa fuerza bélica desplegada), aunque lograra el objetivo de eliminar a Nicolás Maduro, tendría muchas probabilidades de arrastrar al país a una guerra civil entre chavistas y antichavistas, armados por EU. Además, podrían exacerbar el poder de los cárteles y ser usados por uno o ambos bandos para crear poderosas guerrillas, con el consiguiente peligro de arrastrar el conflicto a vecinos como Colombia, Ecuador e incluso México, dada la presencia activa en los tres países de cárteles como el de Sinaloa o Jalisco Nueva Generación.
El propio Trump ha reiterado que la era de la presencia masiva de soldados de EU en guerras en el extranjero es cosa del pasado (y más tras la desastrosa retirada de Afganistán en 2021, ordenada por Joe Biden). Por tanto, lo último que tiene en mente el presidente de EU es repetir en Venezuela (o en México, llegado el caso) los fiascos de las invasiones terrestres masivas en Afganistán o Irak.
Invasión al estilo Panamá (escenario peligroso; probabilidad media-baja)

El 20 de diciembre de 1989, Estados Unidos invadió Panamá por orden del presidente Ronald Reagan con la misión de arrestar al dictador Manuel Noriega, juzgarlo en EU por narcotraficante y meterlo en la cárcel (donde pasó 22 años).
Existen factores que hicieron muy diferentes la invasión de EU en Panamá a la de EU en Irak: la duración (42 días la primera; 8 años la segunda); el número de soldados estadounidenses que intervinieron (26,000 frente a 148,000); lo limitado del despliegue (en el canal, el aeropuerto y el cuartel militar general, frente a todas las ciudades y áreas petroleras iraquíes), y el número de bajas de soldados estadounidenses (23 frente a 4,415).
Con estos cálculos sobre la mesa del Despacho Oval y teniendo en cuenta principalmente el costo económico y de vidas humanas (estadounidenses, por supuesto, las de panameños e iraquíes nunca preocupó a Washington), el presidente Trump se inclinaría evidentemente por el modelo panameño para derrocar a Maduro.
Sin embargo, Venezuela se parece mucho más a Irak que a Panamá.
La caída de Noriega fue muy fácil por al menos tres factores en su contra: su elevada impopularidad, no sólo entre el pueblo sino entre amplios sectores del Ejército panameño, que fue rápidamente desmantelado; el tamaño del país, que permitió la tomá en cuestión de los puntos estratégicos en cuestión de minutos; y la falta de vocación de mártir de Noriega (se rindió dos semanas después de atrincherarse en la embajada del Vaticano y confesar, entre otras cosas, que sus oídos, acostumbrados a la música clásica, no soportaron que los estadounidenses pusieran a todo volumen fuera de la nunciatura apostólica, 24 horas de canciones de Guns N´Roses, Van Alen o Pink Floyd).
Por el contrario, él arresto de Maduro sería muchísimo más complejo: Venezuela es doce veces más grande que Panamá y Caracas siete más que Ciudad de Panamá, pero sobre todo, cuenta con la lealtad de todos los mandos militares venezolanos (a los que privilegia) y de una parte de la sociedad civil, que, si bien a estas alturas de la crisis es mucho menos de la mitad de la población, todavía es suficiente como para poner en pie de guerra a cientos de miles de milicianos chavistas armados, listos para enfrentarse a los soldados invasores y sus aliados internos (los “pitiyanquis”).
Operación al estilo Irán (escenario contraproducente; probabilidad media)
Trump salió relativamente satisfecho del ataque a distancia de objetivos militares y nucleares iraníes, tras ordenarlo el pasado 22 de junio, y sin que ninguno de los pilotos que invadieron el espacio aéreo enemigo muriera o fuera capturado. Por tanto, la tentación de repetir la misma operación en Venezuela no es descartable, aunque hay un factor que debe tener en cuenta (o algún asesor debe recordárselo): si el objetivo final es “eliminar” a Maduro y acabar con su narco-Estado, el modelo iraní no sólo está llamado al fracaso, sino que podría incluso fortalecer al régimen.
Dañar la industria petrolera venezolana mediante bombardeos teledirigidos significaría la destrucción de la única fuente de riqueza nacional y perjudicaría directamente a los venezolanos; por otro lado, atacar objetivos militares significariá miles de bajas de soldados rasos y también de civiles, sin ninguna garantía de que logren eliminar a los mandos militares chavistas o que vayan a rendirse.
Lejos de precipitar la caída del régimen, este escenario podría ser contraproducente, ya que si algo sabe hacer Maduro es propaganda victimista para culpar a la oposición de abrir las “puertas del infierno” con ayuda del enemigo. La represión contra el antichavismo y contra gran parte de la población, ya de por sí dura, podría ser brutal y sin piedad.
Operación al estilo Pakistan (escenario factible y probabilidad baja)

El presidente Barack Obama demostró el 2 de mayo de 2011 que, con paciencia y si antepone los servicios de inteligencia y tecnología punta a la exhibición de poderío militar, puede abatir al enemigo que quiera, por más que se esconda en cualquier punto del planeta.
Esa madrugada, y en una operación de alto secreto, localizó y abatió en una vivienda en el norte de Pakistán, a Osama bin Laden, autor intelectual de los ataques del 11 de septiembre de 2001. El líder de Al Qaeda —el hombre más buscado del mundo, y el hombre más oculto del mundo— logró ser localizado y abatido por un comando de élite de los Navy SEALs, que logró volar en helicópteros hasta el escondite, sin avisar al gobierno de Islamabad y sin que se percataran los militares del cuartel del Ejército paquistaní en Abbottabad, a apenas un kilómetro y medio de la vivienda (localizada tras rastrear la CIA durante meses a un mensajero de Al Qaeda que visitaba frecuentemente ese punto sospechoso).
La decisión de Trump de hacer alarde de su poderío militar, llevando hasta el límite de las aguas territoriales venezolanas tres destructores con misiles, un submarino de propulsión nuclear y varios cazas de combate, elimina el factor sorpresa de este escenario.
De haber seguido el modelo de Obama de operación secreta y relámpago, la probabilidad de éxito podría haber sido elevada (especialmente si cuenta con el apoyo de un comando disidente venezolano), pero, a no ser que Trump juegue al despiste y el despliegue naval sea parte de una maniobra de distracción, este escenario estaría también encaminado al fracaso.