
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tenía intención de convertir el funeral masivo de Charlie Kirk, este domingo en Arizona, en un acto de campaña para proclamar la guerra a la izquierda liberal, al movimiento antifa y en general a cualquier estadounidense en contra de su gobierno y de su ideología de extrema derecha cristiana; pero ocurrió lo que menos esperaba: la esposa del influencer de extrema derecha asesinado hace una semana ante la vista de todo el mundo, habló antes que él, pero no habló de venganza, sino de algo que no conoce el mandatario republicano: de perdón.
“La respuesta al odio no es el odio”, declaró la viuda ante 73 mil personas que abarrotaron el estado de Glendale, uno de los más grandes del mundo.
La joven viuda Erika, madre de dos niños pequeños, dijo que la misión de su marido había sido salvar a jóvenes de vidas insatisfactorias “consumidas por el resentimiento, la ira y el odio”, en alusión directa a Tyler Robinson, el joven que le disparó al cuello el pasado miércoles 10 de septiembre, ante tres mil personas que lo escuchaban en el campus de la Universidad Estatal de Utah.
“Lo perdono porque es lo que hizo Cristo. La respuesta al odio es no odiar”, dijo ante el asombro de Trump y su equipo de halcones, que llevan días clamando venganza, como el vicepresidente JD Vance, el secretario de Estado Marco Rubio o el secretario de Defensa Pete Hegseth.
“Quería salvar a los jóvenes, igual que aquel que le quitó la vida”, dijo Erika con la voz quebrada en alusión a Tyler Robinson, el joven que mató de un balazo en el cuello a su esposa durante un evento con tres mil estudiantes en la Universidad Estatal de Utah, mientras defendía, precisamente, el derecho “sagrado” a portar armas y a usarla contra una amenaza.
“Lo siento Erika, yo sí quiero a mi oponente”
El discurso compasivo de Erika desmontó en cuestión de minutos el que traía preparado el presidente de EU, quien antes de viajar a Arizona exigió a la fiscal de EU, Pamela Bondi, que abriera cuanto antes la cacería de críticos a su gobierno.
Contrariado e incluso nervioso ante el teleprompter, Trump no se atrevió en su discurso a desplegar su odio y anunciar su venganza contra los que señale como enemigos, como es habitual en sus discursos y es muy aplaudido entre su público. No se atrevió a declarar terrorista al movimiento antifa, al que condenó de antemano por el asesinato, pero discrepó del cristianismo compasivo de Erika Kirk.
“Lo siento Erika, yo sí odio a mi oponente y no quiero lo mejor para él”, declaró Trump, dejando en evidencia que no comparten la misma visión de Dios. “Era un mártir por las libertades estadounidenses, un cristiano y un seguidor de su salvador Jesucristo”, declaró, sin atreverse a decir lo que realmente pensaba, para parecer que compartían la misma visión del cristianismo compasivo.
Pese a todo y obsesionado con el tema de la frontera y su odio a los inmigrantes latinos, Trump sacó tiempo para decir que “sin fronteras, sin ley y sin Dios, no hay Estados Unidos”. Sin embargo, confesó que algo en lo que es diferente de Kirk es que el activista quería “lo mejor para sus rivales”.
“Y yo no, lo siento, Charlie, yo los odio”, reiteró ante una audiencia sin criterio, que lo mismo aplaudía la compasión de Erika Kirk que el deseo de venganza de Trump.
Por mucho que Trump intentó desde hace una semana llevar a su terreno de la venganza el asesinato de su aliado Charles Kirk -logró cancelar el programa del cómico Jimmy Kimmel-, el mensaje tan poderoso de su esposa neutralizó el intento del presidente de convertir el funeral en una causa general contra sus enemigos, cuando muchos analistas esperaban que declarara oficialmente al movimiento antifa como organización terrorista.
“Charles James Kirk fue brutalmente asesinado por un individuo radicalizado y despiadado, simplemente por expresar la verdad que llevaba en su corazón”, declaró Trump, sin atacar por su nombre a quienes considera “enemigos de la patria” y se limitó a decir que el “mayor evangelista de la libertad estadounidense se convirtió en inmortal”.
Trump cerró su discurso haciendo subir a la viuda, Erika Kirk, al escenario, para abrazarla con cierta incomodidad, la misma que sintió en su primera misa en la catedral de Washington tras jurar por segunda vez como presidente de EU, cuando fue literalmente sermoneado por la obispa Mariann Edgar Budge, para que tuvieran compasión por los inmigrantes y las personas LGTB, si realmente se sentía como cristiano.
La respuesta entonces de Trump lo dice todo: “La obispa (protestante) es una radical de izquierda que odia a Trump”, y describió su tono como “desagradable, poco convincente y no inteligente”.