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El movimiento antivacuna: Villano del año 2021

Estupefacción y temor por la alianza entre la extrema derecha y los antivacunas, los mejores socios del coronavirus para seguir contagiando. 2022 deber ser el año en que el mundo derrotó a la pandemia, pero antes hay que derrotara a los que niegan la ciencia, la medicina y el sentido común

crisis sanitaria mundial 

Antivacuna agrede a un policía italiano durante la violenta manifestación en Roma el 10 de octubre (EPA)

Antivacuna en Londres llama a la guerra contra la vacunación forzosa

Si el año 2020 empezó con el estallido de la pandemia y acabó con la esperanza de la vacuna, el 2021 fue el año en que los grupos de extrema derecha y los amantes de la teoría de la conspiración aprovecharon la ignorancia y el miedo de la gente para impulsar un movimiento antivacuna cada vez más violento y que se ha convertido en el mejor aliado del coronavirus para impedir su derrota.

A una semana para que acabe este año, el 2022 no puede seguir siendo el año de los antivacunas. Se acabó ya el periodo de gracia para convencer por las buenas a los que se niegan a poner la vacuna, alegando que el gobierno los espía inoculando un microchip, a los que se niegan a usar cubrebocas o la gravedad de la pandemia; o lo más preocupante, a los que anteponen la libertad individual a la libertad colectiva.

¿Qué pensarían los soldados que liberaron al mundo de la tiranía nazi, si supieran que miles de los que ahora disfrutan de ese enorme sacrificio se pasaron los fines de semas de este año que acaba destrozando comercios en las calles de Roma, Berlín, Bruselas, Londres o Rotterdam y se enfrentan a la policía porque el Estado “fascista” los quiere obligar a pincharse para acabar con la pandemia?

Antivacuna agrede a un policía italiano durante la violenta manifestación en Roma el 10 de octubre (EPA)

Antivacuna agrede a un policía italiano durante la violenta manifestación en Roma el 10 de octubre (EPA)

Por las buenas… o por las malas

2022 debe ser el año que el mundo derrotó primero a los antivacunas y luego al coronavirus. Porque, cuando se cumple el primer aniversario del arranque de la campaña global de vacunación, una cosa ha quedado clara: no es posible acabar con la pandemia si antes no se ha logrado inmunizar al 80 por ciento de la humanidad, y para que esto ocurra, se debe ayudar a la vacunación masiva de los países pobres y deben vacunarse a los que se niegan, por las buenas… o por las malas.

No hace falta obligar a punta de pistola a los que se nieguen a inyectarse la vacuna; basta con exigir una cartilla de vacunación y pruebas de detección del virus para entrar en cualquier lugar: puesto de trabajo, transporte público, hospital, centro educativo, templo, cine, restaurante, estadio, bar o aeropuerto.

Millones de personas, en países sin capacidad para producir, comprar o almacenar vacunas, y con sistemas de salud frágiles, llevan meses esperando el día que puedan vacunarse y salvar sus vidas y las de sus familia, y preguntándose, sin entender nada, cómo es posible que otros tantos que tienen a la vuelta de la esquina de su casa un puesto para vacunarse gratis no sólo se niegan a hacerlo —para ayudar así a que se rompa la cadena de contagio y se derrote al virus—, sino que reaccionan violentamente contra las autoridades que ruegan que se vacunen, aunque sea para evitar que ocupen una cama de hospital que podría ayudar a una persona enferma de cáncer a curarse.

Una antivacuna en Londres llama a la guerra contra la vacunación forzosa

Una antivacuna en Londres llama a la guerra contra la vacunación forzosa

Manifestación contra el fascismo, tras los disturbios en Roma (Anadolu)

Jeffrey Allen, el “soldado” a la orden del virus

Nada puede hacer más feliz al virus causante de la enfermedad mortal COVID-19 que contar con una legión de soldados que combaten a su lado en esta guerra, como el estadounidense Jeffrey Allen Burham, que mató a tiros a su hermano farmacéutico, porque ayudaba a vacunar a las personas, y mató a su madre, por llamar a la policía alertando que a su hijo le habían envenenado la mente los negacionistas que mienten con total impunidad en las redes sociales.

Pero los antivacunas no son un fenómeno exclusivo de Estados Unidos, donde Fox News compara al doctor Fauci con el doctor Mengele de los experimentos nazis. En otras naciones con acceso gratis a la vacuna, grupos ultras han movilizado a miles de personas para desafiar al Estado con actos de violencia callejera para exigir no vacunarse, alegando que las vacunas son un ataque a la libertad de cada individuo, aunque desconozcan o se nieguen a aceptar que, si todos ellos están vivos, es porque fueron vacunados contra el sarampión, la viruela, la difteria, o la poliomielitis.

La violencia de los débiles mentales

Incapaces de de aceptar la evidencia —como que en menos de un año de campaña de vacuna contra la COVID-19 se han salvado de morir un millón de personas en EU— los negacionistas fueron presa fácil para los grupos de extrema derecha y conspiracionistas, que aprovecharon la debilidad mental de los antivacunas —que defienden cualquier teoría conspirativa antes que la evidencia científica— para convencerles de que la mejor manera de combatir la “agresión del Estado” es recurrir a la violencia.

El fenómeno se replica desde Rusia o Australia a Gran Bretaña o EU, pero, casualidad o no, los dos países con movimientos antivacunas (o antivax, en inglés) más organizados y peligrosos sean los mismos que vieron nacer hace un siglo el fascismo y el nazismo: Italia y Alemania.

Asalto neofascista en Roma

El sábado 9 de octubre saltaron todas las alarmas en Roma, cuando una manifestación de antivacunas y agitadores de extrema derecha degeneró en violentos enfrentamientos y en un insólito intento de asalto a un hospital. Pero aún más inquietante fue cuando la turba asaltó la sede la CGIL, el mayor sindicato de Italia.

El hecho no fue casual. Uno de los primeros ataques que llevaron al movimiento fascista al poder en Italia en 1922, fue el asalto a la CGIL, tras señalar Benito Mussolini a los obreros sindicalizados como enemigos de la patria.

Pero el acto intimidatorio de los neofascistas no logró su objetivo de que Italia se convirtiera, el 16 de septiembre, en el primer país que decretó el pasaporte COVID, que obliga a todos los trabajadores a vacunarse o afrontar el despido.

Terrorismo neonazi en Alemania

El 15 de diciembre, la policía alemana detuvo a seis neonazis que se disponían a asesinar al primer ministro del estado federado de Sajonia, Michael Kretschmer, por autorizar nuevas restricciones para frenar la ola de contagios, como dejaron constancia en Telegram, la red social rusa favorita de los movimientos ultras de todo el mundo, ya que no censura los mensajes de contenido violento.

Tras meses de llamados de la canciller Angela Merkel a vacunarse, respondidos con disturbios, el nuevo líder alemán, Olaf Scholz, emitió un decreto que hará obligatoria, a partir de febrero, la vacuna para trabajar o entrar en un local de ocio o comercio.

Ecuador, pionero en América

El 23 de diciembre, Ecuador, uno de los países que más sufrieron la primera ola de COVID-19, con cadáveres de personas asfixiadas en las calles, decretó la vacunación obligatoria, acogiéndose al artículo 83.7 de la Carta Magna, que impone como "deber el promover el bien común y anteponer el interés general al interés particular".

Tras el anuncio del gobierno de Guillermo Lasso, el vecino Perú anunció que estudiará una medida similar, según sea el avance de ómicron en las próximas semanas.

Mientras esto ocurre, en Estados Unidos, el presidente Joe Biden lucha aún contra la feroz resistencia en los tribunales de gobernadores y legisladores republicanos, por su decreto que hizo obligatoria la vacunación entre trabajadores federales y del sector privado.

Señalar al negacionista

Además de la ofensiva gubernamental mediante la vacuna parcial o totalmente obligatoria, surgió esta misma semana en Países Bajos una novedosa iniciativa civil que podría ser útil en esta guerra contra los antivacunas: llevar a los negacionistas ante la justicia.

Más de 22 mil personas presentaron una denuncia conjunta ante la Fiscalía contra Willem Engel, líder del grupo antivacuna Viruswaarheid (La verdad sobre el virus), por fraude, desinformación médica e incitación con intención terrorista desde comienzos de la pandemia.

Harto de oír a diario las mentiras sobre la vacuna, el promotor de la denuncia, Norbert Dikkeboom, declaró: “Se acabó la tontería; si los antivacunas quieren guerra, la tendrán”.