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La ola populista crece, pero se estrella de nuevo contra el muro europeo

El mismo día que Marine Le Pen casi gana en Francia (pero perdió), en Eslovenia un partido verde derrotó a la ultraderecha y la echa del poder ¿Comenzó el declive del extremismo político?

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Cartel rasgado de la derrotada candidata populista Marine Le Pen

Cartel rasgado de la derrotada candidata populista Marine Le Pen

EFE

Antes que nada una realidad dolorosa: el populismo ha venido para quedarse y tanto en las democracias europeas como americanas está presente prácticamente en todos los países. Pero, aunque el diagnóstico sea un tumor con metástasis, otra realidad evidente es que las democracias (después del trauma Trump) saben también defenderse. De hecho, cuanto más acaricia el poder, mayor es la reacción adversa: es lo que acaba de ocurrir en Francia.

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Marcel Sanromà
El presidente francés, Emmanuel Macron, celebra su reelección este domingo 24 de abril junto a su esposa Brigitte en un acto frente a la Torre Eiffel en París.

Marine Le Pen logró este domingo el mejor resultado de la historia de la ultraderecha en Francia, con un preocupante 41.5% de los votos… pero no ganó. Ahora bien, no se puede seguir confiando en el voto del miedo eternamente. El presidente electo, Emmanuel Macron, admitió la misma noche de su triunfo que “la cólera que les llevó a votar por Le Pen debe tener respuesta”, no sólo en el segundo país más importante de Europa, sino en todos las democracias donde la clase política tradicional no atiende las demandas de las clases trabajadora y media, hartas de la corrupción rampante y los privilegios de las élites.

El síndrome de Pinochet

La líder del Frente Nacional llegó incluso a moderar su discurso, al tiempo que no paraba de recordar que Macron era uno de los presidentes más detestados por la opinión pública… pero ni aun así ganó. Es la tercera vez que lucha por el Palacio del Elíseo y se queda a las puertas. Es cierto que está cada vez más cerca, pero no logra dar el portazo. De momento.

Se dio incluso la circunstancia de que Macron logró al final más votos de lo que anunciaban las encuestas y es que, al final, la cabra siempre tira al monte, y Le Pen no pudo evitar decir una barbaridad en campaña como que Francia debería romper con la OTAN y hacer una alianza militar con Rusia (¡con Rusia, que comete crímenes de guerra a diario en Ucrania!).

Es como lo que le ocurrió al ultraderechista chileno José Antonio Kast en la segunda vuelta de las presidenciales chilenas, que moderó su discurso y llegó a estar favorito en las encuestas, pero se le escapó en campaña su admiración por el dictador Pinochet para que un jovenzuelo socialista le sacara casi 12 puntos en las elecciones de diciembre.

Pudo más el miedo a un presidente pinochetista que a un presidente aliado con los comunistas, a quien bastó para convencer a los indecisos con frases valientes y sensatas como esta: “Con la misma fuerza que condenamos la ocupación palestina o el intervencionismo de Estados Unidos, debemos desde la izquierda condenar la permanente restricción de libertades en Cuba, la represión del gobierno de Ortega en Nicaragua, la dictadura en China y el debilitamiento de las condiciones básicas de la democracia en Venezuela”.

De hecho, lo ocurrido en Chile podría no ser una excepción, sino el principio del fin del experimento populista.

Bofetada eslovena

Este mismo domingo, mientras Le Pen reconoció que perdió las elecciones, en Eslovenia saltaba la sorpresa con una victoria del Movimiento Libertad (GS), un partido ecologista y liberal desconocido hace unos meses que derrotó en las elecciones parlamentarias a la formación del primer ministro populista y de derechas Janez Jansa, que no podrá formar gobierno, tras anunciar los partidos de izquierda que apoyarán al nuevo partido ecologista.

Los analistas de la ex república yugoslava coincidieron este lunes en señalar que lo ocurrido fue una “auténtica bofetada al populismo”.

Si bien es cierto que en la vecina Hungría, el populista Viktor Orban ganaba hace tres semanas su quinto mandato consecutivo, no hay que olvidar que Donald Trump perdió la reelección en EU y todas las encuestas anuncian que el presidente brasileño Jair Bolsonaro necesitaría casi un milagro para que sea reelecto en las elecciones de octubre de este 2022, con todas las encuestas anunciando la victoria de su némesis, Lula da Silva.

De hecho, lo que vemos es que el fantasma de gobiernos populistas radicales se sostienen en regímenes con nula calidad democrática —Nicaragua, Venezuela, Bielorrusia, Rusia…— o casi nula calidad, como en la prorrusa Hungría y la antirrusa Polonia.

Muro antineonazi en Alemania

Volviendo a Europa, el auge de Vox en España es imparable y la tentación del PP de arrebatar el gobierno a los socialistas, aliándose con los neofranquistas en las próximas elecciones, es muy alta. En Italia, el partido Fratelli d´Italia se presenta sin complejos como una fuerza neofascista y suma cada día más adeptos.

Sin embargo, está por ver si la ultraderecha regresa al poder en ambos países sureños, mientras que sí es un hecho notable cómo ha resurgido poco a poco la socialdemocracia en el norte de Europa, gracias a un aliado cada vez más valioso: los ecologistas.

El caso más notable es el ocurrido en la nación más poblada e industrial de Europa: Alemania.

El 8 de diciembre de 2021, el socialdemócrata Olaf Scholz cerró la era democristiana y se convirtió en canciller, gracias a su alianza inédita con verdes y liberales. No fue sólo el desgaste de tantos años gobernados por Angela Merkel, sino, sobre todo, por el miedo a la ultraderecha neonazi en ascenso.

Y finalmente, en recientes años los verdes han ido rebajando su programa maximalista para aliarse con los socialdemócratas en Dinamarca, Finlandia, Suecia y Noruega, para cortar en seco el crecimiento de la ultraderecha y sus deseos de asaltar el poder.

Sólo un regreso triunfal de Trump en las elecciones de 2024 supondría un durísimo golpe para la democracia en todo el mundo, pero está por ver si primero no se libra de ir a juicio y si su tirón popular aguanta otros dos años. Por lo pronto, su abierta admiración por Putin, de quien llegó a alabar su invasión de Ucrania, no parece que vaya a convencer a muchos futuros votantes independientes.