Mundo

Socialmilenial, conservador, dictador (o aspirante): la izquierda de AL al desnudo

La victoria de Boric en Chile recibe el aplauso de sus pares latinoamericanos; pero, que nadie se confunda, salvo él y el argentino, ninguno es progresista

Miguel Díaz-Canel y Daniel Ortega (Presidencia de Cuba)

El presidente electo de Chile, Gabriel Boric (EFE)

 

1.- Gabriel Boric. Socialmilenial

El recién elegido presidente de Chile representa la última generación de líderes izquierdistas en la región, que no conocieron ni las dictaduras militares, ni la lucha guerrillera y era un niño cuando Hugo Chávez y su revolución bolivariana llegaron al poder en 1999, con el objetivo declarado de llevar a Venezuela al “socialismo del siglo XXI” y (dando por descontado su éxito) arrastrar a toda la región.

Con apeñas 35 años, Boric no sólo se convertirá en uno de los gobernantes más jóvenes del mundo cuando asuma la Presidencia de Chile, el 22 de marzo de 2022, sino en el máximo exponente de una nueva casta de políticos que defiende la última variante de la socialdemocracia: la que, a la lucha por corregir la desigualdad que privilegia siempre a la minoría más rica, tiene como prioridad la lucha feminista, el derecho al aborto, el matrimonio homosexual, el ecologismo y el indigenismo no paternalista.

2.- Alberto Fernández. “Socialcristino”

El presidente de Argentina tiene una agenda social progresista, al igual que el futuro mandatario chileno. Su iniciativa para sacar adelante la legalización del aborto se ganó el favor de la marea verde feminista. Sin embargo, el líder peronista tiene las manos atadas en el campo político y económico, donde está permanentemente vigilado por la vicepresidenta, Cristina Fernández, líder del kirchnerismo radical y amiga del eje bolivariano, por lo menos desde que la maleta de un empresario de PDVSA fue decomisada en el aeropuerto de Buenos Aires con miles de dólares destinados a su primera campaña presidencial.

Impedido pues, de criticar la deriva autoritaria del eje bolivariano, a Fernández no le queda de otra que definirse no como un socialcristiano, sino un “socialcristino”.

3.- Lula da Silva. Socialpostsindicalista

El expresidente de Brasil es un curioso fenómeno de líder sindicalista reconvertido en estrella internacional del socialismo capitalista que se ganó el aplauso unánime internacional al convertir a Brasil en una potencia que sacó del hambre a 40 millones de brasileños.

Pero, antes de morir de éxito, el líder de la izquierda democrática latinoamericana mostró sus debilidades en el terreno social, cuando no se atrevió a endurecer los crímenes impunes contra los más pobres o los homosexuales.

Además, cometió tres errores que hizo que cayera en desgracia: coqueteó demasiado con el entonces pujante eje bolivariano; no combatió como debía la corrupción, hasta que los escándalos salpicaron al PT y a él mismo; y por último, le sucedió lo mismo que al presidente derechista chileno Sebastián Piñera, solo que en el otro extremo ideológico: descuidó a la creciente clase media, que no se benefició del crecimiento del país, mientras la minoría rica era cada vez más rica.

Para suerte de Lula, quien le metió en la cárcel, el presidente ultraderechista Jair Bolsonaro, ha gobernado de forma tan nefasta y autoritaria, que el expresidente es favorito a ganar en primera vuelta las elecciones de finales de 2022.

Miguel Díaz-Canel y Daniel Ortega (Presidencia de Cuba)

El brasileño Lula con el tándem presidencial argentino, Alberto Fernández y Cristina Fernández (Twitter)

DANIEL AGUILAR

4.- Andrés Manuel López Obrador. Socialconservador

El presidente de México es otro fenómeno curioso de la izquierda latinoamericana. Es lo que más odia y el calificativo con el que ataca a sus adversarios: Es un conservador; de izquierdas, pero conservador.

El líder de Morena vive de la ilusión de que, levantando la bandera del antineoliberalismo (lo hace a diario), se convierte automáticamente en un líder de la izquierda progresista. Obviamente se equivoca quien considera que el feminismo y el ecologismo es un invento del neoliberalismo, como afirma sin que le tiemble la voz. Tampoco supura progresismo cuando confía en derrotar la pandemia con una estampita, cuando retira ayudas a la ciencia, cuando cree que pidiendo perdón a los pueblos nativos ya cumplió, o cuando echa a los funcionarios rebeldes, pero no por sus actos corruptos, sino porque no rinden pleitesía o son condescendientes con reclamos de la oposición.

5.- Pedro Castillo. Socialconservador

El presidente de Perú es un enigma de la izquierda latinoamericana. Procedente del Perú campesino profundo, se dice que llegó a simpatizar con Sendero Luminoso y, tras ganar las elecciones a la eterna derrotada Keiko Fujimori, probó formar gobierno con dirigentes de la izquierda radical hasta que la presión social y mediática forzó una cadena de renuncias, al extremo de que ya pocos saben cuál es su proyecto de país.

Sólo en algo se mantiene firme y lo acerca al izquierdismo de AMLO: bajo su gobierno no aprobará la ley del aborto ni el matrimonio gay. No es casualidad que el presidente mexicano (que presume de no injerencismo) se haya convertido en su protector internacional.

6.- Luis Arce. Evomoralista

Lo primero que hizo el presidente de Bolivia nada más llegar al poder fue reingresar el país en el ALBA, la alianza bolivariana, y meter en la cárcel a Jenanine Áñez, la mujer que se convirtió en presidenta tras el golpe de Estado contra Evo Morales.

La venganza por lo ocurrido a su mentor espiritual y su confianza en un “ejército indigenista” contra un supuesto golpe que estaría gestando la “derecha antipatriota”, es el combustible que mueve su gobierno.

Miguel Díaz-Canel y Daniel Ortega (Presidencia de Cuba)

El presidente de Bolivia, Luis Arce, y su mentor Evo Morales (EFE)

DANIEL AGUILAR

8.- Nicolás Maduro y Daniel Ortega. Dictadores “de facto”

Los presidentes de Venezuela y Nicaragua son los ejemplos vivos de cómo aferrarse al poder, a base de reprimir con dureza a la población y encarcelar a los líderes opositores, y que, para su suerte, otros dirigentes izquierdistas de la región los reciban en Palacio Nacional o justifiquen sus actos alegando que son víctimas de la “agresión imperialista”.

Lo que nadie puede discutir, después de tantos años, es que ambos son unos supervivientes, pese a su desastrosa gestión económica y, por supuesto, las sanciones estadounidenses, principalmente el petróleo venezolano. La clave del éxito es que, parte de lo que sus familias roban de las arcas son prebendas para sus fieles, principalmente los militares, para tenerlos domados y contentos.

Pero eso no quita que la ambición última de ambos sea desmantelar todo vestigio de democracia y convertir sus respectivos países en lo más parecido a Cuba… pero en tierra firme.

Miguel Díaz-Canel y Daniel Ortega (Presidencia de Cuba)

Descripción de la imagen

9.- Miguel Díaz Canel. Dictador

Y mientras se resuelve el enigma sobre qué izquierda escogerá para gobernar en Honduras Xiomara Castro, esposa del derrocado presidente Manuel Zelaya —si un socialismo democrático, más cercano al chileno, o regresará a la órbita bolivariana, de la mano de su marido— queda, por último, como representante de la izquierda dictatorial el presidente de Cuba, aferrado siempre al recuerdo de Fidel Castro e intolerante con cualquier resquicio de protesta democrática, para contentar al nonagenario Raúl Castro y los generales de la revolución.

La dictadura cubana sigue, por tanto, anclada como un erizo en la piedra de la isla, con el único consuelo para la disidencia de que el lema castrista “Patria o Muerte” cada vez se oye menos por el atronador lema anticastrista: Patria y Vida.

Miguel Díaz-Canel y Daniel Ortega (Presidencia de Cuba)

Miguel Díaz-Canel y Daniel Ortega (Presidencia de Cuba)