
Con el inicio de las vacaciones, miles de personas tienen la oportunidad de romper la rutina que a cientos de individuos agobia en el día a día, por el trabajo, la casa, los hijos, la escuela, el marido, las compras, y entra a un periodo de relajamiento.
Sin embargo, estos cambios tan radicales en las labores diarias, como está a punto de ocurrir en el próximo periodo vacacional de verano que está próximo a iniciar, una vez que las y los hijos concluyan el ciclo escolar, suelen provocar que se activen ciertos circuitos cerebrales que nos llevan a comer más de lo que realmente necesitamos.
¿Hambre emocional?
En este sentido, la doctora Sylvana Stephano psiquiatra especialista en salud metabólica, explicó que lo que es conocido como hambre emocional, es una situación que se presenta en las personas cuando se come de más, es decir, que los individuos suelen comer no por hambre sino por estrés, ansiedad, aburrimiento, preocupaciones que les agobian, aburrimiento o tristeza.
Al respecto, añadió que desde la neurobiología, se tiene conocimiento de que el cerebro interpreta la comida como una fuente de placer y alivio emocional, y de manera particular, alimentos con altos contenidos de azúcar, grasa o sal, que suelen activar el sistema de recompensa, liberando dopamina, una sustancia, que es la encargada de brindar al cerebro de la sensación de bienestar.
La doctora Sylvana Stephano señaló que muchas veces la gente suele pensar que comer en exceso es solo falta de voluntad, pero en realidad, el cerebro está respondiendo a señales emocionales y neuroquímicas muy potentes”.
La psiquiatra especialista en salud metabólica puntualizó que con el inicio de los periodos vacacionales, cuando miles de familias rompen la rutina y en consecuencia se tiene más tiempo libre, es fácil que el sistema límbico, que es el centro emocional del cerebro, tome el control sobre la corteza prefrontal, que es la parte racional encargada del autocontrol.”
Como resultado de lo anterior, las personas suelen encontrar en la comida una forma de calmar emociones incómodas, estrés, preocupaciones, angustias, y no precisamente porque de verdad tengan hambre física.
En este contexto, resaltó el riesgo de esta situación, si se toma en cuenta que a nivel nacional, 37.3% de las personas adultas tiene sobrepeso y el 38.9% vive con obesidad, ello, con base en datos de la Secretaría de Salud.
Recordó que la obesidad no es simplemente un asunto de calorías, ya que se trata de una condición compleja donde interactúan factores genéticos, hormonales, emocionales y neurológicos.
¿Cómo saber si lo que tienes es hambre emocional?
La especialista señaló que la manera de identificar cuando las personas sienten que tienen hambre, pero en realidad es una cuestión que esta relaciona con sus emociones, es cuando esta sensación aparece de forma repentina y urgente, además, lo que se busca no es alimentarse con comida que brinde un aporte nutrimental, sino que se piensa y se opta por cosas específicas algo específico: dulces, harinas, frituras.
Advirtió que como se está comiendo por una cuestión emocional y no porque verdaderamente se tenga hambre física real, lo cierto es que no se va a tener una sensación de satisfacción al terminar, y, por el contrario, se comenzará a sentir un sentimiento de culpa, malestar o descontrol después.
Cuando las personas comienzan a recurrir a la comida por estas cuestiones emocionales y tratar de satisfacerlas vía alimentos, como consuelo o distracción, la especialista enfatizó que se debe buscar su atención desde un enfoque integral.
Comienza a trabajar en tus emociones
Para atender esta situación es necesario trabajar no solo con la alimentación, sino también con la salud emocional y la regulación del estrés, ya que, el cerebro se puede reentrenar: con el tiempo, podemos fortalecer los circuitos de autocuidado en lugar de los del descontrol”.
En el periodo vacacional que está por iniciar, dijo, la recomendación para poder disfrutar de estos días de descanso sin caer en excesos está: mantén horarios de comida estables para regular los ritmos cerebrales, realiza actividades placenteras que activen el bienestar sin comida.
Hacer pausas para identificar, si se tiene hambre física o emocional, busca apoyo profesional para aprender nuevas estrategias de regulación emocional.