De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020 del INEGI, entre la población mexicana de 25 a 29 años, el 45% no ha alcanzado el nivel de educación media superior (preparatoria), mientras que 31% ha concluido este nivel educativo. En contraste, apenas 21% ha logrado completar estudios de licenciatura. Estos datos reflejan una estructura educativa en la que una proporción significativa de jóvenes no accede a niveles superiores de formación, lo que plantea interrogantes sobre los incentivos económicos para continuar estudiando más allá de la preparatoria.
Este artículo analiza el rendimiento económico de continuar los estudios después de la preparatoria, utilizando un enfoque sencillo pero ilustrativo. Para ello, se compara la trayectoria de ingresos laborales de dos individuos hipotéticos que en el año 2005 tenían 18 años:
El primero ingresó al mercado laboral directamente al terminar la preparatoria, sin continuar sus estudios.
El segundo optó por seguir estudiando hasta completar una licenciatura, incorporándose al mercado laboral a los 23 años.
Utilizando datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) entre 2005 y 2024, se calcula el ingreso mensual promedio de personas con escolaridad de preparatoria y de licenciatura, bajo condiciones comparables: una sola ocupación y al menos 35 horas de trabajo semanal. Los ingresos se expresan en pesos constantes de septiembre de 2025, para eliminar el efecto de la inflación.
El Gráfico 1 muestra la evolución de los ingresos de ambos perfiles. Al ingresar al mercado laboral en 2005, la persona con preparatoria obtuvo un ingreso mensual cercano a $7,000, mientras que la persona con licenciatura, al comenzar a trabajar en 2010, recibió aproximadamente $12,400, casi el doble. A lo largo del tiempo, los ingresos de ambas personas crecieron, aunque a ritmos distintos:

La persona con preparatoria experimentó un crecimiento real promedio anual de 2.4%, alcanzando $11,000 en 2024.
La persona con licenciatura tuvo un crecimiento anual promedio de 2%, llegando a $16,500 en el mismo año.
Aunque la brecha salarial entre ambas personas se ha reducido en los últimos años, el diferencial promedio durante todo el período fue de aproximadamente 60%. Esta brecha se representa en el gráfico 1 como la diferencia entre los ingresos laborales de quienes tienen licenciatura y aquellos con solo preparatoria.
Es importante destacar que durante los cinco años en que el segundo individuo estuvo estudiando, no generó ingresos laborales. En el gráfico, este periodo se muestra como una brecha negativa, lo que permite interpretar el costo de oportunidad de estudiar en términos económicos: es decir, el ingreso que se dejó de percibir por no haber ingresado al mercado laboral de inmediato.
Este análisis ofrece una perspectiva clara sobre los beneficios económicos de continuar con estudios superiores, al tiempo que visibiliza los costos temporales asociados. En conjunto, permite reflexionar sobre las decisiones educativas en función de sus implicaciones en el ingreso laboral a lo largo del tiempo.
Conclusión: ¿Vale la pena seguir estudiando?
Si bien continuar los estudios más allá de la preparatoria implica un costo de oportunidad —principalmente en forma de ingresos laborales no percibidos durante los años de formación universitaria—, los beneficios económicos de alcanzar el nivel de licenciatura son evidentes y múltiples.
Primero, como se ha mostrado, el ingreso inicial al mercado laboral para quienes cuentan con una licenciatura es sustancialmente mayor que el de quienes solo concluyeron la preparatoria. Esta ventaja inicial marca una diferencia significativa desde el comienzo de la vida laboral.
Segundo, aunque la brecha de ingresos entre ambos grupos ha mostrado una ligera reducción en los últimos años, en promedio se mantiene en torno al 60%, lo que equivale a aproximadamente $5,500 mensuales en términos reales. Esta diferencia acumulada permite que, sin considerar otros costos como colegiaturas o materiales , en un plazo de siete años las personas egresadas de la universidad y que se inserten en el mercado laboral recuperen el ingreso no percibido durante sus años de estudio,.
Tercero, más allá del ingreso, existe una diferencia importante en términos de formalidad laboral. El 74% de las personas con licenciatura se desempeñan en empleos formales, frente a solo el 56% de quienes tienen preparatoria. Esta mayor formalidad implica acceso a prestaciones, seguridad social y estabilidad laboral, elementos clave para el bienestar económico a largo plazo.
Finalmente, en la gráfica 2 se observa que, al desagregar por sexo, la educación superior mejora los ingresos tanto para hombres como para mujeres, aunque existe una brecha salarial persistente en el tiempo: los hombres con preparatoria ganan en promedio un 25% más que sus pares mujeres, mientras que entre quienes tienen licenciatura, la diferencia se reduce al 15%.

A pesar de esta desigualdad, el análisis muestra que el retorno económico de la educación superior se mantiene positivo para ambos sexos, con una recuperación del costo de oportunidad alrededor del séptimo año de vida laboral. En conjunto, estos hallazgos refuerzan la idea de que invertir en educación superior no solo mejora los ingresos a lo largo del tiempo, sino que también incrementa las oportunidades de empleo formal con potencial de reducir las brechas de desigualdad. En un país donde el acceso a la educación superior sigue siendo limitado, estos resultados subrayan la importancia de políticas públicas que faciliten y promuevan la continuidad educativa más allá de la preparatoria.