
“Era cumplido, eficaz, discreto y poco divertido, sin gran vida social. Eso sí, muy trabajador, el primero en llegar y el último en irse…”
“El nuevo presidente deseaba un cambio de rumbo para el país, un retorno a los ideales cardenistas, campesinos, justicieros de la revolución mexicana. Al mismo tiempo buscó incorporar a los agraviados del sistema, muchos maestros, escritores e intelectuales se incorporaron (…) se convirtieron en ideólogos y defensores del régimen”.
“Con gran irresponsabilidad, se desalentó la inversión extranjero; su propio secretario de Hacienda le informó que habían llegado al límite y el Presidente lo removió. A partir de entonces, se afirmó públicamente que las finanzas se manejaban desde Presidencia; el gobierno perdió toda noción de rumbo de la economía, cientos de millones de pesos se invirtieron en obras improductivas (…) a eso se sumaban ocurrencias extrañas, como el intento de obligar a una refresquera a ceder la fórmula de su producto”.
“El folclor mexicano, los bailes regionales, las artesanías, formaban parte de la imagen que la Presidencia llevaba al mundo”.
“Pronto comenzaron a aparecer nuevos síntomas de desmesura”.
“Comenzó el desmedido culto a la imagen del Presidente”.
“Decidió cimentar el crecimiento del país, en todos sus ámbitos, en el Petróleo. Las inversiones faraónicas en autopistas, trenes y petroquímicas (…) pretendían modernizar al país en un solo sexenio…”
-Fragmentos de las minibiografías de la editorial Clío sobre los presidente Luis Echeverría y José López Portillo,
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