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La huella profunda de Felipe Carrillo Puerto

Cuando Alma Reed se enamoró del gobernador socialista de Yucatán, aquel hombre ya había construido su propia leyenda. Es probable que en ello residiera buena parte de su atractivo, a los ojos de la periodista estadunidense. En los agitados tiempos revolucionarios, aquel comerciante que había entrado a la política por el periodismo, había ido labrando su perfil de luchador social. El entorno le era propicio: muchos años llevaba Yucatán como escenario de esa resistencia, sorda y oscura, protagonizada por los indígenas de la región, contra los designios de una “casta divina” que se creía dueña de cuerpos y de almas.

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Felipe Carrillo Puerto, defensor del mayab.

Felipe Carrillo Puerto, defensor del mayab.

La biografía del gobernador socialista de Yucatán Felipe Carrillo Puerto, asesinado hace poco más de un siglo, incluye un rasgo peculiar: a lo largo de los años se le fueron agregando curiosos apodos, que, algunos por provenir de sus malquerientes, y otros por salir de una admiración desaforada, reflejan la polarización en la que vivió este hombre, originario de Motul, que nutrió sus inquietudes políticas con el ideario zapatista, para llegar a gobernar un estado de manera verdaderamente revolucionaria. En su haber hay cosas que, en otros puntos del país, los que se decían de avanzada no llegaron a instrumentar.

A Carrillo Puerto se le ha llamado el “Apóstol de la Raza de Bronce”, “El Cristo Rojo de los Indios Mayas”, “El Dragón Rojo de los Ojos de Jade”, “El Apóstol del socialismo en Yucatán”, “el Abraham Lincoln del Mayab”. Es una figura que en su biografía no tiene contradicciones extremas, lo que explica que para un gobierno federal como el actual, declarar 2024 “Año de Felipe Carrillo Puerto” no haya generado polémicas como ocurrió en 2023 con la figura de Francisco Villa. En Historia en Vivo se ha afirmado que muchos mexicanos saben que Carrillo Puerto mandó componer la canción “Peregrina” para la mujer que amaba. Pero, ¿qué más hizo? ¿Qué implicó, para su gestión como gobernador de Yucatán, su ideario socialista? ¿Cómo pesó en su labor política el zapatismo, que tuvo ocasión de conocer en el estado de Morelos?

DEL PERIODISMO A LA POLÍTICA

La familia Carrillo Puerto, avecindada en Motul, Yucatán, era numerosa. Felipe era el hijo segundo de un total de catorce. Vivían del comercio. Algunas versiones afirman que el padre del futuro gobernador despreció el cargo de jefe político cuando cayó en cuenta de que su trabajo esencial consistía en reintegrar a las grandes haciendas de la zona a los indios mayas que se escapaban de los malos tratos de los patrones, quienes los consideraban esclavos, objetos de los que se podía disponer a voluntad. La leyenda de Felipe lo pinta como un muchacho formado en el negocio familiar, presto a indignarse por la miseria y la indefensión de los indios mayas, cuya lengua aprendió a habar muy pronto aquel muchachito de ojos verdes.

Del mismo modo que las narraciones hagiográficas hablan de Benito Juárez como el pastorcito que remonta la miseria y la marginación para llegar a presidente de México, de Carrillo Puerto se le dibuja como defensor de los mayas desde su juventud temprana. Una anécdota lo pone en una cárcel, a los 18 años, por llamar a derribar una cerca, colocada para impedir el paso de los indios, por los hacendados de Dzununcán.

Se le coloca ejerciendo diversos oficios humildes: repartidor de carne, leñador, conductor de un carromato de mulas, operador de un trenecito que unía Mérida con una gran hacienda. El oficio seguro de comerciante jamás desaparece. Su vida se parece a la de otros revolucionarios: se interesa en las primeras elecciones que ve el siglo XX mexicano, y mira con simpatía los movimientos antirreeleccionistas. Por eso se une a la campaña de un poeta, Delio Moreno Cantón, que aspira a convertirse en gobernador de Yucatán, aunque no sea el candidato bendecido por la voluntad de don Porfirio. Al joven Felipe le entusiasma la posibilidad y recurre a la prensa como la usual herramienta de lucha política. Así, de comerciante se vuelve editor: produce El Heraldo de Motul, publicación quincenal que se concentra en atacar los excesos y los abusos de la llamada “casta divina” compuesta por hacendados dueños de las grandes plantaciones de henequén, y que, por siglos, han tratado a los mayas como sus esclavos. Es ya el siglo XX y de Yucatán se cuentan historias atroces, de muerte, abuso y violencia; se sabe que la lejanía de la península la hace un territorio útil para sacar del escenario político de la ciudad de México a gente incómoda: allá van a dar grupos de indios yaquis, arrancados de su tierra norteña, para que dejen de soliviantar la región; a la península también mandan a ciertos caballeros, detenidos en una redada en la capital, cuando se divertían en un animado baile… donde la mitad de ellos andaban vestidos de mujer.

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Es natural que, en ese mundo, El Heraldo de Motul sea, de inmediato, calificado de subversivo. A su editor lo persiguen, le cierran la publicación, lo mandan un rato a la cárcel. Naturalmente, Delio Moreno Cantón pierde las elecciones, pero queda bien impresionado con el joven Carrillo Puerto. Cuando las cosas se calman, el poeta político recluta al joven de ojos verdes, para que escriba en la Revista de Mérida. Mientras Felipe toma por esposa a Isabel Palma, en la ciudad de México, el jaloneo entre los partidarios de José Yves Limantour y Bernardo Reyes es la comidilla de un mundo que ve con razonable inquietud la vejez de don Porfirio y la necesidad de un sucesor seguro, la grilla yucateca vive una efervescencia que puede parecer menor, pero que no desaparece.

EL REVOLUCIONARIO

Cuando Madero llama a levantarse en armas, Carrillo Puerto simpatiza con él y nuevamente entra a apoyar la campaña de Cantón Moreno, que sigue soñando con la gubernatura. El proceso es accidentado; atentan contra Felipe. Le mandan a un fulano llamado Néstor Arjonilla, quien lo amaga con una pistola. Felipe Carrillo es más rápido y dispara antes. Mata a su atacante y lo mandan a la cárcel. Mientras se aclara el asunto de la defensa propia, Carrillo Puerto se pasa un rato en prisión. Un poco para matar el tiempo, un mucho porque cree que es algo necesario, dedica las horas de encierro a traducir al maya la Constitución vigente, que es la de 1857. Los indígenas tienen que conocer sus derechos.

Felipe Carrillo Puerto se pasa en prisión casi dos años. Lo dejan libre cuando el país está nuevamente en conflicto: es 1913, el presidente Madero ha sido asesinado y Venustiano Carranza encabeza la resistencia contra Victoriano Huerta. Yucatán parece más lejano que nunca. Felipe Carrillo Puerto se va al estado de Morelos y se une a las filas zapatistas. Algunos de sus biógrafos ven en la experiencia morelense la coyuntura en la que el yucateco empieza a conocer el ideario socialista. A las órdenes de Zapata, recibe el grado de coronel. Le interesa en particular el reparto agrario. En 1915 forma parte de una Comisión Agraria en Cuautla.

Del antirreeleccionismo a la lucha agraria, Felipe Carrillo Puerto se involucró en la lucha política estatal, pero al vincularse al zapatismo ganó en profundidad en cuanto a su pensamiento social. Acabaría convertido en un convencido socialista.

Del antirreeleccionismo a la lucha agraria, Felipe Carrillo Puerto se involucró en la lucha política estatal, pero al vincularse al zapatismo ganó en profundidad en cuanto a su pensamiento social.

Como todos los opositores al huertismo, fue perseguido. Optó por irse un tiempo a Estados Unidos, pero logró regresar a Yucatán donde, durante la breve gubernatura del sinaloense Salvador Alvarado, ocurrían cosas relevantes, como el primer Congreso Feminista, la creación de escuelas de Bellas Artes, de Oficios y de Agricultura; una fuerte campaña antialcoholismo entre la población indígena, y una nueva legislación en materia de reparto agrario. Carrillo Puerto regresó justo para integrarse a la Comisión Agraria. Es esta la coyuntura en la que se volvió, a los ojos de los grandes hacendados, en un enemigo declarado.

Del ideario de los revolucionarios se ha movido al socialismo, y promueve la organización de obreros y peones. Impulsa la creación del Partido Socialista de Yucatán, en la primavera de 1917, y se hace cada vez más incómodo entre las grandes fortunas yucatecas, porque Felipe Carrillo Puerto organiza a los indígenas que producen chicle, para que no se dejen timar por los intermediarios, y porque está detrás de la Unión Obrera de Ferrocarriles.

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Entonces Carrillo Puerto empieza a mirar las posiciones políticas como herramientas de lucha: llegará a diputado local, a diputado federal. La gubernatura empieza a parecer posible; es una ruta para cambiar el mundo yucateco.

(Continuará)