
El 19 de febrero de 2006, la mina de carbón Pasta de Conchos se convirtió en un cementerio para 63 cuerpos de los 65 mineros que quedaron sepultados cuando varios túneles colapsaron a las 02:30 de la madrugada.
Cerrada la noche, en el yacimiento que está en el municipio San Juan de Sabina, en la región Nueva Rosita de Coahuila, comenzaba el tercer turno que finalizaba a las 06:00 horas del día siguiente.
Camionetas volvían a casa con hombres de caras pintadas de negro por el polvo de carbón que les había caído durante todo el día, quienes al término de su labor, a las 22:00 horas, no reportaron anomalías.
En tanto, otro grupo de extractores de carbón entraba a la Mina 8, la cual no contaba con separadores, emparrillados ni polveado (esparcimiento de polvo inerte por todo túnel para evitar la activación del carbón); tenía, además, un circuito de ventilación dudoso.
Mientras los trabajadores ingresaban al lugar, sus cuerpos debieron adaptarse a la temperatura y sus ojos a la falta de luz; a la par que sus pulmones tuvieron que tolerar el gas metano, cuya concentración estaba por encima de los estándares permitidos y ya había generado quejas y hasta 14 huelgas fallidas.
Hacia la mitad de la jornada, sobrevino el derrumbe que atrapó a 73 personas, entre operadores, mecánicos, gaseros, ademadores, proveedores, supervisores, auxiliares y controladores. Sin embargo, con la inmediata reacción de los presentes, ocho fueron rescatados del área de Control Uno o Cabeza de Banda, tan golpeados y quemados que fueron llevados a un hospital.
Los compañeros que estaban afuera, reconvertidos en rescatistas, durante ocho horas se encargaron de remover la tierra en lo que esperaban los servicios de emergencia.
Las otras víctimas, según el Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros y Metalúrgicos, estaban sepultadas aproximadamente a 490 metros, dentro de un túnel horizontal de 1,6 kilómetros de largo. Distancia que se esforzaba en desmentir Grupo México, la compañía minera, que señaló que los atrapados se encontraban a unos 150 metros bajo tierra.
La empresa aseguró que el colapso fue causado por la explosión de una bolsa de gas, que estaba en el subsuelo al momento de la extracción de carbón, la cual incrementó la temperatura. Sin embargo, los cadáveres posteriormente rescatados no presentaban calcinamiento sino que, según la necropsia practicada, su muerte fue por asfixia.
Cuando un medidor detecta exceso de gas se corta la luz al instante y no es posible trabajar, pero si el detector está cerca de una ventilación, la luz permanece así que pasado el tiempo había esperanza de que el grupo atrapado bien podía contar con seis horas de oxígeno para sobrevivir puesto que los ventiladores de los túneles seguían en funcionamiento.
El rescate se comenzó según los datos de Grupo México, para cuando se llegó al sitio señalado por la compañía no había nadie así que los trabajos fueron más profundos y hasta el día siguiente se llegó a 2.8 kilómetros de profundidad pero tampoco se encontró nada.
Seis días después, el 24 del mismo mes, se suspendió la búsqueda ante concentraciones de gas natural, similares a las que supuestamente provocaron el derrumbe. Para el 25 de febrero, Grupo México concluyó, mediante un informe científico, que era imposible que alguien sobreviviera a dicho accidente.
No obstante, los rescatistas continuaron la búsqueda, con la que se recuperó el primer cuerpo correspondiente a Felipe de Jesús Torres Reyna de 49 años de edad; esto el 23 de junio. El segundo cadáver fue localizado el 1 de enero de 2007, quien fue identificado como José Manuel Peña Saucedo. Estos hombres fueron hallados a la altura del diagonal nueve de la mina.
Todavía con cuerpos qué rescatar, en abril de 2007 concluyó la labor de búsqueda.
A las esposas de las víctimas se les concedió una pensión de viudez de 2,200 pesos al mes, mucho menos a otras personas y una beca ínfima a los huérfanos, muchos de los cuales ya no recuerdan a sus padres.
María de Lourdes, viuda del mecánico Fermín Tavares Garza, dijo en una entrevista para CNN en 2011 que al finalizar la administración estatal de Humberto Moreira en Coahuila y la federal de Vicente Fox, dejó de recibir apoyo monetario que solían tener para que los hijos de los mineros siguieran estudiando. Esos niños, nacidos en poblados como Nueva Rosita, Palaú, San Juan Sabinas y Muzquiz, crecieron en medio de la actividad minera y sin apoyo. No es de extrañarse si varios de ellos ya están trabajando en una mina.
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