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Alemania intenta seducir a México: El telegrama Zimmermann

Al despuntar 1917, Europa entera estaba devastada. La Gran Guerra se acercaba a su tercer año y hacía mucho que los protagonistas se habían dado cuenta de que el conflicto era la más cruel de las pesadillas, en vez de la gloriosa y relampagueante campaña que soñaron. Entonces, de Berlín salió un telegrama… dirigido a Venustiano Carranza.

La tentación
La tentación La tentación (La Crónica de Hoy)

La Gran Guerra se había estancado. Miles de muertos, desolación y violencia eran la orden del día en Europa, sin visos de resolución. En 1914, alemanes, franceses, ingleses y rusos habían festejado la inminencia del conflicto armado. En esos días, que en 1917 parecían ¡tan lejanos! los bailes y los brindis por la gloriosa jornada que se acercaba, se dieron lo mismo en Viena que en Berlín, en Londres, en París y en San Petersburgo: todo mundo estaba convencido que la guerra sería breve, con las mínimas consecuencias: los vencedores retornarían a casa para la Navidad de ese mismo año, cubiertos de condecoraciones y de gloria. Pero las cosas no se desarrollaron de esa manera.

La declaratoria de guerra del imperio austrohúngaro a Serbia, fechada el 28 de julio de 1914, fue el primer eslabón de una cadena de violencia que lejos de apagarse con brevedad, fue creciendo al paso del tiempo. Entonces, las principales potencias europeas comenzaron a desarrollar estrategias internacionales para distraer a sus contrincantes. Acaso fuera ésa la posibilidad de debilitarlos y obtener la victoria definitiva.

Para Alemania había un factor de vital importancia: evitar que Estados Unidos se involucrara en la guerra, en el bando aliado. Entonces, el canciller Arthur Zimmermann discurrió el envío de un telegrama en clave. Un telegrama que cruzaría el Atlántico para, con la mediación del embajador alemán en México, llegar a las manos de un hombre nacido en el desierto de Coahuila y que respondía por Venustiano Carranza.

Los detalles con los cuales se signara el pacto con México, quedaban al arbitrio del embajador Von Eckardt. El texto del telegrama daba interesantes posibilidades para trabajar a fondo la persuasión: por un lado, se le pedía a México intervenir como mediador en una grilla internacional de alto vuelo, actuando como mediador en una invitación a Japón para integrarse a la alianza. El premio para Japón, en caso de acceder, sería California. En principio, parecía una oferta importante, como solamente la formularía alguien convencido de su poder y de su inminente victoria.

La cereza del pastel era la frase final del telegrama: “Haga notar al presidente [Carranza] que el uso despiadado de nuestros submarinos ya hace previsible que Inglaterra se vea obligada a pedir la paz en los próximos meses”. Parecía que el canciller Zimmermann había pensado en todo. Al menos, eso creía él.

Lo que no sabían —al igual que el gobierno de Washington— es que los servicios británicos de inteligencia espiaban a los alemanes, pero también espiaban a los estadunidenses. El telegrama Zimmermann fue descifrado por ellos al día siguiente de haber sido enviado por los criptógrafos Nigel de Grey y William Montgomery, habitantes del llamado Room 40, el área concentrada en desencriptar los mensajes secretos del enemigo.

Para que nadie se diera cuenta de que los británicos espiaban a propios y extraños, resolvieron fingir que el mensaje había sido interceptado en México. De esa manera no descubrirían ni su red de espionaje ni la capacidad para descifrar los códigos alemanes.

Venustiano Carranza es enterado de la propuesta alemana. Entra aquí el carácter sereno y agudo del coahuilense: forma una comisión que indague si el mensaje es real y si la oferta es seria, porque no hay tiempo que perder en inventos. Tiene muchos fierros en la lumbre: se está gestando la nueva Constitución mexicana; las relaciones con Estados Unidos no son las mejores a causa de las tensiones generadas por la Expedición Punitiva que perseguía a Villa y el zapatismo se mantenía activo. ¿Qué hacer? Se confirma que la propuesta es real: en Estados Unidos circula la información y Zimmermann en persona confirma la existencia del mensaje.

Carranza resolvió aguardar y no escuchar el canto de las sirenas. El 6 de abril de 1917, Estados Unidos declaró la guerra a Alemania. Ocho días después, el día 14, don Venustiano le mandó decir a los alemanes que muchas gracias, pero no.

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