
Han pasado once años desde que comenzó el gran show de Marvel en la pantalla grande. Una década de venturas y desventuras en la que algunos fanáticos de los cómics han visto cada filme como si fuera parte de su propia Biblia. Durante éstos poco más de dos lustros nos han preparado para el acto estelar que llega este fin de semana, uno de los más importantes en la historia del cine, desde aquel fenómeno revolucionario que fue Avatar con su hallazgo tecnológico.
Lo que Marvel nos había mostrado hasta el momento era una serie de números cinematográficos que se habían llevado más o menos aplausos de su audiencia. Recordemos ese primer acto del ingenioso clown que fue Iron Man (2008), con su arrogancia y cinismo encantador; es uno de los personajes más preciados y hasta ha tenido tres números protagónicos más, algunos fabulosos como su primera secuela y algunos desastrosos como su tercera.
También hubo números que pasaron sin pena ni gloria, como la de ese fortachón de Hulk (2008); se despertó el interés con los actos del tragatruenos Thor (2011) y la emoción comenzó a erizar la piel con ese hombre bala del Capitán América: El primer vengador (2011). Marvel nos había enseñado que cuando el talento se junta ocurren cosas asombrosas como aquella de Los Vengadores (2012). Y más tarde Marvel demostró que el universo está para devorarse.
Nos dio memorables actos de escapismo (El soldado del invierno, 2014); maravilló con sus performance espaciales (Los guardianes de la galaxia, 2014 y 2017); nos dio divertidos números de miniaturas (Ant-Man, 2015); nos maravilló con ilusionismo (Doctor Strange, 2016), trapecistas de lujo (Spider-Man: Homecoming, 2017) y recientemente con lucha y rituales africanos (Black Panther, 2018) y mujeres con poderes sobrehumanos (Capitana Marvel, 2019). En la mayoría de ellos esa hermosa edecán llamada Black Widow; pero había algo que no siempre terminaba de convencer. No había grandes villanos.
Marvel nos metió en la cabeza puro entretenimiento. Fuegos artificiales de un lado y otro. Pero al final de cada trama todo parecía resolverse de manera muy fácil. Hasta el momento, el rival más temido había sido Ultrón (2015), que nos llevó de una expectativa muy grande a una decepción considerable. Posiblemente los mayores enemigos fueron aquellos en los que las cualidades heroicas se ponían en tela de juicio, como en El soldado del invierno y en Civil War (2016), cuyo común denominador era que eran números dirigidos por los hermanos Joe y Anthony Russo.
Son estos últimos los encargados de dirigir también ese colosal acto estelar llamado Infinity War que llegó a las salas de cine hace un año y que ofreció, sin zozobra, todo lo que un fanático del cine de superhéroes puede pedir. Si continuamos con la referencia circense, el más reciente filme es lo más cercano que se puede tener al Cirque du Soleil, en la cual el protagonista es ese temido domador de superhéroes llamado Thanos.
En Infinity War vimos cómo los Guardianes y los Vengadores cruzaron su existencia y se vieron forzados a unir fuerzas en su intento por derrotar a Thanos, mientras éste reunió las gemas del infinito y eliminó a la mitad de los seres vivos en el universo con sólo un chasquido de dedos.
En ninguna otra película se había sentido que los superhéroes realmente fueran vulnerables ante el peligro, en cada película de Marvel parecía haber una red de protección para cada caída de los protagonistas y en esta ocasión, por primera vez en mucho tiempo, no es así.
Dentro de su género (o sus géneros), el filme encontró el carácter de demencial espectáculo perfectamente bien orquestado para mantener la esencia de aquellos talentos que ya hicieron de las suyas en números anteriores, sin perder su esencia, coherencia e ingenio. En aquel filme, Marvel encontró su épica.
Hasta entonces había sido el filme más complejo que había ofrecido el universo Marvel. Había sido un evento épico por su facilidad de pasar de un tono melodramático, a uno cómico, y luego de uno trágico a las más impresionantes secuencias de acción sin perder el hilo conductor del filme. La gran virtud de los hermanos Russo fue el complejizar al villano Thanos como no se había hecho antes, pues contextualizan su ambición de poder con una obsesión por jugar a ser Dios de una manera que da la sensación de un acto noble.
Infinity war fue un acto espectacular porque el verdadero protagonista de la película fue el villano y no los héroes. Había alcanzado, incluso, un grado de poesía al tomar con ingenio y sensibilidad temas como el amor, el sacrificio, la muerte y el egoísmo sin filosofar sobre ellos, sino jugar perversamente con la imaginación.
Ahora llega a las salas el cierre perfecto. Avengers: Endgame, también dirigido por los hermanos Russo, es lo más sublime que ha visto el cine de superhéroes en su historia, y no por la profundidad de su historia, como ocurre en otras adaptaciones de cómics, Watchmen (2009), El caballero de la noche (2008) o V de Venganza (2005), sino por la sublimación del género en una ópera de acción que fue construida desde más de 20 películas atrás con una lealtad insuperable a la esencia de cada una de ellas.
Después de los eventos devastadores de Avengers: Infinity War, el universo está en ruinas debido a las acciones de Thanos, el Titán Loco. Con la ayuda de los aliados que quedaron, los Vengadores deberán reunirse una vez más para intentar deshacer sus acciones y restaurar el orden en el universo de una vez por todas, sin importar cuáles son las consecuencias, aunque serán muchas y algunas de ellas devastadoras.
En Endgame se reinterpreta el heroísmo. Los superhéroes vuelven a ocupar el protagonismo y sobre todo siguen un arco dramático que podría entenderse como una proeza sobre la dignidad. Este filme de los hermanos Russo es uno de los más riesgosos del género, porque ocupa elementos tanto de lenguaje cinematográfico como de narrativa dramática de otros géneros y los explora sin miedo y con certeza. Con el final de la saga de Los Vengadores tendrás más de tres nudos en la garganta, algunos de ellos de tristeza, otros más de emoción y de ataques de risa, al grado de no saber a cuál de ellos pertenecen tus lágrimas.
Endgame es el último gran truco de este espectáculo. La joya de la corona que representa el reinado de una época de cine de superhéroes. Es épica, es nostálgica, es poética, es absurda y divertida. Parece increíble pero es cierto. Es el espectáculo más grande de su tipo hasta el momento.
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