
"Hay un rebelde en el fondo de mi alma. Cada vez que alguien me recomienda esto o lo otro voy en la dirección opuesta. Odio la idea de las tendencias, odio las imitaciones y siento un profundo respeto por el individualismo”. Ésta es una de las frases más emblemáticas de Clint Eastwood. En ella está implícita su forma de ver el mundo y el carácter que responde al paradigma del artista ambicioso.
Se trata de un cineasta que, si bien persigue un desarrollo que le lleve a lugares distintos, a no estancarse en una forma de crear determinada, también mantiene ciertos valores arraigados. En su caso se trata de lo político, muy marcado en su filmografía. Cuando se estrenó Harry, el sucio (1971), la crítica de The New Yorker, Pauline Kael, describió la película como “un decidido ataque contra los valores democráticos”.
Su respuesta ante ese comentario se dio con el estreno de Escalofrío en la noche, de la que era director: “Primero me tildan de derechista. Después de racista. Ahora de machista. Está de moda conseguir que la gente se sienta culpable por diferentes cosas. A mí me da igual, porque sé en qué puto lugar del planeta estoy y me importa un bledo”, dijo.
Y es que a lo largo de su carrera, su vida pública ha sido marcada por ser un firme defensor del Partido Republicano. Desde que comenzó a votar por contendientes presidenciales como Dwight Eisenhower, en 1952, sólo se vio tentado a dejar la convicción por ese partido en 1992, cuando estaba Ross Perot.
En varias ocasiones ha apoyado a candidatos republicanos a la presidencia como Richard Nixon, por el que tampoco se significó mucho; Ronald Reagan, a los Bush, Mitt Romney y recientemente Donald trump. Sin embargo, tampoco ha sido un hombre de partido sin más: criticó a Nixon por la Guerra de Vietnam y también ha sido bastante crítico con las intervenciones en Irak y Afganistán.
“Es una de esas cosas que tendrían que hacerse pensándolo mucho, si es que necesitan hacerse”, dice de las guerras, “la protección es muy importante para las naciones, pero tiendo a posicionarme en el bando de que cuanto menos mejor (…) Siempre he sido muy liberal, cuando se trata de lo que la gente puede pensar por sí misma”, agregó en una entrevista para Los Ángeles Times.
Del mismo modo así como apoyó a Trump, también es enérgico con él, “dice muchas tonterías, supérenlo”, y de paso también enfatiza una crítica a la sociedad actual, “en secreto, todo el mundo se está aburriendo de la corrección política, de hacer la pelota. Esa generación pelota es en la que estamos ahora”, declara el veterano actor.
Es un tipo rudo, como en sus películas, incluso con una serie de creencias que parecerían muy distintas a la que aparenta. Es partidario de que se regule de forma drástica la tenencia de armas de fuego en los Estados Unidos: “Creo que es muy importante que las armas no caigan en las manos equivocadas y sí, apoyaría en gran parte su control”. De hecho, calificó su obra maestra Sin perdón (1992) como una película “anti armas”. También propone que se prohíba la caza: “No veo ninguna razón para matar a un animal”.
Entre 1986 a 1988 incursionó en la política, cuando se desempeñó como alcalde de Carmel, ciudad ubicada en el condado de Monterrey en el estado estadunidense de California. El actor representó al Partido Republicano, y una de sus promesas de gobierno fue prohibir el consumo de helados en la calle. Lo hizo.
Además ha sido un firme defensor de medidas muy lejos de lo que se supone que es la mayoría conservadora del Partido Republicano, como el matrimonio gay, el apoyo al aborto o la protección del medioambiente. Incluso en sus películas expresa en no pocas ocasiones opiniones o puntos de vista que a buen seguro sorprenden a su público conservador, como en el trágico final de Million Dollar Baby.
Jamás lo imaginaríamos como Superman o James Bond, pero también estuvo cerca de serlo. “Me ofrecieron mucho dinero para hacer de James Bond, justo después de Sean Connery, y la verdad no me sentía bien tomando el lugar de Sean”. También dijo que no a los papeles del capitán Benjamin L. Willard, el protagonista principal de Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979), porque no quería pasar varios meses en el rodaje en Filipinas.
Su personalidad probablemente sea heredada de su familia, quien no pasó apuros ni siquiera en la Gran depresión. Tuvo un sentido patriótico que se desarrolló de la mano de su rebeldía, por la que hasta fue expulsado de la escuela. Tampoco tuvo experiencia militar porque, a pesar de que fue reclutado durante la Guerra de Corea, nunca llegó a ser destinado al frente, por lo que el accidente de avión en el que sobrevivió tras nadar tres kilómetros para llegar hasta la costa no fue en acto de servicio.
Antes de crear la leyenda del Hombre sin nombre, Eastwood inició su carrera como muchos jóvenes actores: en las series de televisión. Pero como casi siempre, fue un golpe de suerte lo que propició que acabase rodando para Sergio Leone en Almería.
Galardonado 109 veces, incluyendo cuatro Premios Oscar y cinco nominaciones Palmas de Oro en Cannes, es un narrador de la incertidumbre y la soledad, un creador de personajes que sobreviven como pueden pese a la culpa y el dolor.
En la tarde del 21 de agosto de 2015, el mundo enmudeció al ver que un ataque terrorista en un tren con destino a París fue evitado por tres valientes jóvenes estadounidenses. Este suceso real ha servido de base para la nueva película de Clint Eastwood, 15:17 to Paris, que llega este fin a las salas de cine nacionales y que también funciona como una oportunidad para volver a mostrar el heroísmo con el espíritu más patriota de Estados Unidos. Un espíritu muy individual, como solo Clint Eastwood puede mostrar.
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