Opinión

Cursilería animalesca y xoloitzcuintles

(La Crónica de Hoy)

Hasta hace poco conocí qué se siente amar a un animal. Ahora coincido con la escritora española Rosa Montero cuando dice que “sin animales la vida sería media vida y el mundo estaría inmensamente vacío”. También con el escritor francés Anatole France, quien alguna vez dijo: “hasta que no hayas amado a un animal, parte de tu alma estará dormida”.

Las personas que han tenido un animal —o muchos— en su vida saben que el vínculo que se crea es distinto que entre humanos. Los animales tienen formas totalmente diferentes de comunicarse y comportarse que muchas veces ayudan aligerar el tedio de la cotidianeidad y la insufrible humanidad.

Los animales de compañía, perros, gatos, caballos, algunas aves, peces y ahora hasta cerdos, han sido perfectos aliados para las personas. Distintos estudios demuestran que las mascotas ayudan a mejorar la salud física y psicológica. Son usados incluso en terapias como puentes para reconectar a un paciente con su entorno y ayudarlo a sentirse mucho más seguro.

Sin embargo, también los animales han logrado que las personas crezcan, cambien su perspectiva. Transformen su mundo. Y aunque probablemente sólo sea una proyección de las necesidades afectivas, porque según la etología, los perros, gatos y otros animales no aman ni sienten como nosotros. Pero tener un animal al lado es sin duda reconfortante y maravilloso. Lo sé por experiencia propia.

Los xolos casi desaparecen durante la Conquista española y fue hasta la Revolución Mexicana cuando su crianza y preservación se recuperó.  Frida Kahlo, Dolores Olmedo, Rufino Tamayo y otras figuras fueron quienes rescataron y convirtieron a los perros aztecas en símbolos nacionalistas. Hoy seguramente estarían orgullosos del reconocimiento, como todos los que somos dueños de uno o, mejor dicho, compañeros.

@wendygarridog

wengarrido@gmail.com

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