
A Javier Corcobado, ese delgado músico y literato español que gusta de conquistar los bajos mundos con sus desgarradas canciones y letras, sólo puede amársele u odiársele en la misma medida.
Corcobado trae consigo, en su garganta, sobre su piel, una larga historia que celebra ahora en la ciudad de Pachuca por varios estados de la República.
Llegar hasta el lugar elegido (un salón de fiestas habilitado como bar en la cima de la montaña rumbo a Real del Monte) para presentar su espectáculo en la capital de Hidalgo, como él mismo apunta apenas subir al escenario, representa ya todo un mérito, tras recorrer un camino siempre en ascenso por una sinuosa carretera de terracería flanqueada por el abismo.
El recital dura más de dos horas, en las que Javier Corcobado repasa los éxitos de su trayectoria, desde la lejanía de proyectos de bandas como Mar Otra Vez, o los Chatarreros de Sangre y Cielo, hasta Mujer y Victoria, su más reciente producción discográfica, conecta enseguida con quienes tenemos el privilegio de asistir al llamado cual clan al que la melancolía, la pena, la bohemia viva impacta de lleno.
Corcobado es un hombre enigmático, pero humilde en su trato hacia quienes terminado el acto hacen larga fila y esperan mucho más allá de la medianoche para obtener de él un autógrafo, una fotografía, alguna palabra de desaliento.
Platicamos sobre el peso de la gira y el recibimiento que este fin de semana le dio su público en Hidalgo, donde como pudo comprobar abundan seguidores; “Pachuca fue el público más correcto, el más elegante, de toda la gira mexicana hasta ahora, sin duda”.
Ofreció además una gran premisa: “En este año sacaré un nuevo libro de poemas y lo va a editar la Universidad de Aguascalientes, aquí en México, y un nuevo disco para celebrar mi trigésimo aniversario como cantante en solitario el año próximo”, dijo.
Expuso que en cuanto termine este periplo por la nación mexica (aún le faltan un par de conciertos por Puebla y Monterrey), regresará a España para empezar a componer y grabar el nuevo disco y escribir otro poemario, pero sobre todo seguir con los conciertos: “Ahora estoy en la tesitura en que necesito cantar para sentirme vivo porque he estado seis años encerrado, escribiendo, componiendo o gestionando Canción de Amor de un Día (su más reciente proyecto que abarca 24 horas continuas de música en colaboración con diversos cantautores) y ahora necesito subir a los escenarios y cantar, que es lo que he hecho siempre, desde que era un niño”.
Al cuestionarlo sobre lo que representa la canción mexicana, el folclor y en general la cultura de nuestro país, Corcobado señaló: “Para mí es muy importante, las canciones de Agustín Lara, José Alfredo Jiménez, las oía desde pequeño y se me quedaron grabadas, yo he residido aquí en México entre el año 2001 y 2003, entonces ya México es como mi segunda casa, me siento absolutamente cómodo y en esta gira he tenido la suerte de visitar muchas ciudades que no conocía como Morelia, Toluca, Querétaro y Pachuca que para mí, de verdad y de corazón ha sido el mejor concierto que he dado en esta gira y con el público más respetuoso”, insiste.
Buena parte de esta gira, que abarcó desde antros hasta importantes teatros como el Metropólitan de la Ciudad de México, significó para Corcobado y su equipo viajar por tierra, de lo cual dijo que “me encanta ir en una camioneta y ver el paisaje mexicano, voy mirando por la ventanilla las carreteras y eso es poesía para mí, me hace escribir poemas”.
Finalmente, Javier Corcobado asume la correspondencia y con esa mirada romántica tan característica de los poetas malditos concluyó: “Mi mensaje para el público mexicano es que lo quiero, yo soy leal a ese público y veo que ese público es leal a mí, por lo cual esto es una historia de amor que seguirá durante muchos años”.
Al final bajamos en rebaño, tal vez más parecidos a una jauría, infectados por la música de Corcobado que sigue resonando en nuestras cabezas, intentando mirar el fondo del mar de todos los corazones.
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