
Vivir en la Ciudad de México es una experiencia arqueológica. Estamos rodeados de ruinas de varias culturas y, con un temblor, las casas que habitamos pueden convertirse en ruinas. Y sin embargo, aquí seguimos, dispuestos a custodiar las piedras que nos unen.
No es común que una persona encarne el sentido de un oficio. Eduardo Matos Moctezuma representa esa figura de excepción. Como Roma o Atenas, la Ciudad de México se define por los remanentes del pasado y cuenta con un arqueólogo de cabecera.
El prestigio internacional que Matos Moctezuma ganó en 1978 al coordinar las excavaciones del Templo Mayor hicieron que la revista Time lo llamara “Moctezuma III”. Antes de ese logro, había trabajado en dos sitios emblemáticos de la cultura maya, Bonampak y Comalcalco, en Tula y en el gran laboratorio de la arqueología mexicana, que Carlos de Sigüenza y Góngora exploró en el siglo XVII y que ha servido para ensayar las más variadas técnicas de consolidación, preservación y reconstrucción: Teotihuacán, la Ciudad de los Dioses.Pero ha sido en este sitio donde Matos Moctezuma ha dejado su principal impronta.
El descubrimiento del Templo Mayor llevó a una disyuntiva sobre la forma en que debíamos ver el pasado. El presidente José López Portillo consultó a diversos expertos y algunos sugirieron reconstruir el templo dual de los aztecas. Matos Moctezuma se opuso a esa restauración escenográfica y defendió que las ruinas se preservaran tal y como se encontraron para mostrar no sólo los alcances de la cultura originaria, sino el impacto demoledor de la Conquista. Como en otros casos, su elocuencia prevaleció.
Gracias a él, y a las numerosas personas que han trabajado bajo su tutela, disponemos de un escenario para entender, con ajustada historicidad, el violento “encuentro de dos mundos”.Matos Moctezuma fue director del Museo Nacional de Antropología e Historia de 1986 a 1987, de modo que es un acto de justicia poética que reciba aquí el Premio Crónica. Posteriormente fundó el Museo del Templo Mayor, que dirigió de 1987 a 2000. Desde 1991 es director del Programa de Arqueología Urbana, encargado de coordinar las exploraciones en el centro histórico de la ciudad. En otras palabras: se trata de nuestro arqueólogo.
Los resultados de sus investigaciones han cristalizado en decenas de libros, entre los que destacan El Templo Mayor de los aztecas, La muerte entre los mexicas y los cinco volúmenes de Estudios mexicas. El Pueblo del Quinto Sol ha tenido en él a un intérprete impar.Los mexicas crearon sus leyendas del origen a posteriori, para justificar tardíamente su grandeza. También nosotros buscamos dotar al presente de un sentido pretérito.
La arqueología estudia un tiempo fugitivo y así incide en el porvenir. La tradición no es un campo inerte; en todo momento puede revelar algo nuevo. Para quien sepa verlo, el futuro tiene mucho pasado por delante.Así lo entiende Matos Moctezuma. Su interés por los antiguos mexicanos se ha extendido a su compromiso ético con las comunidades indígenas del presente.
En 1993, en su discurso de ingreso al Colegio Nacional, abogó por un estudio integral de las culturas, capaz de extender la arqueología a la antropología, de comprender el pasado desde un presente continuamente renovado. En aquella ocasión comentó que la arqueología “penetra en el tiempo de los hombres y de los dioses. Lo mismo descubre el palacio del poderoso que la casa del humilde; encuentra los utensilios del artesano y las obras creadas por el artista”.
Con singular proselitismo, Matos Moctezuma ha puesto en valor los hallazgos arqueológicos. En un año tranquilo ofrece unas doscientas conferencias y no deja de conceder entrevistas en las que enfatiza la novedad de los tiempos fugitivos. Sería difícil decidir cuál es la pieza más importante de la cultura mexica. ¿Coatlicue? ¿Coyolxauhqui? ¿Tlaltecuhtli? Pero no hay duda de que quien hoy recibe el Premio Crónica es un incomparable intérprete de esa cultura. Hechos de tiempo, somos inquilinos transitorios de las piedras.Las eras pasan y muchas cosas caen el olvido. Pero el viento de la historia, que vuelve sobre sí mismo, hace que ciertos lugares se asocien en forma perdurable con las personas que han sabido amarlos y entenderlos. El corazón de México-Tenochtitlan ya es inseparable de Eduardo Matos Moctezuma.
*El discurso fue pronunciado el día de hoy durante la octava entrega del Premio Crónica. El escritor no pudo asistir a la ceremonia pero su hermana Renata leyó el mensaje dedicado al arqueólogo Matos Moctezuma.
Copyright © 2017 La Crónica de Hoy .