
Pancho Madero estaba muy satisfecho. Corría diciembre de 1908 y tenía en sus manos los ejemplares, recién impresos, del libro que le había costado meses de reflexión y de trabajo intenso. Pero con la ayuda de los espíritus y mucha disciplina, el texto había quedado listo, y al poco tiempo, los libros salían al mundo, desde el confortable universo de San Pedro de las Colonias, su tierra, su casa, el hogar del clan Madero.
Tres mil ejemplares producidos por la Tipografía Benito Juárez, propiedad de don Serafín Alvarado. Un tiraje nada despreciable. Pancho decidió no poner el pie de imprenta, para que, si se diera el caso de una represalia de los oficiosos vigilantes del orden porfiriano, el impresor no tuviera dificultades.
Aquel estudio, incluso, había sido enviado a la Ciudad de México, a la atención del presidente Porfirio Díaz. Éste, el nuevo libro, seguiría el mismo camino hacia Palacio Nacional, porque el tema era, sin lugar a dudas, de todo el interés del presidente. El título no podía ser más elocuente y llamativo: La sucesión presidencial en 1910. Seguro que don Porfirio no se lo iba a perder.
Francisco Ignacio Madero parecía tenerlo todo: hijo de una de las familias más ricas de México, educado en Europa y Estados Unidos para ser un empresario competente y productivo. Pero a diferencia de su cercanísimo hermano Gustavo, que no bien terminó sus estudios se dedicó a la vida empresarial en los más variados giros, pero siempre como un administrador competentísimo, lo mismo en Monterrey que en Jalisco, Pancho se quedó en San Pedro, atendiendo sus intereses en los negocios agrícolas familiares, la hacienda, y desarrollando sus pequeñas aficiones y rasgos peculiares: era vegetariano, homeópata y gustaba de atender a los trabajadores de su casa con sus remedios y algo fundamental: era un convencido y activo espiritista. Eso era la clave de todo lo que iba a ocurrir después.
¿Por qué? Porque Madero decía tener la cualidad de “médium escribiente”, que entraba en trance y los espíritus se manifestaban a través de la pluma y la mano de Pancho. Así, sabemos que Madero decía tener comunicación con el espíritu de un hermano suyo, Raúl, muerto en la infancia. Otro espíritu, José, se unió al diálogo y ambas entidades lo orientaban y lo exhortaban a llevar una vida moderada y que se preparara para acometer la gran empresa de su vida: cambiar al país. El libro era el primer paso de aquel camino.
¿Qué dice La Sucesión Presidencial en 1910? Llamaba a la realización de elecciones libres y a la rotación de puestos públicos; reclamaba la libertad para elegir al vicepresidente de la República, a los gobernadores y a los presidentes municipales de todo el país. Madero daba por sentado que acaso don Porfirio aún permaneciera en la presidencia en 1910, pero, entonces, era importantísimo dejar a la voluntad popular la elección de los otros puestos fundamentales en la vida del país.
No era novedoso lo escrito por Pancho Madero. Pero la coyuntura, el agotamiento del modelo político porfiriano, catapultaron el libro y lo convirtieron en el inicio de un movimiento político que cambiaría muchas cosas en el país.
Porque había lectores que pensaban como Pancho; porque había duros —y perseguidos— opositores al gobierno de don Porfirio; porque había quienes no se entusiasmaban con los candidatos “naturales” a suceder al presidente, a saber, José Yves Limantour y el general Bernardo Reyes, a quienes caricaturizaban jaloneándose la silla presidencial, lo cierto es que los primeros tres mil ejemplares de La Sucesión Presidencial en 1910 se agotaron con rapidez y, ante la demanda, Madero procedió a generar una segunda edición, corregida y aumentada.
Sobrevendría el estallamiento de la revolución maderista, y al cobrar fuerza el movimiento, el libro de Pancho Madero ganó en penetración y en popularidad, a grado tal que en 1911, cuando el coahuilense ya estaba más que encaminado a la Presidencia de la República, “La Sucesión Presidencial….” tuvo una nueva edición, que no salió de la pequeña imprenta de San Pedro de las Colonias, sino de la muy conocida Librería de la Viuda de Ch. Bouret de la Ciudad de México.
Ahí no se acabaron las aventuras editoriales de Madero. En ese mismo 1911, y antes de que el torbellino de la política lo absorbiera por completo, alcanzó a publicar su Manual Espírita, firmado con el seudónimo ” Bhima” y producido por la Tipografía Artística que atendía en la primera calle de la Violeta, esquina con la cuarta de Soto, en la colonia Guerrero.
El papel que los espíritus desempeñaron en la hechura de “La Sucesión Presidencial…” no se conoció sino mucho tiempo después, cuando en los años setenta del siglo pasado se dieron a conocer los cuadernos con las comunicaciones espíritas de Madero, y sólo en el pasado reciente esa vertiente de la biografía de este coahuilense bajito y bondadoso ha sido revalorada a grado tal que se ha llegado a hablar de la revolución que acaudilló como la “revolución de los espíritus”.
No hay, sin embargo, pruebas fehacientes de la existencia de un “más allá” o de espíritus de personas muertas que se comunican con los vivos. Fuera de ese detalle importantísimo, La Sucesión Presidencial en 1910 aún se reimprime, casi 110 años después de su primera edición.
Copyright © 2016 La Crónica de Hoy .