Opinión

El canibalismo blanquiazul

El Dr. Juan García, un médico de familia en la ciudad de Nueva York, es un ejemplo de cómo los médicos pueden usar las redes sociales para conectarse con sus pacientes y brindarles información sobre salud.
El Dr. Juan García, un médico de familia en la ciudad de Nueva York, es un ejemplo de cómo los médicos pueden usar las redes sociales para conectarse con sus pacientes y brindarles información sobre salud. El Dr. Juan García, un médico de familia en la ciudad de Nueva York, es un ejemplo de cómo los médicos pueden usar las redes sociales para conectarse con sus pacientes y brindarles información sobre salud. (La Crónica de Hoy)

Finalmente, tuvo a bien reaparecer en la esfera pública Ricardo Anaya, qué bueno que no se tomó más meses para solventar su depresión, ya que en el PAN hay muchos problemas por atender. No se trata de la primera vez que un candidato presidencial perdedor del blanquiazul decide retirarse por completo del escenario nacional, en búsqueda de sus horizontes perdidos. Se ignora si con su retiro espiritual les fue posible, aunque sea de manera parcial, olvidar tanta amargura.

Un mes parece razonable para procesar la sacudida del 1 de julio pasado. Aunque las heridas no han sanado, eso seguramente llevará más tiempo, la presencia de Anaya era muy importante, al menos para su grupo político. Se le reconoce al queretano que le hayan bastado unos masajes en un spa en ambiente zen y escuchar unos discos del Buddha Bar para alivianarse. Da gusto que Anaya esté de vuelta, porque en su partido hay ya toda una tradición de esfumarse en medio del desasosiego sin siquiera avisar o dar las gracias a quienes acompañaron al líder, aun en sus desgracias.

Se avecina una severa lucha interna en las filas del blanquiazul. No habrá generosidad, los grupos involucrados dan señales de ir esta vez hasta las últimas consecuencias, aunque ello implique incendiar su propia casa. Lejos quedaron aquellos tiempos en que propios y extraños le reconocían al PAN su intensa vida democrática interna. Hace mucho que este partido quedó escindido, no sólo por el desacuerdo interno, sino porque renunció a sus principios y a su trayectoria histórica.

Después de haber padecido la peor humillación electoral de su larga historia, la circunstancia parece estar dada para que los muchos rencores acumulados terminen por hacer implosión, es decir, Acción Nacional se podría romper hacia adentro. Los agravios mutuos se han acumulado desde que una vertiente del PAN decidió “acompañar” a los exmandatarios priistas Salinas y Zedillo. El panismo apostó su resto a ser interlocutor privilegiado del tricolor, lo cual le valió para ir creciendo electoralmente, de municipios clave a gubernaturas y de ahí, cuando el electorado ya no soportaba más al PRI en el 2000, Fox fue una suerte de válvula de escape para que el descontento se canalizara por la derecha.

Poco cambió en el andamiaje político con los gobiernos panistas. Acción Nacional gobernó con los manuales de operación que le heredó el PRI. Por su parte, el tricolor, ahora desde la oposición, “apoyó” a Fox y a Calderón. Este acuerdo pendular se cumplió religiosamente en 2012, el PRI volvió a Los Pinos y puntual a la cita estuvo el blanquiazul para validar el llamado Pacto por México. PAN y PRI se mimetizaron para darle soporte político a los gobiernos que instrumentaron un modelo económico de corte neoliberal, esa fue la coincidencia de fondo. El blanquiazul incluso se ufanó de ello denominando a esta etapa como su triunfo cultural.

Hace cinco semanas se rompió ese péndulo para dar paso a otro con una oscilación más amplia. En esta ocasión el recorrido pendular hacia atrás alcanza al sexenio de López Portillo, quien se consideró a sí mismo como el último presidente de la Revolución.

En 2018, AMLO defiende muchas de las tesis del nacionalismo revolucionario y se manifiesta contrario al modelo económico que se aplicó a partir de Miguel de la Madrid. En la disputa por la Nación que por lustros han protagonizado nacionalistas contra tecnócratas, acaban de ganar los primeros. Ello, a pesar de que los tecnócratas consideraron que la historia les había dado la razón, bien dicen que en política no hay victorias definitivas.

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La simbiosis política que por muchos años sostuvieron el PRI y el PAN implica que corresponde ahora a ambos compartir la desgracia. El PAN está obligado a explicar lo que ha llamado su triunfo cultural, el modelo económico por el que apostó y el esquema de interlocución que sostuvo con el PRI. Tiene que recurrir a una severa autocrítica y profunda revisión de sus documentos básicos. La labor parece titánica y entre los grupos confrontados hay más sed de venganza que ánimo constructivo. Sería una verdadera lastima que se desmoronara el blanquiazul, ya que se trata de un instituto que ha hecho grandes aportaciones a la democracia mexicana.

pereawilfrido@me.com

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