
Poseer una fortuna estimada en mil millones de dólares y tener que tratar de huir de la policía por un conducto del drenaje presenta la parte menos atractiva de la vida de uno de los grandes “capos” del narcotráfico, el lado totalmente contrario – y más apegado a la realidad – de la vida de lujo que presentan las historias de televisión y cine.
Joaquín Guzmán Loera, conocido por el sobrenombre de El Chapo, no estaba en una de las lujosas haciendas de los suburbios de una ciudad utilizadas como “sets” por las series que transmiten las grandes cadenas de televisión y que se suponen inspiradas en la vidas de jefes del narcotráfico como el colombiano Pablo Escobar Gaviria o El Señor de los Cielos, el mexicano Amado Carrillo Fuentes.
De acuerdo con las primeras versiones acerca del operativo realizado por personal de La Armada de México, al momento de ser aprehendido el presunto multimillonario (en dólares) estaba en un motel de menos que mediana categoría, rodeado de pistoleros y vestido con una camiseta de tirantes descrita por algunas observadoras como “percudida”.
Es presumible que en los casi seis meses que estuvo libre (escapó del penal de “Alta Seguridad” del Altiplano el 11 de julio) Guzmán Loera estuvo, literalmente, a salto de mata y en lugares que no resultarían atractivos para los turistas.
Difícil creer que esa sea la vida de lujos a la que aspiran muchos jóvenes que ven en el narco la única salida para mejorar su situación personal y familiar.
De cualquier forma, la fama adquirida por el tan publicitado capo del narcotráfico permitió al presidente Enrique Peña Nieto declarar, aliviado: “misión cumplida”.
Joaquín Guzmán Loera va en camino de una prisión de alta seguridad, ya sea en territorio nacional o en los Estados Unidos.
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