
“Sí, sí, yo me acordaba bien. Fue en septiembre del año pasado, por el día veintiuno”.
—Óyeme, Melitón, ¿no fue el veintiuno de septiembre el mero día del temblor?
—Fue un poco antes. Tengo entendido que fue por el dieciocho.
Así comienza Juan Rulfo el relato “El día del derrumbe”, sobre la visita del gobernador a Tuxcacuesco para ayudar a los afectados por el temblor. La visita acabó en una fiesta donde no faltó la comida, la borrachera, la música, el borlote y la balacera, para acabar en todo menos en la planificación de medidas de apoyo al derruido Tuxcacuesco.
A todos nos puede resultar curioso que el cuento de Juan Rulfo se publicase en 1953 como parte de su primer libro, El Llano en Llamas. Ahora es peculiar porque 32 años más tarde, en 1985, ocurrió el temblor del 19 de septiembre con las consecuencias devastadoras que conocemos y luego, 32 años después, el 19 de septiembre de 2017, volvimos a vivir un sismo catastrófico.
Mal haríamos aquí en remarcar que el 32 es un número defectivo, lo que significa que es mayor que la suma de sus divisores propios exceptuándose a sí mismo. Es decir que: siendo 1, 2, 4, 8 y 16 divisores de 32, éstos suman 31, que es menor que 32. Esto lo hace ser un numero “deficiente” o como dicen los matemáticos: “defectivo”.
Tampoco deberíamos resaltar que 32 es un número de Leyland porque de la misma manera podríamos decir que 32 es la temperatura en grados Fahrenheit a la que el agua se congela, que tenemos 32 dientes (o menos) y que el ajedrez tiene 32 piezas. La numerología es uno de los juegos favoritos de la imaginación, más aún cuando de tragedias se trata.
El Servicio Sismológico Nacional (SSN) reporta que en 2016 ocurrieron más de 15 mil sismos con epicentro en el territorio nacional. Ya se publicaron varias estimaciones de la probabilidad de que un sismo de magnitud destructora ocurra en la misma fecha. Se han hecho cálculos de todo tipo y se ha usado el viejo truco de reducir la muestra para que la probabilidad sea baja.
Tenemos aproximadamente dos sismos con magnitud arriba de 7 cada año. Si queremos decir que tal ocurrencia es improbable, basta con reducir de 15 mil a dos el número de temblores. De esta manera aislamos al evento fatídico. Así, la probabilidad de que ocurra el mismo día uno de los dos será muy baja.
Reducir la muestra es uno de los errores típicos para hacer cálculo de probabilidades.
El SSN muestra en su portal la distribución estadística de sismos en 2016. En septiembre de 2016 ocurrieron mil 126 temblores con epicentro en territorio mexicano, la gran mayoría de magnitud baja. De los más de 15 mil ocurridos en el año, 14 mil son de magnitud menor a 4.
— ¿Dices que el Gobierno nos ayudará, profesor? ¿Tú no conoces al Gobierno?
—Les dije que sí.
—También nosotros lo conocemos. Da esa casualidad. De lo que no sabemos nada es de la madre del Gobierno.
Hoy, a 32 más 32 años de la publicación en El Llano en Llamas del cuento “El día del derrumbe”, nos acordamos de la canción que todos cantaban con el gobernador en Tuxcacuesco: “no sabes del alma las horas del luto”.
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