
Octava parte
Al día siguiente, la conversación sobre 1968 continuó. A mis alumnos les interesaba que hablara sobre el comportamiento de los estudiantes y Eliseo me preguntó directamente:
—¿Cómo reaccionaron los estudiantes ante la manifestación del rector?
—El evento tuvo un efecto formidable entre el estudiantado universitario y politécnico. La mayoría de los estudiantes universitarios aplaudió las iniciativas de Barros Sierra, pero los grupúsculos revolucionarios las condenaron diciendo que la manifestación había sido una “maniobra burguesa”. El viernes 2 de agosto, esos grupúsculos revolucionarios organizaron dentro de C. U. un pequeño desfile para atacar al rector, pero el evento no tuvo impacto significativo. En cambio, hubo grupos de estudiantes democráticos que se propusieron aprovechar las circunstancias favorables que había creado la intervención política del rector para iniciar un amplio movimiento contra la represión policiaca y a favor de las libertades políticas. Ese mismo día, por la tarde, se realizó una reunión en Zacatenco, en el edificio de la Escuela Superior de Físico Matemáticas (ESFM) del IPN en la que participaron representantes estudiantiles de las escuelas que hasta ese momento se hallaban en huelga. La ESFM era una escuela pequeña y sus estudiantes estaban muy bien organizados. El objetivo de la reunión era uno: crear una organización que pudiera encabezar el movimiento estudiantil y esa organización se creó sobre la base de tres principios muy sencillos:
1) En la dirección estudiantil participarían sólo representantes electos por las asambleas de sus escuelas respectivas; 2) Habría tres delegados por cada escuela; 3) En el nuevo organismo las decisiones se tomarían por mayoría simple de votos y cada escuela tendría derecho a un voto. El organismo que se creó fue el Consejo Nacional de Huelga que dirigió el movimiento estudiantil de 1968. En la creación del CNH participaron representantes de muchas escuelas del IPN, los líderes de la Escuela Nacional de Agricultura y de la UNAM sólo dos o tres escuelas. Fue notable la ausencia de las escuelas universitarias dirigidas por los grupúsculos revolucionarios (Ciencias Políticas, Economía y Filosofía y Letras), lo cual facilitó la discusión y los acuerdos. En esa reunión se acordó enarbolar un pliego de demandas.
—Las seis demandas del movimiento, ¿cierto? –Preguntó Bracamontes.
—Correcto. Las demandas que se acordaron en esa reunión fueron las siguientes:
1) Libertad a los presos políticos; 2) Destitución de los jefes de la policía; 3) Desaparición del cuerpo de granaderos; 4) Derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal Federal; 5) Indemnización a las familias de los estudiantes muertos y de los heridos; 6) Deslindar las responsabilidades personales en los actos de represión. Algunas de estas demandas suscitaron debate intenso, por ejemplo, la petición de libertad para los presos políticos. Hubo estudiantes que defendieron la postura de pedir exclusivamente la libertad de los estudiantes presos, pero esta postura fue criticada con el argumento de que no se debía excluir de la demanda a presos políticos como Demetrio Vallejo y Valentín Campa, líderes ferrocarrileros que acababan de cumplir diez años en la cárcel. Otro punto que se deliberó ampliamente fue la derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal que sancionaban el delito de disolución social. Un argumento que pesó en el debate fue la memoria todavía viva del proceso que sufrieron los estudiantes líderes de la huelga politécnica de 1956. En esa primera sesión del CNH no se mencionó para nada la posibilidad de iniciar algún procedimiento por la vía jurídica para que esas demandas fueran satisfechas, por el contrario, se compartía la idea de que la vía para resolver ese pliego petitorio era la vía política.
—Bueno, eran demandas políticas –Dijo Mónica.
—Exacto. Aunque no cabe duda de que en esa asamblea se expresaba cierta ingenuidad política, lo que se estaba aprobando era, en realidad, un programa político de democratización del país. El ataque a la autonomía universitaria abrió un cauce de lucha insospechado a favor de la causa democrática que agitaba principalmente a las clases medias urbanas e ilustradas. Los estudiantes se convirtieron en voceros de esa aspiración. Ese mismo día se decidió publicar en la prensa un desplegado en donde el CNH hiciera pública su lucha y sus demandas y, asimismo, se acordó realizar rápidamente una acción política, antes de que se perdiera el entusiasmo que había despertado la manifestación de Barros Sierra. El desplegado apareció publicado el domingo 4 de agosto en el periódico El Día y decía así: “Los últimos días han sido de angustia y tensión para el pueblo de México. La violencia y la agresión asaltaron al IPN y a la UNAM. Esta situación fue desatada por la actitud histérica y absurda de un cuerpo policiaco a todas luces antidemocrático, desprestigiado y que no merece respeto por sus continuos atropellos a la población, que no inspira ni tiene autoridad moral para imponer orden alguno. Los estudiantes no hemos hecho otra cosa que oponer la razón a la violencia de la cual hemos sido objeto. La libertad está cada día más reducida, más limitada y se nos está conduciendo a una pérdida total y absoluta de la libertad de pensar, de opinar, de reunirse y de asociarse. Los estudiantes estamos hartos de las calumnias y campañas de mentiras por parte de la gran prensa nacional, de la radio y la televisión. Estamos cansados de este clima de opresión. Evidentemente estas situaciones conducen en todos los sentidos a un atraso progresivo del país. Por el contrario, las protestas activas de los estudiantes son críticas sociales que siempre llevan un contenido de justicia y libertad porque son esencialmente verdaderas”.
—¿Y en qué consistió la acción política? –Preguntó Estrada.
—En una nueva manifestación. Se aprobó realizar una marcha el lunes 5 de agosto; se iniciaría en Zacatenco y culminaría en el Caso de Santo Tomás, en un mitin que tendría lugar en la Plaza del Carrillón. Al día siguiente, la asamblea del CNH tomó el acuerdo de dar a las autoridades un plazo de 72 horas para resolver el pliego petitorio y, de no darse la solución, el CNH llamaría a los estudiantes de todo el país a una huelga nacional de educación superior. El plazo comenzaría a correr a partir de las 20 horas del día 5. Pero, ojo, obsérvese bien: si el CNH fracasaba y no lograba reunir a una cantidad significativa de participantes para su marcha del lunes, todo se vendría abajo. Sobre eso hubo mucha claridad y, por lo mismo, después de la reunión, todos los representantes se apresuraron a llegar a sus escuelas para comenzar los preparativos. El desafío era bestial. Imagínense: se tomó el viernes, en los dos días siguientes las escuelas estarían casi vacías y, en realidad, sólo quedaba el lunes para atraer a los estudiantes al acto político. El sábado causó sorpresa la noticia de que la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos, la FNET, había convocado a realizar una manifestación a la misma hora y con el mismo trayecto que la manifestación del CNH. La FNET era una organización corporativa, charra, afiliada al partido oficial y cuyo prestigio en el IPN estaba en franca declinación. De cualquier modo, la noticia levantó una ola de incertidumbre entre las filas de los estudiantes que ahora estaban organizados bajo las siglas del CNH.
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