
Antes del Festival de Avándaro el rock ya estaba estigmatizado. “El rock nacional, el rock del Distrito Federal, fue prohibido, vetado, perseguido, anulado y borrado del mapa desde 1965 cuando cerraron todos los cafés que había cientos. Las estaciones de radio tocaban los discos de rock cada cinco minutos y había grandes hits, incluso la televisión tenía muchos grupos cada semana y el gobierno de Díaz Ordaz con su regente Ernesto Uruchurtu, se les ocurrió prohibir el rock”, señaló Lalo Toral, tecladista de Los Yaki, quien estuvo presente en el icónico concierto.
“Ellos prohibieron a las disqueras que grabaran rock. Entonces las disqueras tomaron a los cantantes de los grupos y los convirtieron en solistas, ya no eran los grupos y no hacían rock sino baladas. Eso propiamente es lo que acabó con el rock en México, para cuando viene Avándaro en 1971, ya habían pasado seis años que no había rock en el Distrito Federal, solamente el clandestino, el de los hoyos funkys”, continuó el músico.
Con su memoria en el pasado Toral ejemplificó el fenómeno con algunos casos: “A Enrique Guzmán lo sacaron de los Teen Tops para hacer baladas, a César Costa de los Camisas Negras, a Johnny Laboriel de Los Rebeldes del Rock, a Manolo Muñoz de Los Gibson Boys de Guadalajara y así una lista interminable. De la noche a la mañana ya no hubo rock en la televisión”, dijo, sin mencionar que ocurrió en su propio grupo Los Yaki, con la salida de Benny Ibarra, cuyo lugar fue ocupado por Mayita Campos en Avándaro.
Entonces llegó el Festival de Avándaro: “Fue el gobernador del Estado de México Hank González el que nos dijo que nos fuéramos para allá porque ahí no estaba prohibido el rock y entonces fue cuando Armando Molina llegó para armar lo de Avándaro. Gracias a la gente del DF y de lugares a los alrededores es que se genera el ruido, lo importante de Avándaro es que se da cuando el rock ya estaba borrado del mapa”, enfatizó la importancia del festival.
Pese a que el evento se realizó sin altercados, la euforia colectiva de los temas de protesta creó una alerta en las autoridades del momento, ante el temor de un complot en contra del gobierno. Después del concierto se llevó a cabo una campaña en los medios de comunicación para difundir el supuesto libertinaje y desenfreno de más de 250 mil jóvenes, como la que da nombre a este artículo “Florecimiento del vicio”, que se publicó en el diario Últimas Noticias.
A partir de ese momento, el gobierno prohibió las presentaciones en vivo, lo que orilló a las bandas a crear espacios subterráneos que con el tiempo fueron conocidos como “hoyos funky”, que consistían en viejos edificios abandonados o en desuso, como bodegas o locales vacíos en distintos barrios.
Se prohibieron también las transmisiones por radio y las disqueras vetaron la grabación de bandas de rock nacional y se usaba a la policía como medio de represión contra los rockeros; quienes además comenzarían a ser señalados como “vagos” y “drogadictos”. Fue apenas en las décadas de los ochenta y noventa que se dio una gradual reinserción del rock en la vida cultural nacional.
“Lo más difícil de nuestra historia fue sobrevivir a la represión después del Festival de Avándaro; en ese momento estaba fresca en la memoria la matanza del 68, y también la de 1971, que fue el año cuando también estaba la bronca de los halcones. Todo eso estaba muy presente en el sentir del gobierno, y el concierto fue con la bandera de ‘muera el mal gobierno y que viva el rock and roll’”, recordó el músico en entrevista con Crónica Escenario.
“El gobierno decía ‘todo lo que huela a rock and roll es nefasto para nuestra juventud’, pensaban que era una música que no tenía nada que ver con nuestra identidad, es extranjerizante, que invita a drogarse, a prostituirse y a todo lo malo. Por eso se vino la época de la represión que fue de fines del 71, a mediados de los 80, que fue cuando vino el movimiento de Rock en tu idioma, con las bandas de Argentina y España”, añadió.
Dos años después de Avándaro, el grupo tomó la iniciativa de grabar un álbum con temas propios en español, donde el lenguaje coloquial predominaba y los temas eran un grito exigente de libertad de la juventud en varios sentidos. En esa época Alex hacía temas de crítica social y política, dando como resultado una mejor comunicación con el público, pero a éste y otros grupos con las mismas tendencias, no les era permitido presentarse en los medios de comunicación masiva, se les cerraron los espacios y fueron rechazados socialmente.
“Durante esa época ser rockanrolero era ser un narcosatánico. La represión con figuras refinadas como Luis Echeverría, Gustavo Díaz Ordaz y el Negro Durazo fue durísima para el rock y así nacieron los hoyos fonqui, como los bautizó el maestro Parménides García Saldaña, pionero del periodismo musical en el país, escritor de grandes libros como En la ruta de la onda, sobre lugares a las orillas de la ciudad, afuera del DF y donde se hacían las tocadas y donde el rock and roll sobrevivió a nivel subterráneo durante toda esa época”, añadió el músico.
Desde el concierto de Avándaro, en México no se ha realizado un concierto con tal impacto: “Durante muchos años estuvo vetado el rock en México, por la magnitud que logró el festival, aunque fue un saldo blanco, la prensa que asistió masacró el evento, pero muchos de los músicos que fueron y hasta lo que no pudieron asistir aseguran que fue un fenómeno, que las canciones eran utilizadas como himno”, explicó Luis de Llano en otra charla con Crónica Escenario.
“Los medios siempre han sido muy importantes en la difusión, pero también cuando hay un aparato atrás quien impone pues no hay de otra y por eso muchos estuvieron de acuerdo en satanizar el festival, esa doble moral, muy pocos se levantaron a pedir que dejaran reunir a los jóvenes, incluso algunos intelectuales también mencionaron que los que fueron a Avándaro era la primera generación gringa de nuestro país”, dijo.
Avándaro es una herida del tiempo, del ser joven. Luis de Llano a la distancia comentó: “Hasta aquel día, Avándaro era desconocido. En purépecha significa ensueño, y hoy es una herida en la piel del tiempo, del ser joven en la década de los setenta en nuestro país. Para los que asistimos nada fue igual después de ese día”.
“Ahora me ha tocado la oportunidad de ver a amas de casa contestas contándome que ellas fueron a Avándaro y por eso creo que rebasó diferentes fronteras, no solo de la música sino también socialmente, porque todo estaba muy vetado esta parte estudiantil, y en ese tiempo todavía había una doble moral, pero un despertar internacional muy importante”.
El impacto de Avándaro en el paso del tiempo ha cobrado mayor trascendencia. Aun después del regreso del rock a los escenarios la marca sigue latente. A medio siglo de distancia, algunos músicos no tienen claro si la historia valora el evento con la magnitud debida:
“Para los grupos actuales nos preguntamos qué significamos nosotros para ellos. Ellos son los que están arriba, especialmente los más conocidos. Creo que todos los grupos actuales saben lo que hicimos y aunque muchos no logramos llegar a la meta que nos propusimos, porque Avándaro también significó la devastación de algunos grupos, sí logramos perseguir al rock por muchos años a pesar de que se catalogaba como un género maligno y venenoso para la sociedad”, añadió en turno Armando Nava, cantante de Dug Dug’s.
Al final, las vivencias de aquel momento siguen latentes: “Sólo aquellos que estuvimos presentes sabemos lo que sucedió en ese valle, pero lo cierto es que no pasó nada, no hubo muertos ni heridos, ni accidentados, quizá algunos casos de hipotermia, miles de crudos y algunos pasoneados, una encuerada, quien aún hoy mantiene su épica fama”, dijo Luis de Llano.
Y finalizó: “Yo fui responsable, testigo y causante de la caída de las torres gemelas del rock ese 11 de septiembre de 1971, cuando la juventud y el rock perdieron la inocencia”, concluyó.
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