
El descenso de un “fuerte” lahar —como se conoce a los aludes compuestos de lava, lodo, roca y ceniza que bajan un volcán en erupción— y el temor a que las lluvias causen nuevos lahares, obligó ayer a suspender las labores de rescate en la zona afectada por el Volcán de Fuego de Guatemala, justo cuando se cumplen las 72 horas que se considera puede sobrevivir una persona que quedó atrapada, sin comida, agua y con poco oxígeno.
Hacia las 16.00 hora local (22.00 GMT), el lahar, de 30 a 40 metros de ancho y de 4 a 5 metros de altura, se llevó a su paso troncos de árboles que eran arrastrados por la corriente del río Pantaleón y se deslizaban por las barrancas Seca y Mineral, al oeste del volcán.
Hacia las 16.00 hora local, se informó de un lahar, de 30 a 40 metros de ancho y de 4 a 5 metros de altura, que descendía con material muy caliente de la ladera, llevando a su paso troncos de árboles y rocas que eran arrastrados por la corriente del río Pantaleón y se deslizaban por las barrancas Seca y Mineral, al oeste del volcán.
Fue precisamente un gigantesco lahar, cargado de flujos piroclásticos, ocurrido tras la violenta erupción del domingo, el que sepultó decenas de viviendas rurales, con un saldo de al menos 99 muertos, decenas de heridos con quemaduras graves y al menos 197 desaparecidos.
“Es posible que debido a la precipitación que se espera en el área en las próximas horas se registren nuevos lahares en esta o en cualquiera de las barrancas principales”, como la de Las Lajas, que ocasionó la tragedia del pasado domingo.
La Policía Nacional Civil y la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred) evacuaron una vez más la zona de la aldea de El Rodeo, en el departamento sureño de Escuintla, en donde se realizan labores de rescate desde el domingo.
Antes de ser atendido, Concepción fue entrevistado por un equipo periodístico de Prensa Libre de Guatemala en la que les comentó que “no aguantaba” el dolor de sus heridas. Según los periodistas, el anciano tenía los zapatos rotos y los pies quemados.
El hijo de Concepción, Jorge Hernández, contó que el día de la erupción su padre vio “algo extraño” en el volcán pero no le prestaron atención sin imaginar lo que vivirían horas después.
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