
1.- ¿Quiénes son los protagonistas de la actual escalada de la tensión?
Los sospechosos habituales: Arabia Saudita, la potencia regional sunita, al sur del golfo Pérsico; e Irán, la potencia regional chiita, al norte del golfo Pérsico. Ambos países musulmanes se disputan la hegemonía de la región.
2.- ¿Hay personajes secundarios en este juego de tronos?
Cada uno cuenta con sus fieles escuderos.
Arabia Saudita es apoyada siempre por las pequeñas, pero ricas monarquías sunitas de la región: Emiratos Árabes, Kuwait y Bahréin (de mayoría chiita, pero dominada por una élite minoritaria sunita). Fuera del Golfo Pérsico, Riad cuenta con el apoyo de Egipto, Jordania y el territorio que aún controla el presidente sunita de Yemen, Abd Rabuh Mansur al Hadi.
Irán, por su parte, cuenta con el apoyo de Siria (de mayoría sunita, pero dominada por una élite minoritaria chiita, la de Bashar al Assad); los rebeldes hutíes, que controlan la mitad de Yemen; la organización político-armada libanesa Hizbulá; y el gobierno iraquí, controlado mayoritariamente por los chiitas.
Qatar se ha convertido recientemente en un caso curioso de nota discordante. El pequeño emirato sunita sufre un boicot total de sus vecinos sunitas, impulsado por Arabia Saudita, tras haber sido considerado un “traidor” por financiar a organizaciones armadas chiitas o proiraníes, y porque su canal internacional Al Jazeera “envenena” a la opinión pública del mundo árabe y musulmán, con noticias críticas con los gobernantes sunitas (menos el de Qatar) y condescendientes con los iraníes.
3.- ¿Qué ha pasado para la escalada de la tensión?
Ha pasado que la “guerra fría” que equilibraba a las dos potencias rivales saltó por los aires en dos momentos clave. El primero, cuando Barack Obama dejó de considerar un paria internacional a Irán, nación con la que alcanzó un pacto nuclear, a cambio de la eliminación de sanciones, hecho que no gustó nada y puso muy nerviosa a Arabia Saudita; y el segundo momento, cuando llegó al poder Donald Trump, y volvió no sólo a considerar a la República Islámica un estado terrorista, sino a hacer lo que no se atrevió su homólogo republicano George W. Bush: forjar una alianza con los saudíes y amenazar con una guerra contra Irán, llegado el caso.
4.- ¿Qué motivos consideraría Riad como casus belli?
Esta misma semana, Arabia Saudita advirtió que considerará “caso de guerra”, si finalmente comprueba que el misil lanzado desde Yemen y derribado cuando se acercaba al aeropuerto de Riad, fue entregado por Irán con ese propósito a sus aliados hutíes. Otros caso sería si comprueba que Irán está armando a la minoría chiita en Arabia Saudita, para que se levante en armas contra la monarquía sunita reinante; o que Irán tenga planes para desestabilizar Líbano y, en caso de nueva guerra civil, rearme a sus aliados de Hizbulá para que ganen a las facciones antisirias sunita y cristiana.
5.- ¿Qué está ocurriendo en Líbano?
Lo que muchos temían, que el campo de batalla por la hegemonía de la región se la juegan Irán y Arabia Saudita en el flanco más débil: Líbano.
A Teherán le interesa Líbano porque, si Bashar al Assad gana la guerra a la insurgencia sunita interna, Irán tendría un pasillo chiita directo desde su frontera con Pakistán hasta el mar Mediterráneo.
A Riad le interesa que no lo consiga, por eso, los iraníes sospechan que, detrás de la sorprendente renuncia del primer ministro libanés, Saad Hariri (sunita) está la monarquía saudí, que de momento ha conseguido que Hariri culpe a Hizbolá y a Irán de querer desestabilizar su gobierno y, con ello, el delicado equilibrio de facciones en Líbano. A Riad debería preocuparle mucho que una eventual victoria de las tropas de Bashar al Assad en Siria (con la impagable ayuda de Rusia) anime a los victoriosos chiitas a querer hacerse también con todo Líbano. Para evitar este escenario, se prepara eventualmente para golpear primero a Irán.
Por tanto, que nadie se extrañe si, vista la velocidad con la que suceden los acontecimientos, este escenario bélico (Riad-Washington contra Teherán-Damasco… y quién sabe si Moscú ) llega más temprano que tarde.
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