
Hay que desmitificar la figura de Emiliano Zapata para acercarse al personaje real, no al de los homenajes, lemas ni buscar su lado oscuro, sino al hombre que fue la expresión de un movimiento que atrás tenía al pueblo y un grupo de intelectuales que buscaban igualdad, democracia, justicia, libertad, “hoy anhelos incumplidos”, dice el historiador Felipe Ávila.
Al hablar de su reciente libro Breve historia del Zapatismo, en el cual narra el surgimiento, desarrollo y derrota de Zapata y Villa en la Revolución mexicana, señala que la figura de Zapata ha sido utilizada por el Estado mexicano para su legitimación y posteriormente como bandera para sus fines políticos.
El pasado 10 de abril se cumplieron 99 años del fallecimiento del líder revolucionario: una figura cuyo legado ha sido la bandera de lucha de campesinos, organizaciones sociales, indígenas y obreros para buscar equidad y justicia.
Tras este largo andar en el imaginario político y social, se le pregunta a Felipe Ávila si ¿hemos entendido en México el Zapatismo?
El zapatismo lo estamos entendiendo. Por una parte es cierto que en la escuela, en los libros de texto, en la Hora Nacional y en los homenajes de la historia de bronce nos han presentando un Zapata ficticio. No es el verdadero de los discursos gubernamentales que lo ponderaban y al mismo tiempo las autoridades reformaban el artículo 27 constitucional dando fin al ejido como institución inalienable e imprescriptible e intransferible. Es el contrasentido de una historia oficial con los postulados de Emiliano.
El doctor en Historia por El Colegio de México y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM explica que lo que conocemos por el discurso oficial no es el Zapata verdadero. “Lo que es cierto es que su figura ha sido utilizada por el Estado mexicano para legitimarse y adquirir una presencia que no tenía. Hay que recordar que el Estado mexicano se construye a partir de la derrota de Zapata y Villa y quienes los vencen son los constructores del México moderno y triunfadores de la Revolución: Venustiano Carranza y Álvaro Obregón”.
Por tanto, añade, a partir del libro de John Womack, Zapata y la Revolución mexicana, además de una serie de investigaciones académicas, se va recuperando poco a poco al Zapata verdadero. Por otro lado, añade, los movimientos campesino e indígena también lo han ido rescatando en su esencia y “no es ése que vemos en las estatuas ni de los homenajes de los gobiernos federal y locales, sino el Zapata rebelde, intransigente, que luchó por la dignidad de los campesinos y la libertad”.
Y este Emiliano real también tiene un papel importante en el neozapatismo chiapaneco, porque ellos hicieron una lectura muy atenta de los postulados que él representaba y que fueron emanados del pueblo e intelectuales, añade el autor de Breve historia de la Revolución Mexicana.
Con este análisis, añade Felipe Ávila, los neozapatistas chiapanecos se dieron cuenta que estas ideas eran importantes para su lucha en los años 90 y lo que va de este siglo. “El original Zapata fue actualizado, vigorizado, valorado con mucha creatividad y entendieron experiencias clave del caudillo y las expresaron de manera sencilla y convincente en su movimiento”.
Una de estas partes, fue que comprendieron que para el zapatismo original, el papel de la sociedad civil es fundamental, porque Zapata y su movimiento querían que el pueblo tuviera el poder, establecer un sistema parlamentario, que hubiera revocación del mandato y una contraloría social que vigilará a los gobernantes y no permitiera que se corrompieran y enriquecieran con los recursos de la nación. “Su visión era que los funcionarios se ganaran el pan con el sudor de su frente y estuvieran al servicio del pueblo”.
—¿Hay que desmitificar de la figura de Zapata?
—Se debe desmitificar la figura para acercarse al personaje real. Pero esto no quiere decir encontrarle su lado oscuro, sus negativos, es entenderlo como hombre y como la expresión del movimiento social que representó.
Por lo anterior, añade el doctor en Historia, el programa zapatista tiene hoy una enorme vigencia, no sólo por sus postulados, sino porque fue el movimiento social que más avanzó en construir una sociedad más justa. “Esta experiencia de democracia directa, de una sociedad más equitativa y libre, es algo que sigue siendo válido y deberíamos aprender de ésta para resolver los problemas actuales”.
—Los postulados zapatistas aún no se cumplen.
—Son un anhelo incumplido. La sociedad mexicana sigue exigiéndolos. Los anhelos zapatistas deberían ser parte de la agenda nacional, porque aún no construimos una nación justa.
De su libro, Felipe Ávila señala que se trata de una síntesis de Zapata y el movimiento social que representaba. “Es una visión general que busca dar una visión sencilla de lo que fue el zapatismo y cómo perdura”.
Al mismo tiempo, añade, es un acercamiento a este movimiento, con sus triunfos y fracasos, cómo surgió, su desarrollo, carencias y errores que lo llevaron a perder la Revolución, pero también es una búsqueda para alejar el mito sobre Emiliano, para tratar de comprender el movimiento y, en general, que los lectores encuentren las ideas que les permitan comprender el presente, “porque la historia es un diálogo entre los tiempos pasados y actuales, no es hablar de los muertos, de lo que ya pasó, sino hablar de lo que sigue influyendo en el país, y así sentar bases para potenciar el desarrollo de los individuos”.
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