
Durante siglos, el deporte se ha considerado como una de las expresiones más masculinas en la historia de los seres humanos, todos recordarán las frases trilladas de mediados del siglo XX “que juegue futbol para que se haga hombre”, “el boxeo lo va a corregir”, “una mujer no puede jugar al futbol, eso es de hombres”, “las mujeres deportistas son lesbianas, que haga ballet”.
La homosexualidad también existe en el deporte y son pocos los atletas que la aceptan públicamente, sin embargo, los que lo han hecho han mostrado que su habilidad y capacidad no dependen de una preferencia sexual. Y es que, aunque todas las orientaciones sexuales son respetables, todavía hay ámbitos en donde la no discriminación está lejos de conseguirse.
Jugadores de futbol, futbol americano, rugby, tenis, basquetbol y demás son admirados por millones de personas en el mundo, niños o adultos, vistos como héroes, genios y figuras a imitar, quizás esa responsabilidad social genera la represión de los mismos deportistas para con su sexualidad.
La década de 1980 fue un período de transición para los atletas homosexuales. En 1984 hubo un escándalo cuando los periodistas que cubrían los Juegos Olímpicos de Los Ángeles dieron informes de que dos ganadores de medallas de oro estaban a punto de declarar que eran gay. Pero nadie dio un paso adelante. La homofobia imperante era absoluta y aquellos atletas desistieron de declarar sobre su sexualidad… las miradas estaba puesta sobre el clavadista norteamericano Greg Louganis y el nadador Bruce Hayes también campeón olímpico.
En el 2000 Juegos Olímpicos de Verano, había seis atletas abiertamente homosexuales. Todavía quedaba en aquel tiempo demasiado estigma asociado a la homosexualidad en el vestuario masculino y mucho temor de que la revelación de la sexualidad homoerótica le costara a los atletas su sueldo, su posición y la aprobación y apoyo de los aficionados.
Aún son muchos los que descalifican, menosprecian o incluso agreden a todos aquellos a los que consideran “diferentes”. Y en México no ha estado ajeno a ello, tal es el caso de las jugadoras de futbol, Bianca Sierra y Stephany Mayor, posiblemente sean las primeras atletas profesionales abiertamente homosexuales de México, sostienen una relación amorosa desde 2013, pero por primera vez hablaron abiertamente de ello, tras sufrir actos de discriminación en sus concentraciones con la Selección Femenil de México, según contaron en una entrevista con el New York Times.
“Hay muchos tabúes en México para hablar de la sexualidad”, dijo Mayor al NY Times. “Hay cosas que no se hablan, es algo yo creo cultural, no es fácil abrir tu relación. Para mi fue fácil abrirme con ella porque ella desde el principio tenía sus ideas claras de lo que quería, eso me ayudó mucho”.
El texto revela cómo en 2015, durante un torneo previo a la Copa Mundial, en Chipre, el técnico Leonardo Cuéllar convocó a las jugadoras para una reunión sobre las reglas del equipo.
“Dijo: ‘A mí no me importa si son novias o no, pero no las quiero ver ahí agarradas de la mano o haciendo desfiguros’”, recordó Mayor sobre la conversación. Como ella y Sierra eran la única pareja en el equipo, dijo, todas supieron a quiénes estaba dirigida la orden de Cuéllar. “Si lo piensas no creo que le dicen a un jugador hombre de la selección mexicana que no bese o agarre a su novia con el uniforme”.
El mundo del deporte parece haber tomado conciencia de la importancia de la igualdad y de luchar contra toda forma de discriminación, incluso contra la homofobia. Muchas estrellas no han dudado en hacer pública su condición sexual para intentar aportar “su granito de arena a la causa”.
Este es el caso de Ian Thorpe. Este nadador australiano cuenta en su haber con nueve medallas olímpicas (cinco de oro, tres de plata y una de bronce) y de trece más en campeonatos del mundo (once de oro, una de plata y otra de bronce). Su palmarés está por tanto más que acreditado. Tal vez por ello, la sorpresa para muchos fue mayúscula, cuando aseguró, este mismo año, en una entrevista de televisión: “Quiero decirle al mundo que soy gay y espero que esto haga las cosas más fáciles para otros”.
En estas tempranas décadas del siglo XXI se ha visto crecer la población LGBT en el mundo del deporte y las Olimpiadas son un ejemplo de ello.
Si en los Juegos de Atenas del 2004 se contaron once atletas abiertamente homosexuales y en Beijing del 2008 una decena, la cifra se elevó a 21 en Londres 2012, según el recuento que realizó la página estadunidense web OutSports, especializada en información deportiva sobre gays y lesbianas, y en Brasil 2016, esta edición de Juegos Olímpicos, tuvo la participación mayor de atletas gay declarados, 49, según dijo Outsports, además los Juegos de Río vieron competir al primer matrimonio gay y fueron testigos de una propuesta de matrimonio de una pareja de mujeres en una ceremonia de premiación.
La Carta Olímpica, dice que es incompatible con la pertenencia al movimiento olímpico toda forma de discriminación, ya sea por cuestión de raza, religión, ideas políticas, género u otro motivo. El COI no aplicó la normativa y mantuvo a Sochi como sede de los JO de Invierno. Así mismo, soportó que desde el gobierno ruso se dijera: “Los eventos deportivos no son el terreno para difundir distintas opiniones, ni para nazis ni para otros estilos de vida”. Posteriormente, el COI aseguró que se iba a exigir una cláusula antidiscriminación a la ciudades sedes de JO.
En prácticamente todos los deportes, encontramos algún ejemplo de deportistas que han salido del armario. En algunos casos, como los de Billie Jean King, Martina Navratilova o Ian Thorpe, son primeras figuras a nivel mundial quienes dieron en su momento el paso de hacer pública su homosexualidad.
En el mundo del tenis, además de las mencionadas King y Navratilova, también Amelie Mauresmo salió del armario hace ya años.
Los deportes de equipo y masculinos parecerían un ambiente más complicado para salir del armario. Sin embargo, existen casos en el basquetbol NBA, como John Amaechi (que declaró su homosexualidad algunos años después de retirarse). En el beisbol, encontramos a Glenn Burke, que salió del closet en los años 70, lo que lo condujo a abandonar su carrera porque, según sus propias palabras, los prejuicios ganaron.
La natación parece uno de los deportes más propicios para la aceptación de la homosexualidad. Además de Ian Thorpe, Daniel Kowalski también rompió su silencio al respecto de su sexualidad tras su retirada. También los clavadistas Tom Daley, Greg Louganis y Matthew Mitcham informaron su orientación sexual.
El boxeador puertorriqueño Orlando Cruz no dudó en saltar al ring con atuendo arcoíris en una pelea por el título mundial. En el polo opuesto, se encuentra el campeón filipino Manny Pacquiao, que el año pasado vio cómo Nike le rescindía su contrato publicitario tras unas declaraciones homófobas. En cuanto al rugby, el pionero fue Ian Roberts, en Australia, seguido por el galés Gareth Thomas, capitán de la selección de su país y por Keegan Hirst. En el rugby, existe, además, el caso de Nigel Owens, el árbitro más carismático de este deporte, gay y activista por la integración.
En la NFL parece existir un tabú similar al del futbol. Solo Michael Sam ha salido del armario, y su retirada vino provocada por las consecuencias de la homofobia.
¿Y en el futbol? Hemos encontrado tres casos de futbolistas que han salido del armario, solo uno de ellos en la élite: Thomas Hitzlsperger, internacional alemán (participó en la Eurocopa 2008) y jugador del Aston Villa inglés, el Stuttgart y otros equipos italianos, ingleses y alemanes. Hitzlsperger salió del armario en 2014, cuando ya llevaba algunos años retirado. Los otros dos casos son la dramática historia de Justin Fashanu, el primer futbolista en declararse homosexual en Inglaterra y que acabó suicidándose tras una denuncia por abusos sexuales a un menor; y el caso de Robbie Rogers, que declaró públicamente su sexualidad en 2013 y es, actualmente, el único futbolista conocido en activo y abiertamente gay.
El expresar abiertamente su orientación sexual es bajo en deportes como el futbol, básquetbol, futbol americano o beisbol, debido a la mayor repercusión mediática.
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