
El encuentro que tuvo Agustín de Iturbide, primer emperador de México, y José de
San Martín, libertador de Chile y Perú, en el Royal Coffee en la ciudad de Londres el 10 de mayo de 1824 es narrado, desde la ficción, por el autor José Manuel Villalpando en su reciente novela Los libertadores toman café.
Durante ese encuentro que duró dos horas, ambos personajes históricos quizá hablaron de cómo la monarquía era el sistema de gobierno que buscaban para sus países, y no la instalación de una república.
A la pregunta de por qué la novela editada por Grijalbo está escrita como obra de teatro, el autor detalla que es un planteamiento inspirado en Benito Pérez Galdós (1843-1920).
“Benito Pérez Galdós, este escritor español que cumplió cien años de fallecido hace unos meses, inició la novela dialogada y recurrí a eso por algo muy sencillo: el acontecimiento que narro es histórico, verificable, que ocurrió durante dos horas en un café, en una circunstancia donde no hay acción ni movimiento, sólo dos personas sentadas, platicando con emociones”, comentó Villalpando.
Entonces, al no existir trama ni movimiento, el autor pensó que la mejor manera de resolverlo era con una novela dialogada que podría parecer guion de teatro o televisión.
“Las personas conocedoras de los textos auténticos de Agustín de Iturbide y de las cartas de San Martín y Simón Bolívar, quien aparece ausente en la novela, observará que todos los diálogos están tomados directamente de las fuentes originales. Mi ficción fue suponer que en ese café platicaron de sus propios proyectos y fracasos. Lo que hice fue fusionar textos escritos por ellos para encontrarlos en un diálogo”, comentó Villalpando.
Uno de los principales argumentos de Iturbide y San Martín es el anhelo por instaurar la monarquía.
“Demuestro que la monarquía era la opción porque ambos estaban convencidos de que los nacientes países que estaban independizados de España requerían una mano vigorosa y dura para ser gobernados. Esos dos personajes encuentran en la monarquía, la solución”, indicó.
En la novela aparece una tercera opción de gobierno que comentan dos personajes que espían el encuentro de los libertadores: la república.
“Es una opción nueva, la cual resulta un tanto exótica para ellos porque sabe que existió en Francia en los días de la Revolución Francesa y fue una tragedia, saben que triunfó en Estados Unidos y están seguros que son costumbres, sistemas y pensamientos muy distintos a los hispanoamericanos, saben que en ese momento existe en Colombia pero lo ven como un experimento raro. Para ellos, lo normal es el proyecto monárquico”, destacó el autor.
Villalpando dijo que al hacer la novela se dio cuenta de que pocos mexicanos saben de las similitudes de nuestra historia con la sudamericana, por ejemplo, que en Perú, José de San Martín intentó establecer una monarquía.
“Ésta se originó en Cádiz con puros hispanoamericanos, incluyendo a mexicanos como Fray Servando que después fue a Londres y se trasladó a América. Se sabe por fuentes documentales que la masonería tenía dos objetivos muy claros: las independencias de las naciones con respecto a España, y establecer en ellas la república como forma de gobierno”, detalló Villalpando.
El gran opositor a los proyectos monárquicos en América que plantearon Iturbide y San Martín fue Simón Bolívar, explicó el autor, motivo por el que aparece en la novela como un adversario ideológico de ambos.
Villalpando también narra otras curiosidades de los libertadores como el hecho de que los dos fabricaron la bandera de sus respectivos países, que estaban carentes de dinero, que tuvieron amores infortunados para su trayectoria política, que Iturbide logró la independencia pacíficamente y que San Martin brilló como militar.
¿Revisó imágenes del Royal Coffee?, se le preguntó al autor. “Logré investigar y encontré un par de litografías antiguas del mismo café que era muy famoso y tenía un entrepiso arriba donde fue fácil colocar (en la ficción) la mesa de los espías que en efecto se conocieron y estuvieron en Londres”, respondió
Por último, Villalpando reflexionó que el pasado no puede ser campo de batalla para el presente.
“El pasado ofrece elementos para entender lo que hacemos y para enfrentar el futuro. No basta la historia de bronce ni la historia del libro de texto, hay que penetrar más en lo que estos hombres hicieron, no hicieron, acertaron y fallaron, porque no hay perfectos”, dijo.
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