
En este año el escritor José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 1939-2014) cumpliría 80 años de edad y a manera de homenaje, su hija Laura Emilia Pacheco seleccionó más de cien textos, entre poemas, relatos e inventarios que su padre escribió para reunirlos en la antología El infinito naufragio (editorial Océano), en donde aparecen temas tan variados como la matanza de 1968 en Tlatelolco, el sentido de la vejez, el misticismo y la infancia marcada por la violencia.
Además, para recordar el legado del autor de Las batallas en el desierto, la editorial Era junto con El Colegio Nacional y la Universidad Autónoma de Sinaloa lanzaron una reedición corregida del libro Jorge Luis Borges, título que recoge las conferencias que Pacheco dictó en El Colegio Nacional en 1999 para celebrar el centenario del natalicio de Borges.
DEFENSA DE LAS PALABRAS. ¿Cómo un niño puede demostrarle a su padre que es valiente después de una golpiza que le dieron sus compañeros de clase sólo por ser diferente, por ser un exiliado de la Guerra Civil Española, en donde vio morir a su madre?, es una pregunta que se hace Néstor en el relato “Teruel”. La respuesta del niño radicado en Veracruz es enfrentar a la muerte.
En otro relato de la antología, titulado “La niña de Mixcoac”, José Emilio Pacheco habla del amor que un niño siente por Lupita, la niña que enloquece a los hombres que caminan a orillas del río Mixcoac.
— ¿La infancia fue un tema que le interesó a tu padre?, se le pregunta a Laura Emilia Pacheco.
— Sí. En la niñez no tenemos defensa, nos entra todo de una manera tan profunda que todo nos duele, todo nos gusta de manera extraordinaria sin tener encima las convenciones sociales o autocensura.
“La niñez es un pararrayos donde cae todo y define mucho lo que seremos después, esa sensación de niñez, de estar en contacto con las emociones y lo que ocurre alrededor es algo que permaneció mucho en mi padre”, responde.
Sobre el relato “La niña de Mixcoac”, Laura Emilia Pacheco detalla que es un cuento fantástico escrito en 2012 y que detrás del encuentro inocente de dos niños se encierra una historia de violencia y locura.
“Es uno de los textos que más me gustan y pensé que podría ser algo novedoso para un primer lector, es un texto que a José Emilio Pacheco también le gustaba por el misterio que encierra y porque tiene el elemento de la ciudad. A mi padre le fascinaban los misterios, las cosas inexplicables, era un ávido lector de todos los géneros pero entre todos, ése le gustaba mucho por las cosas inexplicables que existen en el mundo”, detalla.
La antología El infinito naufragio, platica Laura Emilia Pacheco, nació gracias a la idea y visión de Rogelio Villarreal, director de Océano, quien la invitó a hacer la selección de textos para celebrar los 80 años del autor mexicano.
“La labor nos llevó dos años, el sólo hecho de enfrentar la labor ya era escalofriante, toda antología tiene mucho de subjetivo, además yo no soy especialista, ni académica, ni estudiosa de la obra de mi padre, sólo soy una lectora y como tal traté de armar un paquete de textos para formar un libro que pudiera resultar agradable para un nuevo lector, pensando que siempre hay alguien que llega por primera vez a un libro, a un tema, a un texto, a un autor”, señala la hija del Premio Cervantes 2009.
Al ser tan extensa la obra de su padre, a Laura le pareció que lo mejor y más fácil era dividir la producción de su padre en narrativa, poesía e inventario.
“Lo más difícil sin duda fue la poesía por la cantidad de reescrituras que mi padre hacía de sus poemas, como afortunadamente no soy especialista pude darme el lujo de elegir los poemas en su primera versión, ya después si alguien tiene el interés de ver cómo evolucionó determinado poema puede hacerlo, pero en todos los casos elegí la primera versión”, detalla.
— ¿Cómo era la reescritura de José Emilio?
— Era un proceso privado, no lo presencié. Hay cuadernos que tienen todo un manuscrito, donde se ve que corregía encima o en los mismos libros ya publicados, e incluso, cuando dedicaba un libro y veía algo, lo corregía sobre el ejemplar y se lo daba así a la persona.
“Era un proceso constante pero abrumador para un autor por el hecho de estar pensando en lo que está haciendo, en lo que hizo y en cómo debió de haberlo hecho. Esa reescritura es la entrega de mi padre a la vocación de escritor”, indica.
Laura Emilia señala que la poesía era lo que más le importaba a José Emilio.
“Antes que nada se definía como un poeta. Su poesía a lo largo del tiempo se volvió mucho más recalcitrante, sin ningún tipo de adorno y muestra de ello es su traducción de los Cuatro cuartetos, de T.S. Eliot., que publicó varias versiones a lo largo del tiempo y si ves la primera versión y la última, es un cambio radical”, señala.
En palabras de la editora y traductora, su padre fue un gran defensor de las palabras, compromiso que hoy necesita la sociedad mexicana.
“Estamos a fines de una década y estamos viviendo en un mundo tan convulso, tanto en la naturaleza como en lo social, al ser una de las épocas más violentas que hemos padecido…es muy importante defender las palabras. Las palabras tienen un poder y un peso, en las palabras están nuestras ideas y ésas definen la manera en cómo vivimos. Me parece que necesitamos respetar el poder de las palabras porque de ellas depende nuestra vida”, expresa.
ESPEJO DE BORGES. En el marco de la conmemoración del natalicio de José Emilio Pacheco, ediciones Era lanzó una edición revisada y ampliada de Jorge Luis Borges, escrita por el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2009.
“José Emilio decía que cada generación tiene que volver a traducir los clásicos y lo importante de este libro es el Jorge Luis Borges que resulta; por ejemplo, José Emilio Pacheco señala que Borges hizo todo un trabajo de las publicaciones periódicas, que no sólo escribía cuentos sino que escribía notas, hacía traducciones, reseñaba películas y libros comerciales, entonces Borges periodista es muy importante para José Emilio”, comenta el especialista José Ramón Ruisánchez.
En opinión del también escritor y quien fuera alumno de José Emilio Pacheco, su maestro fue una especie de espejo de Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1899-Ginebra, 1986).
“Las apreciaciones de Pacheco son interesantes porque hoy que se ha empezado a publicar su periodismo vemos que el grueso de su obra es la de un periodista. Hay este juego de espejos entre los dos, cada cosa que Emilio dice de Borges hay que leerla y volverla a pensar en términos de José Emilio Pacheco, entonces es fascinante no sólo el Borges que resulta sino el José Emilio que sale de este libro”, indica.
La obra Jorge Luis Borges —que fue presenta en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara— reúne las conferencias que el Premio Cervantes 2009 ofreció en El Colegio Nacional hace 20 años para recordar los 100 años de nacimiento del autor de El Aleph,
— ¿Cómo era el José Emilio conferencista?
— Muy brillante. Si uno ve las notas que hacía para las conferencias es decepcionante porque dicen cuatro cosas y luego es apasionante porque al ver el video o escuchar la grabación de la conferencia es tan extensa a pesar de que la hoja tenía anotados cuatro renglones.
“Este libro está tan bien escrito porque José Emilio reescribió todo, no le gustaba leer las conferencias porque perdían oralidad”, señala.
— ¿Pudo observar los manuscritos de esas conferencias?
— A diferencia de Borges que copiaba y copiaba, José Emilio Pacheco era un corrector incansable pero las notas, por ejemplo, en las clases que impartía llevaba notas más elaboradas que a las conferencias pero no las leía. Muchas veces a las conferencias llevaba notas muy suscitas, muy libres.
Para José Ramón Ruisánchez la lectura de Borges que hace José Emilio siempre será novedosa a pesar del tiempo.
“Pacheco retrocede hasta el siglo XIV en Europa, se va tan atrás y dice que el cuento, el género central en Borges, sólo se puede explicar porque en el siglo XIV los europeos aprendieron la técnica china para hacer papel, antes de ello el cuento no podía ser un género de entretenimiento, se debía escribir algo sagrado en latín o en griego y no podías desperdiciar el pergamino”, explica.
José Emilio consideró que todos los tiempos estaban en uno solo, que el tiempo presente contiene todos los pasados y todas las causas explican un efecto.
“Decía que para explicar a Jorge Luis Borges había que irse muy atrás: entender la Argentina de finales del siglo XIX, la Argentina de principios del siglo XX y hay un año en que muere el padre Borges; muere Leopoldo Lugones, el gran enemigo literario de Borges, y sufre el accidente que lo dejará ciego, entonces esos tiempos plurales siempre están conviviendo en una persona singular, por eso habla de una espiral”, destaca.
— ¿Este libro también nos permite ver a un José Emilio crítico?
— Lo que hizo José Emilio fue sin Google. Fue un crítico que leyó todo y también se acordaba de todo, además nunca tuvo miedo de relacionar las cosas, fue un crítico muy agudo.
“Pacheco cita ciertos pasajes de Borges que le resultaron importantes para pensar, por ejemplo, en México donde se da el levantamiento zapatista, dice: ‘nos encontramos con nuestro destino centroamericano’. Eso es una semicita de Borges en un poema donde dice que un argentino de origen europeo encuentra su destino sudamericano. Esa capacidad de leer, memorizar, tomar lo leído y convertirlo en otra cosa, es muy característico de Borges y Pacheco”, precisa.
Ruisánchez fue alumno de José Emilio cuando el autor impartió clases en la Universidad de Maryland. “Ahí era relativamente poco conocido, entonces se aislaba. Era un maestro extraordinario que tenía una ética importante, no despreciaba ninguna pregunta y cada una aunque fuera hecha por un estudiante de licenciatura o de doctorado, la respondía lo mejor que podía. Le gustaba estar con sus alumnos, salir a cenar con nosotros. Su mejor enseñanza fue poner el ejemplo”, recuerda.
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