
"Los animadores son observadores y psicólogos. Son actores que habitan personajes desde el exterior. Son físicos e ingenieros; primero estudian cómo las cosas se mueven en el mundo real, y luego encuentran la manera de representarlo en el terreno de lo artificial”, dice el realizador Charlie Kaufman, creador de Anomalisa (2015), un filme en stop motion, para celebrar el trabajo de los animadores en los últimos años.
En el texto de ayer abordamos el caso de la revolución animada que comenzó Pixar en 1995, con la llegada de Toys Story. La fórmula de éxito de la compañía podría describirse como la justa mezcla entre aventuras atractivas con personajes complejos e interesantes y relatos que, sin abandonar el universo infantil, apelan a motivos universales y profundos, todo con una pizca de virtuosismo técnico en el desarrollo de una animación visualmente atrapante.
Al respecto algunos de los directores de filmes animados que han visitado el país han compartido su fórmula del éxito, como es el caso de Peter Docter, la mente maestra detrás de Intensamente, quien dijo que “en Pixar tratamos de crear un ambiente donde la gente quiera escuchar las ideas de los demás (incluso cuando esas notas pueden ser desafiantes), y donde todo el mundo tiene un interés personal por el éxito de los demás. Nosotros les damos a nuestros cineastas libertad y responsabilidad”, dijo el realizador quien además explicó que muchos de los filmes de la compañía están inspirados en vivencias familiares o cercanas como el caso de su filme inspirado en el paso a la adolescencia de su hija.
“Todo está en nuestra mente (…) Crecer es una de las cosas más duras. Es difícil y necesitas tus emociones para ello y muchas veces las encontramos en lo que vivimos en el día a día sin pretender hacer algo que cambie el mundo, lo único que necesitamos es hacer algo que nos emocione a nosotros y pensar que las personas que ven las películas también tienen sentimientos similares”, detalla el vicepresidente creativo de Pixar.
Un caso similar al de Mark Osborne, responsable de El principito, quien plasmó en el filme sus vivencias familiares, “Cuando me preguntaron si quería hacer una película sobre el libro yo al principio me negué, era imposible, era demasiado importante para mí y para mucha gente. Pero luego me di cuenta que en realidad era una buena oportunidad que yo no podía dejar pasar y pensé que podría haber una forma de contar la historia respecto a mi propia experiencia y de honrar el fenómeno que la gente tiene con el libro”, destacó el cineasta que llevó al cine el libro por el significado emocional que tiene porque se lo regaló en la universidad su hoy esposa y porque ese mensaje se lo quiere trasladar a su hija, en quien se inspira el personaje de la niña.
Y es que la animación también puede convertirse en una forma de preservar un legado a partir de emociones entrañables, una tarea nada fácil que ocurrió con Snoopy & Charlie Brown: Peanuts, La Película, en la cual el Steve Martino trató de mantener la esencia de la historia original pero pensando en las nuevas generaciones: “Estábamos comprometidos a hacer los personajes idénticos a la tira cómica. Eso fue muy difícil. Hubiera sido muy fácil para mis productores decir que eso era muy complejo y que mejor hiciéramos los personajes como muñecos y así haríamos la película más rápida y barata”, comentó Steve Martino.
Las declaraciones de los cineastas coinciden con el hecho de que el triunfo de la animación reside en la búsqueda de originalidad más allá de los detalles de presupuesto: “Toy Story se hizo con poco presupuesto y unas 100 personas, ojalá esto sirva para abrir el camino y que la animación llegue más lejos. También trabajar con menos presupuesto te da más posibilidades, ya que no tienes que apelar a un público tan amplio”, explicó Docter sobre el tema.
“Hacemos las películas pensando en nosotros. No creo que la animación sea sólo para los niños, no hacemos nuestras películas pensando en lo que les gusta o no. Los niños son listos y las entienden. Un niño de cuatro años verá Intensamente y se reirá, pero uno de 9 años la entenderá”, explicó el director Peter Docter mientras que también definió a su trabajo como una “carta de amor a nuestros hijos”.
Prueba de ello está el reciente caso de los chilenos Gabriel Osorio y Patricio Escala, director y productor de A bear story, un cortometraje con el cual se llevaron el premio Oscar, el primer reconocimiento a la animación latina: “Para nosotros es la prueba de que el talento latinoamericano tiene mucha fuerza en cuestión de creatividad y es una invitación a que otros realizadores cuenten historias desde nuestra idiosincrasia”, dijo Patricio Escala.
“Sabemos que nuestra industria es emergente en animación, ya no solo la chilena o mexicana, sino en Latinoamérica está en un punto en que se está desarrollando y creciendo y quizás Estados Unidos vaya 20 años adelante en recursos y crecimiento, nosotros debemos apoyar y buscar recursos para poder dar el salto más grande, si nosotros empezamos más atrás que ellos lo importante es que las ideas no tienen precio y a partir de eso podemos competir”, destacó Osorio.
La animación mexicana actualmente vive uno de sus momentos más destacados de su historia. En los últimos 15 años se han estrenado más filmes que en el resto de la historia. El buen momento es confirmado por Ricardo Arnaiz, director de El americano: The movie, que también llegó a las salas este año: “La industria de la animación en México está pasando por su mejor momento. Muchas personas nos critican de que no estamos a la altura de lo que se hace en Estados Unidos pero queremos llegar allá. Creo que estamos en un gran momento porque están creciendo los estudios de animación y ahora hay universidades, hay nuevo talento y cortometrajes increíbles que pueden ser largometrajes”, destacó.
A pesar de eso los apoyos en México para el sector no han sido del todo satisfactorios de acuerdo a Gabriel Riva Palacio, director de Un gallo con muchos huevos: “No ven la animación como cineastas, incluso no se me va a olvidar el día que me encontré a Alejandro González Iñárritu en Estados Unidos y le dije: ‘Muchas gracias por tus películas’ y me dijo: ‘Bien, ¿tú quién eres?’ y al decirle que era ejecutivo de Huevocartoon, me respondió: ‘Qué bueno que alguien haga dibujitos en México’, y esa es la triste visión de algunos cineastas sobre la animación en México”, concluyó.
Finalmente, cabe destacar la labor de cineastas latinos como Juan José Campanella, director de Metegol o a estudios de animación emergentes como Cinema Fantasma, que se suman al movimiento de auge de la animación de las últimas décadas. Un sector que también ya ha conquistado a la audiencia del mundo autoral con trabajos como Anomalisa, de Charlie Kaufman o Vals con Bashir, de Ari Folman, que también han apostado por la originalidad por encima del presupuesto y que se unen a los grandes cineastas de la animación de la actualidad como los mencionados en este texto anteriormente, y como Andrew Stanton, Lee Unkrich o Joe Ranft, solo por mencionar algunos.
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