Cultura

“La historia es una parte de la literatura”: Antonio Rubial

Su novela Los libros del deseo narra el juicio contra Sor Antonia de San José. El texto nace del encuentro con un documento del Archivo General de Indias de Sevilla, explica.

El escritor Mario Vargas Llosa durante una conferencia en la Biblioteca Nacional de España
El escritor Mario Vargas Llosa durante una conferencia en la Biblioteca Nacional de España El escritor Mario Vargas Llosa durante una conferencia en la Biblioteca Nacional de España (La Crónica de Hoy)

La novela del historiador Antonio Rubial (Ciudad de México, 1949) puede ser tomada como una metáfora reveladora. Su título se recrea en las fronteras de la ilusión: Los libros del deseo, que mira al pasado cuestionando al presente.

En Rubial el pasado es de casi cuatro siglos, tan así que se detuvo en el Archivo General de Indias de Sevilla, en una historia que sucedió entre 1670 y 1730. “Hay historias que parecen tener vida propia; agazapadas en viejos papeles, esperan que alguien las encuentre para salir a la luz. Cuando unos ojos se han posado sobre ellas, una especie de encantamiento se produce y el descubridor queda atrapado por su hallazgo. Al parecer la escritura funciona como conjuro. Éste es el caso de la historia que cuento en la novela. Todo comenzó hace 13 años, en el transcurso de una investigación histórica en el Archivo General de Indias de Sevilla.

Una mañana especialmente árida saltó, de manera inesperada, un documento titulado Autos y papeles de un caso criminal de oficio de la justicia eclesiástica; la curiosidad morbosamente me obligó a leerlo. Al terminar, una extraña sensación, una especie de ansiedad incómoda, se apoderó de mí. Sin embargo, la urgencia de mi investigación no me permitía detenerme en cuestiones tan marginales al tema que me ocupaba; el ‘caso criminal’ tuvo que ser relegado por el momento, aunque su presencia perturbó mi concentración, por varios días”.

El autor hace una crónica a partir del juicio contra Sor Antonia de San José, “monja profesa del convento de Jesús María” (nueve serán los capítulos del juicio que nos lleven por plazas, conventos y calles de la época, y siete los personajes), cuyo destino (en un sentido de la filosofía del destino es entendido como preordenación divina o curso predeterminado e inalterable de los acontecimientos.

— Como historiador y ahora en su primera incursión como escritor, ¿qué facultades e incluso obligaciones encontró para recrear el lenguaje de una época y transportarla a nuestro tiempo?

— Esta aproximación no encierra novedad alguna— Es innegable que desde los tiempos más remotos, la historiografía fue considerada siempre como un género literario. Los poemas homéricos, la obra de Heródoto, las crónicas medievales o poema del Mío Cid eran textos cuyos contenidos narraban un mismo tipo de hechos; actos humanos realmente acontecidos y no ficciones.

— El cambio de actitud se dio apenas hace unas décadas cuando se pretendió hacer de la historia una ciencia. Pero como ni su método ni su campo de acción se prestaban a lo cuantificable y a lo objetivo, la historia fue vista como una advenediza vergonzante entre las disciplinas sociales como una seudociencia que vivía de prestado y que tomaba de la economía, de la sociología y de la antropología sus métodos científicos, pues carecía de uno propio.

Con la crisis que estas ciencias están sufriendo en nuestros días como consecuencia de la posmodernidad, y con la desbandada de los científicos sociales hacia las áreas históricas, es tiempo de preguntarse sobre la verdadera esencia de la historia. Considerada desde siempre como una parte de la literatura, es decir, como arte, la historia es un discurso, y como tal debe utilizar los recursos estéticos que las narraciones literarias poseen.

— ¿Cómo se desarrolló su historia, cómo se siente que el hecho histórico se va dando en el transcurso de la novela?

— Es absurdo querer enfrentar las dos posiciones a partir de cuestiones antagónicas que postularían: la historia valiosa es narrativa o es analítica. De hecho ambas poseen sus ventajas y sus terrenos y sus actividades ni siquiera son excluyentes. La primera, la historia narrativa, trataría de una historia que maneja materiales que pueden ser expuestos a partir de las variadas formas experimentadas por la literatura contemporánea, sobre todo la novela, permite dar expresión atractiva a ciertos temas del acontecer histórico, como la vida cotidiana, y sobre todo a la difusión. En ella no se excluye sin embargo, el tratamiento implícito de estructuras y procesos ni una sólida investigación en archivos y bibliotecas. Por su parte, la historia analítica tiene la ventaja de una visión estructurada a partir de modelos interpretativos, lo que permite describir de manera explícita problemáticas de mayor complejidad y tratar con profundidad temas monográficos. Este tipo de discurso tampoco está exento de la necesidad de ser expuesto en una forma atractiva, y el uso del ensayo, forma literaria apropiada para tales fines, puede ser de gran utilidad.

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