Cultura

La literatura no da respuestas concretas: Samanta Schweblin

La escritora argentina presenta su libro Pájaros en la boca y otros cuentos, conformado por 22 relatos sobre la soledad que deja la partida del amor, el futuro de los hijos o el embarazo juvenil

La escritora española Elvira Lindo
La escritora española Elvira Lindo La escritora española Elvira Lindo (La Crónica de Hoy)

Un centenar de mujeres con sus vestidos de novia se encuentran en un campo para compartir la soledad que dejó la partida de su amor, un tren que no se detiene porque el boletero impide la venta de pasajes con billetes y los intentos fallidos de una joven por invertir su embarazo, son algunas de las 22 historias que se reúnen en el libro Pájaros en la boca y otros cuentos, de Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978).

“Este libro es una selección de mis anteriores obras publicadas en Argentina: El núcleo del disturbio fue mi primer libro y tiene cuentos que escribí entre mis 19 y 22 años; después salió Pájaros en la boca en 2008, y ahora este libro tiene cuentos inéditos que son más cercanos como Un gran esfuerzo que no tiene ni un año de escrito. Es una antología con un poco de todo y con una paleta de distintos momentos de mi escritura”, comenta en entrevista.

El cuento que da nombre a esta publicación editada por Almadía, narra la historia de una adolescente que cambió drásticamente sus hábitos alimenticios ya que sólo come pájaros vivos, conducta que al principio no entiende su papá, pero que después toma con resignación.

 -¿Por qué el personaje opta por la resignación?

-En ese cuento, en particular, era interesante la idea de qué es lo que pasa cuando te das cuenta que tus hijos se convierten en algo que tú no querías o en algo que te resulta espantoso y no sabes cómo manejarlo. Entonces ¿qué tanto vas a aceptar eso? El padre se resigna y decide comprar una caja de pájaros porque de lo contrario su hija no comerá y morirá.

“Es un cuento sobre la paternidad y maternidad. En muchas ocasiones los padres hacen un esfuerzo aunque sea inaceptable, se resignan. Era un poco poner esa cosa monstruosa que los padres ven en los hijos cuando entran en la adolescencia o toman algunas decisiones, pero trabajado a un nivel más simbólico y abstracto con la idea de comer pájaros”, responde.

La indecisión de cómo afrontar un problema es un sentimiento que comparten los personajes creados por Samanta Schweblin porque para la autora, la literatura nunca da respuestas, sólo ofrece ayuda para atravesar miedos.

“Hay cosas que escribo porque quiero saber y entender esos temas. En realidad no es que la literatura vaya a darme alguna respuesta concreta. Para mí, la literatura es atravesar esas situaciones, esos miedos y circunstancias en las que hay que tomar decisiones imposibles de tomar y ver qué te pasa a nivel sentimental y emocional con eso. Por eso la frase de que la literatura no da respuestas”, señala.

La ganadora del Premio Juan Rulfo 2012 enfatiza que en el ejercicio de atravesar miedos, la literatura te coloca en el lugar del otro. “No hay respuestas certeras y con esa indecisión uno termina conociéndose mucho más, entendiendo cómo separaría determinada situación, si serías capaz de sobrevivir a eso o no. Para mí la literatura es eso, no tanto la respuesta concreta sino el ejercicio de ciertos sentimientos”.

“Es un relato sobre la soledad de las mujeres que son abandonadas pero también es una visión casi de espejo porque todas están vestidas de novia, están locas, desquiciadas, solas, furiosas y tristes al mismo momento. Su sentimiento es genuino y a la vez, es un espejo del sentimiento de la otra”, indica.

Además, en la narración Schwenblin quiso que aparecieran los miedos y los lugares comunes de los géneros, “de lo que hace el hombre y de lo que hace la mujer, de que ellas, las locas, nunca tiene razón y esta cuestión de que los hombres pueden seguir salvándose entre ellos”.

¿Por qué pasar de atmósferas oscuras a lo absurdo?

—El absurdo tiene algo muy lindo y atractivo: el sinsentido. Cuando algo se vacía de sentido puede ser también muy disparador. Me parece que como lectores y espectadores de nuestra propia vida no soportamos el sinsentido, cuando escuchamos una conversación y hay algo que no entendemos, enseguida nuestro cerebro trata de inventar qué es lo que pasó. O al ver una imagen que no terminamos de entender, de inmediato estamos pensando por qué pasó, qué dijo él, dónde estaban parados, por qué llovía si era el desierto.

“El sinsentido genera mucho malestar y desconcierto pero también una necesidad muy grande de entender y ese entender es algo productivo para un final”, responde.

El sinsentido, añade la autora de Siete casas vacías, genera violencia, tema que la autora argentina trata con respeto.

“La violencia es un arma de doble filo, le tengo mucho respeto. Creo que lo violento tiene que estar muy justificado en la literatura, no me interesa la violencia propiciada por la misma violencia. A veces hay situaciones que si bien no son violentas, cuando uno entiende el sinsentido de esas situaciones, genera mucha violencia”, acota.

En sus cuentos, Schweblin prefiere un narrador-personaje que un narrador omnisciente sin protagonismo en la historia. “Me parece que cuando es un narrador-personaje no sólo te está contando una historia, sino quién es él y toda la subjetividad que puede transmitirte”.

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